Brasil este domingo transita la elección más importante posiblemente de su historia, tanto en lo medios brasileños como en la prensa internacional así se han definido los comicios electorales para elegir al presidente de una de las naciones más importantes del continente con sus más de 213 millones de habitantes y uno de los países con mayor territorio del mundo, bastos recursos naturales y energéticos, un ecosistema ambiental inigualable y fundamental para el planeta, lleno de cultura, tradición e historia, una economía pujante y emergente en un territorio estratégico en la geopolítica mundial, todo ello se definirá en las próximas horas.
El domingo el país vivirá la segunda vuelta, la primera de ellas efectuada el pasado 2 de octubre no pudo definir a un candidato arriba del 50% de los votos, el actual presidente Jair Bolsonaro del Partido Liberal (PL) logró un 43,2% y el candidato del Partido de los Trabajadores (PT) se impuso con 48,4%. El pueblo brasileño está polarizado, dividido, es claro que hay dos modelos antagónicos, radicalmente opuestos, disímiles, alejados, que ni siquiera en la más mínima arista se intersectan, y de esto se han encargado ambos candidatos, la división no como punto de debilidad a la idea de nación sino como estrategia de apuntalamiento para cada proyecto político. Por primera vez el pueblo brasileño puede contrastar a ambos candidatos basado en sus gestiones como presidentes, es decir, ambos ya gobernaron, los resultados están –o estuvieron- ahí, la gente ha vivido –o padecido- los dos modelos, sin simplezas pero para definir; por un lado la derecha y por otro la izquierda. Tratar de obturar este escenario merecería un estudio serio, largo y detallado, se dice no sin cierta razón que Brasil es otro continente, un continente dentro de América, sus particularidades históricas, culturales y sociales lo hacen un laboratorio único en la región, sin contar con el idioma que le levanta un muro.
Brasil es tan maravillosamente complejo que tal vez solo ahí es capaz de darse el fenómeno político de que un hombre común, líder sindicalista, emanado del pueblo, del sector obrero, de barrios marginales, sin estudios académicos, emerja como un gigante para enfrentar la opresión de las oligarquías y los monopolios, que sea capaz de articular movilizaciones y huelgas, que resista la dictadura militar que lo llevo preso, que genere conciencia de clase, agrupe y convoque, que creó un partido político tomando la decisión vital de entrar en el escenario democrático y no en el de la subversión o la violencia, que en esa lucha contienda a la candidatura presidencial por primera vez en 1989, que insista tercamente en tres ocasiones mas, que soporte campañas de odio, de difamación mediática y fraude electoral, y en la adversidad su partido se agrupo, aprendió, se fortaleció, mientras el país se debilitaba cada día con millones de pobres mas, la larga noche neoliberal le pasa una factura despiadada a Brasil pero es ahí donde ese hombre logra con millones de personas llegar al Palacio de Planalto a la presidencia de su país y alterar lo establecido, su nombre resuena por el mundo, rápidamente es sinónimo de esperanza, de carácter, de idea política, la izquierda Latinoamérica lo encumbra como un referente y el asume con responsabilidad ese papel, potencia junto a otros grandes lideres progresistas de la region la ruptura con el paradigma neoliberal dominante, transfiere sus ideas colectivas de la fabrica, de la cooperativa, de lo nacional y lo popular al país entero con discursos vibrantes y acciones concretas, detona desarrollo económico con políticas sociales inclusivas redistribuyendo el ingreso, genera planes y programas sociales para aminorar la pobreza casi endémica y estructural de su pueblo históricamente dividido entre un Sur rico y prospero icono de la industria de São Paulo y de los poderes económicos versus un Norte pobre y marginal, persistentemente relegado. Este sindicalista acusado de analfabeto por los medios al servicio de una élite egoísta, primitiva, se arremanga y trabaja en el campo, en las favelas, en las industrias productivas, pone de pie a las paraestatales claves para el desarrollo de su país en temas energéticos y durante sus dos períodos presidenciales (2003-2011) se convierte en un estadista internacional, redefine la soberanía y la autonomía del rol de Brasil en el mundo, defiende un nuevo papel del Estado para garantizar puestos de trabajo, desarrollo y equidad, todo ello afianzando seguridad social a los trabajadores en cada una de las esferas que ello conlleva; educación, vivienda, salud, etc., pero sobre todo enarbola los valores de la dignidad, la cultura y la convicción, así logra convocar a su sueño de país a millones de brasileños que ven y sienten en él un líder carismático, auténtico, arrojado a su pueblo y su pueblo a él.
Después de concluir dos presidencias y ser el político con mayor aceptación, su proyecto tiene continuidad con su compañera de partido Dilma Rousseff, un lawfare a la medida y un Poder Judicial a modo le hacen el juego a la derecha neofascista, esa que es dueña del campo, de los grandes pastizales, del negocio agrícola y ganadero, de las empresas que explotan recursos naturales a mansalva o trabajan en pro de las corporaciones norteamericanas, y ahí en un clima de acusaciones de corrupción, de malversación de recursos y con los propios errores del gobierno y del Partido de los Trabajadores se pierde impulso y poder, sin embargo se necesitaba mucho para derrotar a este líder moral e ideológico quien decide competir en la elección de 2018 contra el ultraderechista y ex militar Jair Bolsonaro, el establishment le impide contender, le arman un muy cuestionado proceso judicial y es encarcelado 19 meses, este hombre persiste, es absuelto y regresa a la contienda con nuevos bríos y nuevos retos en un Brasil que no se parece en nada al que gobernó, ahora con altas tazas de pobreza, desempleo, perdida de poder adquisitivo, una brecha mas profunda entre los que tienen y los que apenas subsisten, un país polarizado por el odio y la violencia incitada desde los medios masivos e instigada por la ultraderecha que quiere seguir devorándose todo lo que el país tiene, la explotación inescrupulosa de la Amazonia es la muestra mas inminente del caos que auspician.
Pero este hombre no desiste, va por una nueva lucha, el mismo da muestras de ánimo y combate, de ideas transformadoras que podrán volver a Brasil en el plano de un país de izquierda, progresista, de un gobierno surgido del pueblo para sus intereses en diversidad y pluralidad, este hombre nació del nordeste en condiciones miserables, se gano la vida con dificultad, ha resistido ataques mediáticos de todo tipo, formó un partido político, creó condiciones democráticas, las ha asumido, es un sobreviviente, una inspiración, un líder indiscutible, un hombre hecho de pueblo, su nombre estará en la boleta del domingo; Luiz Inácio Lula da Silva.