¿Qué es la belleza? ¿Todo lo que vemos, observamos y disfrutamos es bello? ¿Bajo qué paradigma podemos señalar lo que es bello? ¿Quién puede o no decir o decidir si algo es bello o no? Poco se ha hablado de la relación de la belleza y las ciudades, el cómo hemos colocado un adjetivo calificativo a ciertos espacios y lugares dentro de las ciudades y los estándares que se toman en cuenta para catalogarlos así.
Lo cierto es que “lo bello” entendido como algo agradable y que se disfruta a los ojos de los seres humanos está intrínsecamente ligado a “lo bueno” y “lo apto” para ser vivido y apropiado. Así lo refiere Umberto Eco en su libro Historia de la Belleza. Para este autor “lo bello” hace referencia a algo sublime, maravilloso y soberbio. “Lo bello” es un adjetivo calificativo que solemos usar para hacer referencia a algo que nos gusta, así las cosas, los lugares, los espacios, las ciudades, las urbes adquieren este calificativo sólo en la medida en que nos gustan y nos son agradables. Umberto Eco señala en su libro cómo en la historia de la humanidad se ha construido el concepto de belleza a lo largo de las múltiples épocas y facetas por las que ha atravesado la humanidad.
Refiere el autor que “lo bello” es también una construcción social. Es decir lo que solemos clasificar como bello nace y se produce en el seno de las sociedades y es determinado por los individuos. Por tanto lo que consideramos bello puede cambiar de sociedad en sociedad, de país en país y de grupo social a grupo social.
Así, algo que es considerado como bello solemos quererlo, poseerlo y disfrutarlo. En las ciudades se han clasificado los espacios públicos, los barrios, las colonias, las viviendas entre muchos otros lugares como los más bellos y agradables para ser disfrutados y vividos. Umberto Eco a lo largo de su libro señala también que lo bello está asociado a la cultura, a la educación, a la clase social de ahí que hagamos referencia más a menudo a que es más agradable y bello conocer y disfrutar de un museo que de un mercado público. De igual forma solemos decir que existen ciertos sectores, colonias y barrios que son mucho más bellos y agradables que otros, motivo por el cual los tenemos asociados como los lugares que todos los seres humanos deberíamos de habitar, lugares que se convierten en los símbolos de lo que todos los seres humanos deberíamos de aspirar.
Lo bello entendido históricamente como lo bueno, a los ojos de Umberto Eco, es aquello que supuestamente nos hace felices, aquello que a lo largo de la historia se ha posicionado de tal forma que se le pueda clasificar de agradable, soberbio e inaudito. Sin embargo, al ser lo bello un adjetivo calificativo puede ser utilizado por unas personas y por otras no. Para Umberto Eco la construcción de este adjetivo calificativo se dio a través de una clasificación hecha por artistas, pintores, escultores, arquitectos entre otras profesiones casi siempre relacionadas con el arte y las cuales han logrado transmitir el concepto de lo bello a través de sus obras y a lo largo del tiempo. Por ello para este autor la connotación de clase está intrínseca en “lo bello”, al ser un calificativo que precede cuando hablamos de aquellos objetos que relacionamos con cierto nivel de cultura y educación.
De ahí que Eco también mencione que hay objetos, lugares y cosas bellas construidas por artesanos, campesinos, albañiles, panaderos que son bellos pero que no los reconocemos así simplemente porque fueron labrados por personas con oficios relacionados a bajos niveles de escolaridad y, por tanto, su transmisión de generación en generación se dificultó.
Por ello es que el concepto y adjetivo de belleza sean una construcción social. Lo que es bello y agradable surge de lo que un grupo determinado de seres humanos han catalogado como tal, ¿Creen ustedes que los centros de las ciudades son bellos? Específicamente ¿consideran que los centros de las ciudades en México son bellos, dignos de ser vividos, habitados y disfrutados? Para la mayoría de los habitantes de este país los centros de las ciudades son considerados como espacios de abastecimiento cargados de comercios y servicios a los cuales se recurre solo para hacer compras específicas. ¿Sabían que en Europa los centros de las ciudades con todos sus edificios son considerados como los lugares más aptos para vivir y en ellos residen las personas que más recursos económicos tienen? ¿Por qué Europa tiene política de conservación y rescate de los bienes inmuebles y en México estas políticas son pocas al grado de perderse miles de edificios y viviendas porque sus dueños no las aprecian?
Si bien este fenómeno del abandono de los centros históricos en México proviene de políticas públicas que llevaron al abandono de los mismos como espacios aptos para la vivienda en los años 80 existe también un abandono de las viviendas por parte de sus propietarios. Así, a los ojos de un visitante extranjero en nuestro país nuestros centros históricos están cargados de historia y belleza y para los mexicanos son lugares que se definen como inseguros, sucios, feos y no aptos para ser vividos y disfrutados.
A eso nos referimos los científicos sociales cuando hablamos de construcciones sociales. Decidir y catalogar algo como bello o no bello requiere una reflexión más profunda. Creer, pensar y colocar un adjetivo calificativo de esta naturaleza requiere que se analice desde el propio “gusto” lo que se considerará si bello o no; pero sin perder de vista que algo que no sea considerado bello como un sector o barrio de la ciudad a los ojos de un grupo determinado de individuos este no debería de recibir acciones de conservación y mantenimiento por parte del Estado.
Siguiendo el ejemplo del abandono de los centros históricos en este país es que mucho se ha hablado de la falta de políticas públicas que permitan recuperarlos y mostrarlos en todo su esplendor y como ejemplo de nuestro pasado histórico, pero también se ha mencionado la falta de apropiación de los espacios por parte de los pobladores de las ciudades al grado de ser zonas deterioradas, inseguras e insalubres debido a que sus visitantes no suelen cuidarlos.
¿La belleza construye ciudades? no, pero si queremos que nuestras ciudades sean consideradas bellas y agradables a los ojos de una gran mayoría es necesario apropiarnos de nuestra cultura, de nuestros espacios, cuidarlos y habitarlos, en el más profundo y sencillo arte de habitarlas, porque lo que hace la diferencia entre habitar o no una ciudad, en palabras de Martin Heidegger es cuidarla.