Una imagen más científica de la ciencia/ El peso de las razones  - LJA Aguascalientes
26/04/2025

Existe una imagen bastante popular sobre la naturaleza, los objetivos y los alcances de la práctica científica. Se estructura a partir de tres afirmaciones. La primera sostiene que la ciencia logra sus objetivos en buena medida empleando un conjunto específico de criterios objetivos para evaluar hipótesis: el método científico. La segunda asevera que el éxito de la ciencia se explica por cualidades morales e intelectuales de los individuos que la practican. La tercera sostiene que el objetivo de la ciencia es desarrollar una descripción verdadera y completa de la realidad. Philip Kitcher, filósofo de la universidad de Columbia, llamó a esta imagen de sentido común “la leyenda”, por su asentimiento popular y académico generalizado.

La leyenda fue sometida a una intensa crítica, sobre todo a partir de la publicación de La estructura de las revoluciones científicas, de Thomas Kuhn, en 1962. Ahí nos invitaba a rechazar la concepción de sentido común de la ciencia y a tener una imagen mucho más científica de la propia ciencia, a partir del examen de su historia. Kuhn puso en el centro de su crítica el problema del cambio científico. Aunque la ciencia cambia, no parece hacerlo gradualmente, progresando de manera acumulativa. Al contrario, la historia de la ciencia muestra largos periodos de reposo y conservadurismo, que se centran en resolver enigmas dentro de un marco teórico y axiológico aceptado por la comunidad científica. No obstante, en ocasiones el conflicto de este marco con la evidencia y su incapacidad para resolver problemas apremiantes empiezan a generar malestar en la comunidad científica. A raíz de esto que se producen las revoluciones científicas, en las que un nuevo paradigma suplanta al anterior. En esta transición, se modifican los métodos y los problemas que legítimamente debe abordar una disciplina o campo de investigación. Por ende, entre otras cosas, la crítica de Kuhn cuestiona la primera tesis de la leyenda: la idea de que hay un único método responsable por los logros de la ciencia.

Prestar atención a la historia de la ciencia y a la práctica científica puso también de relieve el papel de las comunidades y los grupos de investigación en el cumplimiento de los objetivos de la ciencia. Esto pone en entredicho, la segunda tesis de la leyenda, que concebía a la ciencia como una práctica de individuos aislados. Una preocupación que surge al cuestiona estas tesis de la leyenda es que no queda claro cómo la ciencia podría proporcionarnos un conocimiento objetivo de la realidad. Algunos creyeron que esto constituía una crítica demoledora a las aspiraciones y los alcances de la ciencia: si es una práctica social, pensaron, esto degradaba su objetividad. Así, la ciencia debería estudiarse como cualquier otra institución, sometida a influencias ideológicas y políticas. Algunos argumentaron que diferentes sociedades podrían tener lógicas incompatibles, pero internamente coherentes, sin regirse por criterios y restricciones universales. Adicionalmente, sostuvieron que el mismo tipo de explicaciones causales deben aplicarse todas las creencias científicas, independientemente de si son verdaderas o falsas, racionales o irracionales. Esto llevó a algunos a considerar que sería inmoral imponer un sistema de evaluación de creencias de un contexto a otro, y a analizar en este tenor fenómenos como la opresión y las injusticias.

Al preguntarse cómo es posible que la ciencia sea objetiva si ha excluido al menos a la mitad de la población de las filas de sus practicantes, algunas epistemólogas indicaron otro tipo de limitaciones de la investigación. Reconocieron, además, que muchas teorías científicas incorporaban prejuicios sociales sobre la raza, la clase social y la etnicidad. Estos cuestionamientos no eran necesariamente hostiles a la objetividad.

Una manera habitual de dar cuenta de la objetividad científica es sostener que la práctica científica se revisa a sí misma de manera continua y constante. Un resultado natural que se espera de dicha revisión es minimizar sistemáticamente las creencias falsas del cuerpo del conocimiento científico. Pero, para la filósofa de la universidad de Stanford Helen Longino, no es que la ciencia se corrija a sí misma, como se ha supuesto que el libre mercado se autorregula mediante una mano invisible, sino que la práctica de revisión se da entre miembros de la comunidad científica a través de procesos sociales que constituyen lo que denominó “interrogación transformativa”, que se constituye a través del intercambio colectivo de discusión crítica. Para Longino la interrogación transformativa es capaz de eliminar los sesgos, prejuicios, valores y suposiciones de trasfondo que los individuos introducen en la práctica científica, y con ello robustece la objetividad científica. Así, la objetividad no surge de las características intelectuales y morales de los practicantes de la ciencia, sino que es una función de las prácticas científicas comunitarias.

mgenso@gmail.com

 


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