La grave crisis que azota a Venezuela –perdió 76% del PIB en siete años y su inflación llegó a 111%– llevó al presidente Nicolás Maduro a cambiar el modelo económico del socialismo chavista a un capitalismo “salvaje”, que ha hecho del dólar la moneda de todos los días en las transacciones comerciales, regidas ahora por la implacable ley de la oferta y la demanda. Este cambio de rumbo, además, ha distendido las relaciones Washington-Caracas.
Ante el fracaso del modelo económico chavista, que llevó a Venezuela a perder 76% de su Producto Interno Bruto (PIB) en los últimos siete años, el gobierno del presidente Nicolás Maduro hizo un viraje hacia un tipo de capitalismo que muchos de sus críticos consideran “salvaje”, porque está generando desigualdades sociales impensables para un régimen que se proclama “socialista”.
Este nuevo modelo al que ha transitado Maduro, el cual incluye programas de ajuste neoliberal que han ejecutado gobiernos de derecha en América Latina, tiene al dólar –el dinero del capitalismo– como moneda de uso común en las transacciones cotidianas, por encima del bolívar, la moneda local.
Además, el mercado se liberalizó y quedó regido por la inflexible ley de la oferta y la demanda, y los empresarios con cuentas bancarias en el exterior, tras años de fugas de capitales, sustituyeron al Estado como importadores de los productos básicos y suntuarios, que distribuyen a altos precios en dólares en los llamados “bodegones”.
El cambio de rumbo económico también incluye una política monetaria restrictiva para tratar de contener la inflación, que llega a 111% en septiembre de este año, el alza de bienes y servicios públicos (la gasolina subió de uno a 50 centavos de dólar por litro) y la venta de acciones de empresas estatales a inversionistas nacionales y extranjeros, en un proceso que se inició el mes pasado.
Los cerebros de estos ajustes son los economistas ecuatorianos Patricio Rivera y Fausto Herrera, quienes fueron ministros de Finanzas en su país durante el gobierno del izquierdista Rafael Correa (2007-2017). Ambos han sido consultores del Banco Interamericano de Desarrollo y asesoran a la vicepresidenta y ministra de Finanzas de Venezuela, Delcy Rodríguez, la funcionaria más cercana a Maduro.
Y, desde luego, en este viraje no podía faltar un acercamiento con Washington, en lo que ya se conoce como el regreso de la “petropolítica” y de los acuerdos bajo la mesa.
A principios de este mes el presidente estadounidense, Joe Biden, liberó a dos sobrinos de Cilia Flores, la esposa de Maduro, que habían sido detenidos por la DEA en Haití, en 2017, cuando intentaban traficar 800 kilos de cocaína a Estados Unidos. Franqui Flores y Efraín Campos Flores, los llamados “narcosobrinos”, cumplían una sentencia de 18 años de cárcel en ese país.
A cambio, Maduro liberó a siete estadounidenses detenidos en Venezuela, dos presuntos mercenarios y cinco exdirectivos de la refinería venezolana Citgo, con base en Texas, acusados de corrupción.
Pero la noticia dura en el plano económico se produjo el pasado jueves 6, cuando The Wall Street Journal reveló que la Casa Blanca relajaría algunas de las sanciones financieras al régimen de Maduro a cambio de que la petrolera Chevron reanude la extracción de crudo en Venezuela y de que se reanuden los diálogos en México entre el gobierno de Caracas y la oposición.
La receta neoliberal
El ajuste neoliberal de Maduro ha incluido recortes en las prestaciones y contratos colectivos de los trabajadores del Estado y de un desplome del gasto social, que pasó de 37 mil millones de dólares en 2014 a 7 mil 400 millones de dólares este año, una caída de 80% en ese lapso.
Además, el presidente prepara una nueva reforma fiscal para construir un sistema tributario “poderoso”, al estilo del “capitalismo clásico”, que tendría como referentes a Estados Unidos y Europa, con el propósito de aumentar el gasto social sin desequilibrar las finanzas públicas.
“Definitivamente, hay un cambio radical en el manejo de la política económica”, dice a Proceso Pedro Palma, doctor en economía de la Universidad de Pensilvania.
El director de la consultora Ecoanalítica sostiene que Venezuela pasó “de una omnipresencia económica del Estado, que recibía los dólares de la riqueza petrolera y disponía de ellos a su antojo, a una situación en la que se quedó sin recursos y eso lo llevó a llamar al sector privado para que se transformara en el importador de los productos que necesitamos”, porque la industria nacional está desmantelada tras dos décadas de expropiaciones y falta de insumos.
Pero la liberalización del mercado ha sido tan extrema, que los privados que resguardaron sus fortunas en el exterior durante los años de la debacle del modelo chavista importan todo tipo de productos sin pagar aranceles y los venden a precios que resultan inaccesibles para la mayoría de la población.
La remuneración mensual promedio de los trabajadores es de 118 dólares, mientras que la canasta básica alimentaria vale más del triple. En agosto pasado alcanzó un costo de 371 dólares, según el Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF), un centro económico fundado por economistas de la oposición ante la ausencia de cifras oficiales.
El presidente del Consejo Nacional de Economía de Venezuela, Efraín Velázquez, dice que la apertura ha tenido un costo social alto porque el mercado de trabajo y los salarios siempre van a la zaga de la inflación.
Aunque la política monetaria restrictiva ha logrado contener la hiperinflación, que en 2018 elevó los precios en 1.6 millones por ciento, el problema persiste. El año pasado, la inflación se ubicó en 600% y este año, hasta agosto, iba en 90%, según el OVF, mientras que el salario mínimo (16 dólares mensuales) se mantiene inalterable desde marzo pasado.
Velázquez sostiene que Venezuela ha transitado del “Socialismo del Siglo XXI” –proclamado por Chávez y por Maduro– “a un capitalismo salvaje, del peor salvajismo posible”, en el que todo se dejó en manos del mercado y del sector privado por la falta de recursos del gobierno para mantener sus políticas de subsidios y transferencias a la salud, la educación y la vivienda.
Y eso, dice, “no ocurre por convicción, sino por necesidad, porque el gobierno se quedó sin dólares”.
Para el secretario general del opositor Partido Comunista de Venezuela, el diputado Oscar Figuera, el gobierno de Maduro “hizo una alianza con el gran capital, está aplicando la receta económica neoliberal y dio la espalda a los trabajadores, que están en la miseria y con salarios de miseria”.
Según la Encuesta Nacional sobre Condiciones de Vida, que realizan tres universidades, 94.5% de los venezolanos vive en condiciones de pobreza y cada vez se acentúa más la desigualdad de ingresos. El índice de Gini, que la mide, ha aumentado 40% desde 2013.
El dirigente empresarial Jorge Roig, quien ha sido interlocutor del régimen durante más de una década, dice a este semanario que de la revolución socialista que proclamó en encendidos discursos el fallecido presidente Hugo Chávez “ya no queda nada” porque, además de la ruina económica que provocó en el país, Maduro “se corrió a la derecha”.