El 15 de julio de 2020, el funcionario italiano de la ONU Mario Paciolla fue hallado sin vida en San Vicente del Caguán, en el departamento colombiano del Caquetá.
Desde 2018 Paciolla trabajaba como funcionario de la segunda Misión de Verificación de la ONU en Colombia, surgida en 2017 y encargada de verificar la reincorporación política, social y económica de los excombatientes de las FARC-EP después de la firma de los acuerdos de paz entre el grupo guerrillero y el gobierno colombiano en septiembre de 2016.
Cinco días antes de su muerte, Paciolla había tenido un roce con algunos colegas de la Misión de la ONU. Era la más reciente de muchas tensiones. Por ello había decidido volver a Italia antes de que acabara su contrato. El 15 de julio tenía previsto viajar a Bogotá. Desde ahí, unos días después, tomaría un vuelo para Italia. Sin embargo, los colegas de la Misión encargados de recogerlo lo encontraron ahorcado en su habitación, con heridas en las muñecas y en el cuello.
A dos años todavía no hay respuestas definitivas sobre lo que pasó entre la noche del 14 de julio, cuando un vecino del barrio Villa Ferro de San Vicente vio al italiano discutiendo por teléfono afuera de su casa, y la mañana siguiente, cuando su cuerpo fue hallado sin vida por sus colegas.
Todavía no han sido publicados los resultados completos de la necropsia realizada en Roma, y las actividades de la fiscalía italiana parecen estancadas. El interés de algunos grandes medios nacionales italianos no ha dado el impulso esperado a las investigaciones.
En los archivos de la ONU la muerte del activista italiano se clasifica como “autoinfligida”, o sea como suicidio, hipótesis que se menciona como compatible en la necropsia realizada en Colombia después del hallazgo del cadáver. Según la familia y los amigos de Mario, esta reconstrucción no es creíble.
En Colombia, el caso parecía haber caído en la desmedida canasta del olvido colectivo, al menos hasta la reciente publicación de un nuevo reportaje de Claudia Duque, periodista y amiga de Paciolla, comprometida desde hace dos años en la reconstrucción de las verdades ocultas del caso.
En su nueva investigación, publicada en el diario El Espectador, se mencionan algunos detalles de la necropsia realizada en Italia. Las heridas encontradas en la muñeca izquierda de Paciolla parecen ser infligidas “en limine vitae o incluso post mortem”.
También, según la información recabada por la periodista colombiana, la autopsia realizada por el médico forense Vittorio Fineschi sugeriría que Mario murió por estrangulamiento y sólo posteriormente su cuerpo fue suspendido y colgado de una sábana, en la posición en la cual fue encontrado. La información aún no es oficial y desde los abogados de la familia Paciolla se filtra cautela.
Sin embargo, la noticia se suma a la larga lista de inconsistencias y manipulaciones en la supuesta escena del crimen por parte de funcionarios de la ONU en las horas siguientes a la muerte de Paciolla.
En efecto, hay varias contradicciones que sugerirían una puesta en escena. En el centro de las perplejidades está el trabajo de las propias Naciones Unidas, en particular de Christian Thompson, exsuboficial del ejército colombiano y en ese momento jefe de seguridad de la Misión en San Vicente.
Tan pronto encontró el cuerpo de Mario, Thompson se apoderó de las llaves de su departamento, impidiendo la entrada a los policías y al dueño de la casa. Antes de darle acceso a las autoridades locales, ordenó realizar una limpieza completa del piso con lejía, contradiciendo el mismo reglamento de la ONU en caso de muertes en servicio descrito en el Handbook for action in cases of death in service.
Durante la limpieza, Thompson botó en el basurero central de San Vicente una colchoneta y dos ollas con rastros de sangre, sosteniendo durante el interrogatorio que “en ningún momento nadie me dijo que eso era una evidencia”. Los objetos nunca fueron recuperados. Además, retiró algunos materiales privados de Paciolla, entre ellos su computadora y una libreta personal que podrían revelar si no la causa de su muerte sí al menos las razones de la condición de estrés del funcionario italiano.
A raíz de la falta de colaboración por parte de la ONU, la familia Paciolla decidió presentar una denuncia contra Thompson, contra su colega Juan Vásquez García y contra los cuatro policías que permitieron la contaminación de las pruebas. Para el padre de la víctima, Pino Paciolla, la denuncia se basa en que “los dos sujetos de la ONU y los cuatro policías ciertamente tenían conocimiento de los protocolos a adoptar en caso de muerte de una persona; es absolutamente anómalo irrumpir en un apartamento privado, limpiarlo con lejía y tirar al vertedero todo lo que podía servir para posteriores investigaciones sobre la muerte de Mario”.
La policía colombiana está bajo investigación por permitir que Thompson manipulara la habitación donde fue hallado el cadáver del funcionario. La familia Paciolla también denunció las irregularidades cometidas durante la autopsia realizada por las autoridades colombianas, que dio como resultado una compatibilidad con la hipótesis del suicidio. En lugar de un médico forense, asistió al examen médico un funcionario de la ONU: un detalle importante, considerando que el cuerpo de Mario Paciolla fue repatriado en pésimas condiciones, que dificultaron la realización de más exámenes.
El factor mexicano
El actuar de Thompson nunca fue puesto en tela de juicio por los altos mandos de la Misión. Al contrario, en los meses siguientes fue ascendido a responsable del Centro de Seguridad Nacional de la Misión. Y más allá del modus operandi del jefe de seguridad, la muerte de Paciolla sirvió de detonante para evidenciar una serie de fallas en la gestión de la Misión por parte de su jefe, el diplomático mexicano Carlos Ruiz Massieu.
El nombre del representante especial de la Secretaría General de la ONU en Colombia, Ruiz Massieu, aparece también en otras denuncias públicas relacionadas con casos de corrupción y nepotismo.
El 4 de noviembre de 2016 la agencia Apro publicó una investigación de la alianza MéxicoLeaks –de la que Proceso formaba parte– que citaba cables diplomáticos en los que la tía de Carlos Ruiz Massieu, la senadora Claudia Ruiz Massieu Salinas, ejercía presión para favorecer su reelección como miembro de la Comisión Consultiva en Asuntos Administrativos de Presupuesto de la ONU.
A principios de este año, el medio Innercitypress publicó una carta anónima de un supuesto informante interno de la Misión de la ONU en Colombia, por medio de la cual se denuncian casos de nepotismo, uso impropio de dinero, explotación laboral, acoso sexual y abuso de poder relacionados, entre otros, con la figura de Ruiz Massieu. En la carta se subraya la necesidad del anonimato por miedo a represalias y la falta de confianza en el dispositivo de Conducta y Disciplina interno a la Misión.
En el primer reportaje de Claudia Duque se había revelado una fractura interna a la ONU entre el uruguayo Raúl Rosende, jefe del área de Verificación de la Misión, y el mismo Ruiz Massieu.
En al menos una ocasión, según la investigación de Duque, Rosende le ocultó a Ruiz Massieu informes producidos por oficinas de la Misión donde se denunciaban delitos contra los derechos humanos por parte del ejército colombiano.
Vía: Gianpaolo Contestabile y Simone Ferrari