Cambio para bien/ Debate electoral  - LJA Aguascalientes
21/11/2024

Este periodo en el que nos encontramos representa una serie de cambios en materia electoral, en buena medida necesarios tanto para oxigenar las instituciones, como para realizar las evaluaciones que sean necesarias en torno a mejorar lo que se hace bien y aprovechar las áreas de oportunidad.

No está de más señalar que uno de los cambios que se están gestando, es el que se relaciona con la titularidad de la presidencia del Instituto Estatal Electoral, cargo que honrosamente he ocupado durante los últimos siete años, y que se encuentra próximo a su definición, luego de que en esta misma semana, las diez candidatas que atienden el procedimiento convocado por el Instituto Nacional Electoral, tuvieron sus entrevistas con las consejeras y los consejeros del Consejo General del organismo nacional, última etapa del procedimiento, previo a la designación.

Cualquier cambio debe verse como la oportunidad de mejorar las cosas. Es cierto que todos tenemos, si no miedo, un cierto disgusto al cambio. Cuántas veces no nos ha pasado que, en cualquier aspecto rutinario de nuestra vida que se ve modificado, así sea por cuestiones mínimas, esa salida de nuestra zona de confort también nos saca de nuestras casillas; por ejemplo, el primer día en una nueva escuela es un reto para cualquiera, que llega a producir angustia en quien lo padece y que, además, resulta muy puntual ejemplo en estos últimos días de vacaciones escolares.

En una obra italiana de mediados del siglo pasado, que trata sobre la nobleza, la nueva clase burguesa y la política entretelones de ese país, específicamente en la región de Sicilia, se expresa el aforismo aquel que dice “que todo cambie, para que todo siga igual”. La obra de Guiseppe Tomassi di Lampedusa lleva por título El Gatopardo, y de ahí toma su nombre esa filosofía: el gatopardismo.

La base del cambio es precisamente la modificación de las circunstancias actuales. Qué mejor que esa variación se produzca para un mejoramiento del entorno del que se trate. Cambiar para que sigan las cosas en el mismo sentido no deja de ser, entonces, una mera ficción para provocar la novedad apenas perceptible, pero presumible. Una mera distracción. Justificar ante otros ojos que el cambio se dio en mera forma y no en estricto fondo.

Hablando de otros cambios en materia electoral que suceden en nuestros días, se están llevando a cabo los foros del parlamento abierto convocado por el congreso federal, para discutir la reforma electoral.

Se ha hablado solamente de la iniciativa formulada por el presidente, que se remite a la modificación constitucional; sin embargo, a la fecha se encuentran en la cámara de diputadas y diputados federales otros cuarenta y un proyectos de decreto por los que se reforman, entre otros, los artículos 35, 41, 52, 53, 54, 55, 56, 63, 73, 81, 82, 99, 105, 115 y 116 constitucionales, de parte de prácticamente todos los grupos parlamentarios representados en el legislativo, sobre temas variopintos: lo mismo la reducción del número de diputaciones, la posibilidad de legitimar al INE para promover acciones de inconstitucionalidad contra leyes en la materia electoral, hasta disminuir la edad mínima para votar desde los dieciséis años.

Insisto, bienvenidos los cambios. No hay que tener miedo de salir de la zona de confort, siempre y cuando analicemos las consecuencias que puede acarrear cualquier reforma. El reto que tenemos ante nosotros respecto de este tema es, primeramente, responder a la pregunta de qué tan pertinente resulta en estos momentos una reforma de tal magnitud. Desde 1977, año en que se considera la génesis de nuestro sistema político-electoral tal como lo conocemos, las reformas han sucedido por lo menos en cada sexenio, por lo que no debería de asombrarnos el hecho de modificar nuestra norma. El punto para dilucidar es la progresión a la que queremos llevar el resultado.

Cada cambio a la constitución y a las leyes que de ella derivan en materia electoral ha sido para generar un beneficio visible, y en muchos casos a corto plazo, en la construcción de la democracia a la que aspiramos. Las reformas en este país han sido impulsadas desde la oposición, a fin de garantizar elecciones más equilibradas, y con el beneplácito del gobierno en turno para adquirir un tanto más de legitimidad democrática. En ese sentido, ahora se pretende una serie de reformas regresivas, desde el gobierno, con una oposición disminuida, y lo que es peor, con una ciudadanía poco interesada en el tema.


Cualquier cambio es bueno, insisto, y en la vida habrá algunos que sean, además de necesarios, imprescindibles. Habrá que involucrarnos de tal manera que esa sensación natural de angustia ante lo desconocido que se encuentra por venir sea, en todo caso, la que nos impulse a seguir adelante. Lo que no debemos permitir es ese cambio cosmético que solamente disfraza en apariencia la posibilidad de que las cosas mejoren. Evitemos ese cambio que, únicamente, deja las cosas tal como están.

 

/LanderosIEE

@LanderosIEE


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