Milán, Reino de Italia. 28 de octubre de 1922. La situación en la península itálica es un avispero: 35 mil camisas negras se pavonean en las calles milanesas; el rey Víctor Manuel III rehúsa firmar un decreto proclamando el estado de excepción y, en un intento de calmar la situación ordena a su ayudante de campo, general Guillardini, enviar el subsiguiente telegrama:
“Diputado Mussolini: Su Majestad el rey me encarga rogarle que se traslade a Roma para hablar con usted. Saludos”.
Las escenas arribas relatadas sirven como prólogo al presente artículo, el cual pretende explicar el ascenso del fascismo y de su líder, Benito Mussolini, al cumplirse el centenario de la famosa Marcha sobre Roma.
El 29 de julio de 1883, en la aldea de Predappio, nace el hijo de Alessandro Mussolini y de Rosa Maltoni. El padre es herrero de profesión y marxista por convicción; la madre es una piadosa maestra católica. En homenaje al paladín del laicismo en México, Benito Juárez, Alessandro nombra a su primogénito Benito. Aunque a hurtadillas, Rosa lo lleva a recibir el sacramento bautismal.
Siguiendo el ejemplo materno, Benito escoge la profesión de pedagogo. Sin embargo, el exiguo sueldo lo motiva a viajar a Suiza, en donde trabajará como albañil, repartidor de una tienda, salchichero y vinatero. Tras su periplo helvético, Benito regresa al hogar paterno, pues se acaba de inaugurar una fonda. Ahí conoce a Raquel Guidi, una joven rubia, vivaracha y de busto generoso, a quien cortejará y con quien engendrará una hija: Edda.
En 1912, Benito es nombrado director del rotativo, Avanti. Desde esta plataforma, adoptará una línea editorial anticlerical y socialista. Sin embargo, los nubarrones de la guerra se ciernen sobre Europa. Benito, como socialista, se opone a la locura bélica, pero el sentimiento del pueblo italiano es totalmente anti-austriaco y pro-británico.
Mussolini es despedido y, en noviembre de 1914, funda un nuevo diario, Il Popolo d`Italia. Desde esa tribuna, Benito desarrollará una activa y enérgica campaña a favor de la entrada de Italia a la Gran Guerra. Asimismo, Francia y el Reino Unido prometen a Italia que al término de la contienda obtendría Trento, Trieste, Fiume y la costa dálmata.
Benito ingresa a los Bersaglieri -tiradores de elite, famosos por su paso veloz y por usar sombreros de ala ancha adornados con plumas de urogallo. Por su valor en combate, Mussolini es ascendido a cabo porque “siempre es el primero en cuantas circunstancias exigen valor y audacia”. Por último, es herido en batalla y se salva de la muerte gracias a su constitución robusta.
El 11 de noviembre de 1918 los cañones enmudecen en Europa. Sin embargo, el fin de la conflagración no es satisfactoria para Italia: 520 mil muertos y 200 mil mutilados. Esta tragedia hacer germinar en los italianos el sentimiento de que las ganancias no corresponden al sacrificio hecho.
Aprovechando la coyuntura, el poeta y soldado Gabriele D´Annunzio –ultranacionalista, ferviente lector de Friedrich Nietzsche y famoso por arrojar, durante la Gran Guerra, panfletos sobre Viena- ocupa, en septiembre de 1919, al frente de los Arditi, “los atrevidos”, el puerto de Fiume, en la costa del mar Adriático y proclama la Regencia Italiana de Carnaro. D´Annunzio se convertirá en el San Juan Bautista del fascismo porque se hace llamar Duce (“Líder”), instaura el saludo romano y el diálogo dramático y retórico con la multitud. Además, los Arditi portarán una camisa negra y un fez oscuro, blandirán dagas, y harán tragar aceite de ricino a sus rivales.
En Fiume, D´Annunzio planea marchar sobre Roma y ser el Duce de Italia. Sin embargo, su ensueño termina cuando, el 29 de diciembre de 1920, las tropas italianas ocupan el puerto. No obstante, sus ideas sobre el resurgimiento del Imperio Romano y la correspondiente parafernalia serán apadrinadas por un político en ascenso: Benito Mussolini, quien adopta el título de Duce y sus seguidores, los Fasci italiani di combattimento, vestirán la camisa oscura, empuñarán dagas y harán el saludo romano.
Ante el temor de que Italia caiga bajo la influencia de la Rusia soviética, los sectores conservadores –industriales, terratenientes, la alta oficialidad del ejército y el alto clero católico- apoyan soterradamente a Mussolini. Por toda Italia la lucha electoral deviene, en muchas ocasiones, en combates cuerpo a cuerpo entre fascistas y socialistas.
Mussolini cautiva a las multitudes porque “su tono es brusco y áspero” y “habla con frases cortadas, que acompaña con ademanes nerviosos. Es una actitud de mando que procede de su indudable timidez”. Sin embargo, hay un individuo que disputa la popularidad de Mussolini: el vate Gabriele D´Annunzio.
En un evento nunca aclarado, el 13 de agosto de 1922, D´Annunzio cae de la ventana en la víspera de una reunión con Mussolini. Este hecho fortuito altera el escenario político de Italia y acelera la Marcha sobre Roma. Este acontecimiento contará con la anuencia del rey Víctor Manuel III, quien teme que los socialistas conquisten el poder e instauren el “marxismo-leninismo”.
Entre 1922 y 1943, Mussolini gobernará con puño de hierro a Italia y tratará de restaurar las glorias pretéritas del Imperio Romano. Sin embargo, en abril de 1945, el hombre que “vivió como romano y murió como italiano” terminará sus días colgado del techo de una gasolinera, bañado de escupitajos y escarnecido por la multitud. Así parecía fenecer el fascismo.
El escribano concluye: El fascismo en Italia no ha muerto porque la victoria electoral de la líder de extrema derecha, Giorgia Meloni, ocurrida el 25 de septiembre de 2022, la ha convertido en la portadora de la flama tricolor, el símbolo que representa los restos mortales de Benito Mussolini.
Aide-Mémoire. – La decisión de la OPEC + de recortar la producción petrolera en 2 millones de barriles diarios es un duro golpe para la administración Biden y presupone que Arabia Saudita y Rusia tienen un acuerdo tácito en la materia.
Recursos consultados
Aguirre, J. (1981) La Segunda Guerra Mundial Tomo I. Barcelona: Editorial Argos Vergara
Zentner, K. (1978) Grandes Guerras de Nuestro Tiempo La Segunda Guerra Mundial Tomo III. Barcelona: Editorial Bruguera