Hace un par de años encontré a una familia en un centro comercial, el papá estaba sentado en una banca con un helado, le saludé y le pregunté qué hacía, a lo que me contestó que estaba esperando a sus hijos que habían entrado a ver una película, en una de las salas de cine del lugar, muy orgulloso, decía que allí se la pasaba todo el domingo, llegaban a desayunar, paseaban por las tiendas, hacían compras y pasaban a los juegos, cuando les daba hambre, elegían entre los restaurantes de comida rápida que comer y ya para la tarde entraban a ver una película, ese día él eligió quedarse a disfrutar de ver pasar a la gente, mientras disfrutaba de su helado, me platicó que, daban otra vuelta a las tiendas y ya se iban a descansar para comenzar la semana con todas sus nuevas experiencias en el centro comercial.
He meditado como fue diferente mi infancia e incluso mi adultez, mi padre solía entusiasmarnos con un nuevo lugar que descubriríamos el fin de semana, se que eran otros tiempos, pero el concepto era “un día de campo” para lo cual se hacía extensiva la invitación a todas la familia, y el ritual era que no faltara nada para poder disfrutar, cuerdas para brincar y para hacer columpios en una buena rama de mezquite, caicos para quienes hacer un “chirrias pelas” pelota para sentirnos campeones de voleibol, si había un bat y pelota, se hacían equipos de béisbol, y qué decir de las barajas, la matatena, y la lotería que llenábamos con piedritas del lugar. Mi madre ponía a cocer los frijoles, mientras mi padre casi siempre asaba jitomates y chile serrano para hacer una buena salsa, les gustaba poner las tortillas hasta que se hacían duritas y a la hora del hambre era lo más rico que habías probado en el mundo. Buenos nuestro mundo era pequeño, pero este momento de paz y alegría y de unidad familiar, viendo el paisaje, disfrutando de la naturaleza y comiendo comida sana (no lo sabíamos) hasta que llegó la industrialización de los alimentos; ese es otro tema.
Era común disfrutar en tiempo de verano de las vainas del mezquite, mi padre recolectaba y nos llevaba para que masticábamos y tomábamos el jugo, dejando la semilla en el mismo lugar, sé que si me han leído o escuchado siempre hablo de lo maravilloso que es el mezquite y cómo no, si es nuestro árbol originario, nos proporciona de manera involuntaria la mejor sombra, nutrientes, sus fuertes ramas aguantan que se hagan columpios y no se diga el papel como parte del ecosistema: mitiga la contaminación por dióxido de carbono, atrae la lluvia, aguantan tiempos de secas, fija algunos elementos a la tierra y dicho sea de paso su silueta es hermosa, nos da identidad , bueno a quienes nos importa, ya que hay muchas personas que al llegar a un terreno silvestre, buscan modificar el paisaje no importando que plantas o árboles se introducen, como el tiempo de los eucaliptos, o de las palmas o de las jacarandas, ahora los tabachines, la historia se repite, pero podemos observar en la naturaleza “la semilla reclama su tierra”, el genoma de los ancestro de quieren resurgir se pueden todo viene a colación porque la sociedad en relación con su medio ha cambiado mucho,.
En ningún pensamiento futurista de mi niñez pude imaginar que el mismo lugar donde hacíamos los días de campo fuera donde ahora están esos centros comerciales grandísimos, tan llamativos como nocivos; los mezquites con los que crecimos fueron exterminados y sus semillas sepultadas, así como los sueños de mi niñez. Ahora se venden sueños efímeros para el costo monetario que tienen; fines de semana encerradas en una burbuja de consumismo que en muchas ocasiones terminan en frustración, en un círculo de pagos mensuales interminables con la idea de la felicidad. Se ofrece a la niñez una realidad de ficción donde se les compra objetos para compensar el tiempo de ausencia y aquellas experiencias de salir de día de campo han sido desdeñadas.
Debo reconocer que la pandemia del temido coronavirus nos causó tanto miedo que no salíamos de casa, pero cuando nos dimos cuenta de que el campo ofrecía muchas cosas buenas como ser libres de cubrebocas, mucha gente volteó a ver estas actividades al aire libre. Ojalá se pueda rescatar los días de campo para muchas familias, donde se propicie la sana convivencia y se fortalezca el respeto a los ecosistemas naturales y si diéramos un paso adelante nos volviéramos guardianes de la naturaleza, pero ya con respetar y disfrutar creo que es humanamente lo que nos corresponde.
Tu próximo fin de semana piensa que quieres para tu vida, un entorno que le vaya bien a tu estilo de vida libre de estrés y saludable. Aguascalientes tiene 11 municipios a donde se puede disfrutar de hermosos y diversos paisajes.