La pandemia originada por el Covid-19 afectó diferentes dimensiones de la vida cotidiana alrededor del mundo. A dos años de distancia de la propagación SARS-CoV-2 los medios de comunicación aún se centran en aspectos de orden económico y político, sin embargo, sus alcances afectaron diferentes indicadores sociales, uno de los más sensibles fue la educación.
En referencia a la educación en México comienzan a publicarse un conjunto de documentos interesantes que es importante analizar y que a su vez permiten evidenciar las divergencias que acentuó la pandemia. En este sentido, en agosto de 2021, después de más de un año del cierre de miles escuelas y la aplicación de un modelo improvisado de educación a distancia, cuyo objetivo central era mantener el proceso educativo, salvaguardar la salud y evitar la movilidad de millones de aprendientes en el país, la Secretaría de Educación Pública Federal (SEP) publicó el informe de Principales Cifras del Sistema Educativo Nacional 2020-2021, en el cual se reveló la dramática situación de niños, niñas, jóvenes y adolescentes, que si bien se expresan en cifras acumuladas o porcentajes, estas disimulan las miles de realidades que fueron truncadas en el país.
Si bien la tasa de analfabetismo en el país ha disminuido de 6.7 por ciento en 2010 a 4.6 en 2020 y el grado promedio de escolaridad de la población de 15 años y más en el mismo período creció de 8.7 a 9.6 años, existen otros indicadores educativos que se manifiestan como preocupantes al hacer comparativos con los ciclos escolares procedentes a la pandemia. Por ejemplo, el número de aprendientes que cursaron educación básica (inicial, preescolar, primaria y secundaria) entre los ciclos 2018-2019 y 2020-2021 disminuyó en más de 896 mil personas, al pasar de 25,493,702 a 24,597,234, respectivamente, acelerando la caída en los nuevos ingresos al nivel. Si bien una parte se puede explicar por la disminución en el ritmo de crecimiento de la población, también el retroceso manifiesta una salida masiva de usuarios del sistema educativo.
Por su parte, un indicador que expresa preocupación en todo sistema educativo es el abandono escolar, cifra que manifiesta el número de alumnos que dejan la escuela en el ciclo escolar por cada 100 que se matricularon al inicio del curso. A diferencia de la educación básica (primaria y secundaria) donde el abandono escolar entre los ciclos 2019-2020 y 2020-2021 disminuyó o se estancó en cifras relativamente bajas, en la educación media superior manifestó un leve aumento en su valor al pasar de 10.3 a 10.8, respectivamente. Es importante resaltar que estas cifras relativamente optimistas esconden una diversidad de soluciones que brindaron las instituciones educativas para motivar o mantener a sus estudiantes en el sistema educativo.
La implementación federal de un modelo genérico de educación distancia, para todo el país, evidenció la complejidad del sistema educativo, ya que para cumplir con la labor titánica de mantener a los estudiantes en las instituciones se requería de infraestructura, insumos, capacitación, tecnología, conectividad y comunicación, aspectos con los que difícilmente contaban las comunidades educativas formadas por padres, alumnos y docentes.
Ante el escenario de un modelo educativo a distancia en 2020 y 2021, el cual requería de conectividad y equipos, se manifestaron y acentuaron las divergencias sociales y económica del país, expresadas en diferencias entre áreas rurales y urbanas; entre localidades pequeñas y metrópolis, entre familias de bajos y altos ingresos, entre la educación pública y privada, entre trabajo formal e informal, entre otras. Por ejemplo, la implementación de la educación a distancia de una primaria pública ubicada en una comunidad rural de Olinalá, Guerrero discrepaba de la situación de una institución similar situada en la delegación Benito Juárez de la Ciudad de México. En el primer caso, tanto docentes como estudiantes carecían de herramientas tecnológicas e internet lo cual orilló a miles de maestros a buscar estrategias de seguimiento educativo como clases en plazas comunitarias, visitas domiciliarias, perifoneo, entre otras. En el caso de las ciudades, y a pesar de que el acceso a la conectividad no es tan limitado, si lo es la posesión de equipos como tabletas, celulares o computadoras los cuales no están estandarizados entre los estudiantes.
Por otro lado, un aspecto que se acrecentó, no solo entre los estudiantes de contextos rurales y urbanos, sino entre los que asisten a educación pública y privada, o los que viven en localidades pequeñas o metrópolis es el rezago educativo. En las diferentes muestras realizadas por organismos internacionales e instituciones gubernamentales como la SEP (estatales y federal) se ha observado un retroceso en los procesos de aprendizaje de los estudiantes. Por ejemplo, la CEPAL o el Banco Mundial señalaron en sus informes de 2021 que durante la pandemia México aumentó su rezago educativo en dos años, cuestión a la que se suman problemáticas severas como la baja motivación, la disminución de la comprensión, y la atención dispersa de los aprendientes. Dichos aspectos han quedado expuestos en evaluaciones diagnósticas aplicadas por la SEP donde la mayor parte de los estudiantes han demostrado bajos índices de comprensión lectora y redacción, en entendimiento matemático, en reflexión histórica y social, en humanismo y en interpretación de las ciencias de la naturaleza. Esta situación se profundiza en las comunidades rurales o en el contexto de familias urbanas de bajos ingresos cuyos jefes o jefas dedican largas jornadas laborales para la adquisición ingresos, pero que descuidan el proceso educativo de los hijos, o en circunstancias extremas los retiran del sistema educativo para incorporarlos en el campo laboral y así complementar los ingresos familiares.
Ante un panorama complejo y para evitar una catástrofe en los indicadores educativos se tomaron diversas decisiones de política educativa tendientes a homologar la acreditación de los estudiantes y evitar así su salida del sistema. Un ejemplo claro se observó en la educación básica donde se decidió acreditar a todos los aprendientes y promoverlos al siguiente grado educativo con el objetivo de mantener su permanencia. En el caso de la media superior, los estados tomaron diferentes determinaciones como la acreditación directa, la búsqueda domiciliaria de estudiantes, la reducción de productos evaluables, la disminución de los estándares evaluativos, entre otros, movilizando así la estructura educativa para evitar la salida masiva de usuarios.
Una vez realizado un breve esbozo de la situación educativa en el país es necesario afrontar los retos y hacer un alto en el camino. Si bien es complejo recuperar los aprendizajes perdidos durante la pandemia, el sector educativo requiere diseñar acciones y motivar a sus trabajadores para emprender jornadas y estrategias innovadoras que permitan rescatar conocimientos centrales que motiven la permanencia, favorezcan el tránsito entre niveles educativo, y promuevan una educación de calidad para cada ciudadano en cada rincón del territorio.
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