Toda institución es perfectible, el Instituto Nacional Electoral (INE) lo es, de hecho, este organismo en su forma actual es resultado de la idea de mejora continua, gracias a su existencia se asegura la equidad en las contiendas electorales, la autonomía e independencia de la que goza impide que los gobiernos puedan meter mano en las elecciones; sin embargo, el capricho presidencial de asegurar la continuidad de su proyecto político coloca hoy en riesgo a esa institución, con base en mentiras, Andrés Manuel López Obrador quiere transformar al INE con el propósito de poder controlarlo y garantizar el establecimiento de lo que llama la Cuarta Transformación.
La estrategia del presidente para desmantelar al INE es similar a la usada en campaña, personalizar y reducir las instituciones a las prácticas de unos cuantos individuos, si como candidato vendió la idea de una élite dorada en la burocracia que abusaba del servicio, durante estos últimos años olvida a propósito que el INE es un órgano colegiado y evita mencionar que lo conforman once consejeros para responsabilizar de todos los males a Lorenzo Córdova y Ciro Murayama.
Acostumbrado a que se cumpla su voluntad, a López Obrador le sorprende la negativa de un amplio sector a modificar al INE, por eso ha emprendido la descalificación de quienes no están de acuerdo con él, desde que se anunció la marcha en defensa del instituto, el presidente no ha dejado pasar un día sin insultar a quienes se manifestaron el domingo pasado, que se vayan lejos, al carajo, pidió el presidente, para después menospreciar la capacidad de raciocinio de quienes no obedecen sus designios, quienes confían en el INE son masoquistas, antidemócratas, achichincles, matraqueros, vulgares, rateros, clasistas, racistas, hipócritas, despistados, aspiracionistas, fifís, corruptazos, ambiciosos, mentirosos, farsantes, corruptos, inmorales, alcahuetes, saqueadores, enemigos del pueblo.
En la semana previa, al mismo tiempo que insultaba a quienes pensaran en atender la marcha, el presidente intentó manipular la convocatoria para convertirla en un juego de vencidas, ordenó despejar el Zócalo capitalino para que la marcha de la Ciudad de México desembocara en la plaza frente al palacio en que vive López Obrador, los organizadores no mordieron el anzuelo y mantuvieron el trazo original, del Ángel de la Independencia, por Paseo de la Reforma, hasta la avenida de la República, para llegar al Monumento a la Revolución, en donde José Woldenberg fue el único orador, no consiguió el presidente transformar la justa protesta en un concurso de asistencia, ver quién tiene mayor poder de convocatoria y reducir la discusión de las ideas al número de personas que llenan una plaza.
La radicalización del discurso de López Obrador en contra de quienes no piensan como él logró su propósito, algunos de los que salimos a manifestarnos el domingo corearon que al INE no se le toca, olvidando que toda institución es perfectible y que en una democracia robusta no se puede imponer el punto de vista de la mayoría por encima de los derechos de todos.
Ese va a ser el argumento principal del presidente en contra de la manifestación del domingo, que rehuyeron llegar al Zócalo, evadieron la obligación de demostrar que son más los que defienden al INE que quienes apoyan la iniciativa de reforma de López Obrador, que en toda la República sus adversarios no lograron reunir los muchos millones que adoran al presidente. El futuro del INE dependerá del rumbo que tome la discusión pública a partir de cómo se analiza la manifestación del domingo, si se reduce al número de manifestantes y algunas consignas que responden a las mentiras del presidente, ganará la visión de desmantelar al instituto, si se quiere perfeccionar al INE, debe ser otra la perspectiva para analizar esa protesta: la capacidad como ciudadanos de respetar el punto de vista del otro en defensa de los derechos de todos.
Las manifestaciones del domingo en defensa del Instituto Nacional Electoral dejan un recordatorio de primer orden: la calle es de todos, es el espacio público donde se pueden plantear las ideas que deben alimentar la discusión pública, no importa si son muchos o pocos, lo relevante es no perder la capacidad de expresarnos para encontrar solución a los problemas de todos.
Coda. “No me deje solo entre personas llenas de certezas. Esa gente es terrible”, en Requiem de Antonio Tabucchi.
@aldan