El pasado martes 22 de noviembre se llevó a cabo la 21a sesión virtual del Seminario Permanente de Ética Animal, auspiciado por el Departamento de Filosofía de la UAA. En esta ocasión, nos acompañó la Dra. Lizbeth Sagols Sales que es profesora investigadora de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, y su ponencia se tituló «Cambio climático y sexta extinción: nuestra responsabilidad».
La presentación se centró en resaltar que, en la sociedad contemporánea, la sensibilización acerca de la situación animal como agentes de derecho ha mejorado mucho en relación con las décadas anteriores. Sin embargo, la ética animal y el progreso sobre este tema ha tenido como protagonistas sólo a los animales domésticos (mascotas), los utilizados en la ganadería (industria cárnica), en los ámbitos de la ciencia (animales de experimentación, etc.), dejando de lado la consideración de los animales silvestres.
¿Qué pasa con estos animales y sus ecosistemas? La respuesta es que las acciones humanas están acabando con sus hábitats y, al mismo tiempo, los animales silvestres mueren por la degradación medioambiental: estamos incurriendo en lo que la Dra. Sagols llamó un ecocidio. Esto, insistió, «¡es real! A pesar de que no lo veamos directamente, somos nosotros quienes estamos generando una sexta extinción».
Seguidamente, la ponente realizó una crítica a las éticas animales contemporáneas, ya que considera que se han construido sobre la base de un antropocentrismo. Esto quiere decir que, para poder elaborar y formalizar los derechos de los animales, se han tomado en cuenta ciertas cualidades y aptitudes afines a nuestra especie, como son la sensibilidad, los sentimientos, niveles de inteligencia, comunicación, instintos morales y hasta la ciudadanía. Son estas semejanzas las que han conducido a la elaboración de Leyes de bienestar animal (https://acortar.link/7QPf5m), así como textos en los que se exponen y explican las razones por las que los animales no humanos pueden adquirir derechos ciudadanos. Ejemplo de esto es el libro Zoopolis de Sue Donaldson (2011). La pregunta es ¿Qué pasa con los animales silvestres? ¿Estas leyes ciudadanas también los protegen?
Estos criterios, de acuerdo con la Dra. Sagols, no alcanzan a abarcar a la totalidad del reino animal, en especial a muchos animales silvestres, como leones, cocodrilos, águilas, cebras, etc., para los que es casi imposible que se adapten a una ciudad, porque poseen capacidades, sensibilidades, instintos, lenguaje y necesidades que no pueden satisfacer en ambientes urbanos. Entonces, debemos reconocer que un gran número de animales silvestres «poseen cualidades semejantes y simultáneamente diferentes (una igualdad-diferente)» Todos los seres vivos pertenecemos a la misma familia, tenemos los mismos genes, pero a la vez nos marca una discontinuidad o diferencia, no hay igualdad pura, sino una línea binaria de nuestra condición.
Otro elemento central a considerar es que podemos justificarnos y decir que «no les hacemos daño», pero esto sólo tiene una parte de verdad, pues el daño no es directo, más bien indirecto, ya que para satisfacer nuestras necesidades se contaminan y deterioran infinidad de ecosistemas alrededor del mundo impactando con ello los hábitats de millones de animales. La pregunta es: ¿Debemos hacernos responsables de los ecosistemas y de los animales que viven ahí, aunque estén totalmente lejanos y sean ajenos a nosotros? La respuesta es un «sí debemos». ¿Cuál es el motivo para justificarlo? La Dra. Sagols enfatizó que los ecosistemas son «una red de interacciones que nos involucran por la evolución genética […] y los animales son nuestros compañeros miembros». Quiere decir esto que los animales no humanos nos aportan mucho con su presencia, están íntimamente ligados por un deseo de sobrevivir; sin embargo, como se dijo anteriormente, los estamos afectando con nuestras acciones, ya que éstas destruyen sus ecosistemas y no nos estamos haciendo responsables de ello.
Los principales factores antropogénicos de afectación son dos: 1) El cambio climático por gases invernadero y la huella carbónica. La expulsión de estos gases, que se halla y acumula debajo de la atmósfera, genera las nubes negras que contaminan los aires que respiramos tanto los animales como nosotros. 2) Un desgaste general del planeta Tierra debido a la competencia vital del ser humano. Esto quiere decir que competimos entre nosotros por cosas como los alimentos, el agua u otros recursos básicos que termina en un consumo excesivo y abusivo que aumenta también la relación con la sobrepoblación humana (hoy un total de 7.9 Billones de Personas), y que nos deja a todos los seres vivos, en general, sin agua potable o sin suelo fértil, etc. Esto, en palabras de nuestra ponente, «es no sólo un ecocidio, sino también un suicidio».
Ahora bien, ¿qué nueva ética necesitamos? Una que supere la visión del antropocentrismo, esa concepción de que nosotros somos lo más importante, sino que cualquier forma de vida es igual de sagrada: una flor, un insecto o cualquier otro ser, esto en virtud de su campo de conexiones e interacciones con el planeta en conjunto. Apelamos aquí por una concepción holística, de UN TODO. Para ello, hay que trascender la visión utilitarista del mundo y no explotar la naturaleza irracionalmente, sino respetar la condición de ser y estar de todos los terrícolas, o sea, de todos los que habitamos este planeta. Pero como no todos tienen consciencia, es nuestra especie la que tiene que asumir la responsabilidad principal frente a los problemas que azotan y acaban con la Tierra, ya que no hay duda de que éstos son causados por nosotros, por lo que tenemos que dar un paso en la construcción de una nueva cosmovisión ética que sea ecocéntrica.
Invitamos a las personas interesadas a ver la presentación completa de la 21ª sesión en nuestro canal de YouTube llamado Seminario Permanente de Ética Animal, y así conocer la exposición de la Lizbeth Sagols Sales con toda su riqueza, porque en el presente texto sólo dimos un esbozo.