Patricia Davila
La muerte de Luis Echeverría en nada cambia la lucha de los familiares de sus víctimas para dar con el paradero de éstas ni los procesos de investigación de la CNDH, dice en entrevista su titular, Rosario Piedra Ibarra. En todo caso, señala, el expresidente –con quien la luchadora social Rosario Ibarra de Piedra se entrevistó en 39 ocasiones, infructuosamente– perdió la oportunidad de hacer justicia y la historia lo está juzgando en consecuencia.
A Luis Echeverría Álvarez lo absolvió la simulación de justicia, pero la historia no lo absolverá. Reprimió, violó gravemente los derechos humanos y cometió el delito de desaparición forzada, tortura y de genocidio, afirma Rosario Piedra Ibarra, hija de doña Rosario Ibarra de Piedra, la incansable luchadora social que murió sin encontrar a su hijo Jesús, desaparecido por el régimen represivo. En su lecho de muerte, sus hijas le prometieron seguir luchando hasta dar con su paradero.
Rosario Piedra, cuyo nombramiento como presidenta de la Comisión Nacional de los derechos Humanos (CNDH) fue cuestionado y provocó renuncias de consejeros, espera que en los dos años restantes de la presente administración los archivos de campos militares, bases navales, hospitales y prisiones realmente sean abiertos: “El presidente tiene empeñada su palabra; vamos a seguir pidiendo que se abran”.
En entrevista, Piedra Ibarra lamenta que organismos internacionales como la ONU y Amnistía Internacional no hayan ayudado a su madre. Advierte al pueblo de México que la justicia no viene sola: “Siempre tiene que haber presión popular, presión social”.
–Su madre fallece hace meses sin encontrar a su hijo Jesús, y sin justicia, porque Luis Echeverría legalmente no es considerado un genocida… –se le plantea.
–No muere sin ser considerado un genocida. Es considerado un genocida por las víctimas, por una buena parte del pueblo de México, por organismos internacionales, gracias a la lucha de 50 años de mi madre y de muchas otras personas, para que Luis Echeverría Álvarez sea considerado un presidente que reprimió, violó gravemente los derechos humanos y cometió el delito de desaparición forzada, tortura y genocidio.
–¿Ella falleció con algún sentimiento de frustración por no haber visto la justicia aplicada en Luis Echeverría?
–No Luis Echeverría nada más, en eso tendríamos que ser claros. Echeverría es un personaje oscuro, terrible, represivo, un sátrapa, como se le ha llamado. Pero (la frustración) sobre todo es por la angustia de no saber de los nuestros. La lucha que emprendió mi madre y que tenemos muchas de las víctimas, en este caso yo estaría hablando también como la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, es buscar la justicia, saber de los desaparecidos. Saber la verdad, y la justicia vendrá después. Esta es la lucha de mi madre.
“¿Cuál fue siempre su angustia? No saber de su hijo, en dónde estaba, en qué condiciones se encontraba. Tuvo noticias de que a mi hermano lo había detenido la Brigada Blanca de la Dirección Federal de Seguridad, entonces comandada por Luis de la Barreda Moreno. Esto es algo muy terrible porque hay partes filmadas, sabemos que fue capturado, trasladado de la ciudad de Monterrey a México en avioneta, que Miguel Nazar Haro lo entregó y que a raíz de esa fecha permaneció en prisiones clandestinas, en Santa Martha Acatitla, en el Campo Militar Número 1 (de la Ciudad de México) y la última vez en que se le vio fue en el Campo Militar La Joya (en Torreón, Coahuila).
–Comentaba que no sólo fue Luis Echeverría. Sin embargo se considera el ejecutor político y la justicia lo absuelve de genocidio. ¿Es justo?
–La “justicia” entre comillas, porque en ese tiempo del presidencialismo, en que existían todas esas complicidades y pactos de silencio de un presidente a otro y de las autoridades, no puede decirse que había justicia. A Echeverría lo absolvió la simulación de justicia. Eso tiene que cambiar en este país.
Asegura: “Si lo absolvió esa supuesta justicia, la historia no lo absolverá. De eso nos vamos a encargar quienes queremos que se conozca la verdadera historia, la historia oculta que un régimen presidencialista, de corrupción y de simulación ha querido ocultar”.
Por ello, señala, casi a su llegada a la CNDH se creó la oficina especial para investigar la represión y las desapariciones forzadas por violencia política del Estado durante el pasado reciente, que abarca de 1951 a 2016, pero si encuentran violaciones anteriores o posteriores se incluirán.
Abrir todos los archivos
Sobre los hallazgos de esa oficina especial acerca del periodo en cuestión dice:
“Queremos romper con ese mito de la Guerra Sucia. Nosotros, y creo que mi madre también así lo consideraba, creemos que la Guerra Sucia es un mal nombre, eso no existió. Existió violencia del Estado hacia la población, no nada más hacia los disidentes, porque cuando hubo la represión no se enfocaba únicamente a quienes en este periodo de 1965-67, o después del 68, deciden tomar las armas. No se limitó a eso, sino se persiguió a los guerrilleros, a esos jóvenes valientes que tomaron las armas para cambiar un régimen porque ya había antecedentes de violencia.
“Eso es lo que hemos estado encontrando en esta oficina especial. Por eso elegimos 1951 (como inicio del periodo de investigación), cuando Miguel Alemán crea la DFS. Un aparato diseñado para atacar a todo aquel que se sospechaba fuera un peligro para el sistema, para el Estado. También se dieron masacres terribles que están olvidadas.
“Echeverría formó parte de ese aparato represivo del régimen; fue artífice, pero no fue el único. También hay jefes de la policía, militares. No podemos desconocer cómo se utilizó al Ejército y a la Marina.”
Sobre los nombres de los otros involucrados en esos crímenes, señala que debido a la investigación no puede ventilarlos, excepto los ya conocidos: Miguel Nazar Haro, Luis de la Barreda…
Piedra Ibarra señala que no tiene fecha para la presentación del siguiente informe, que abarca el periodo de Luis Echeverría y “otros actores”, sin embargo asegura que la CNDH se apresura:
“Queremos que las víctimas estén satisfechas. Él (Echeverría) tenía mucha información. Lo importante es abrir los archivos, no sólo el Archivo General de la Nación, sino los de campos militares, bases navales, de hospitales, de prisiones. Es un trabajo titánico y requiere de cooperación para que haya apertura.
–¿Cree que el Ejército realmente abra sus archivos?
–Hay un anuncio de que lo van a hacer, y si no se hace, pues para eso confiamos en nosotros mismos, en las víctimas y en el pueblo. Por eso la importancia de que el pueblo se entere de los pasos que se están dando y de que en un determinado momento, si esto no pasa, se ejerzan todos los mecanismos para hacer posible la apertura de estos archivos y desde la CNDH ejercer también todos los instrumentos legales con que contamos para poder llegar a la verdad y con ello a la justicia.
–¿Obligar al Ejército? –se le insiste.
–Abrir los archivos es un derecho que merecemos todos los mexicanos, no con un afán de venganza, sino de saber quiénes son los verdugos, los perpetradores. Pero sobre todo tenemos que saber qué pasó con nuestros familiares, dónde están, si es que algunos están, si no están pues tendría el Estado que decir qué hizo con ellos a través de los informes que den. Y para eso estamos, para llegar a la verdad, y yo creo con ello vendrá la justicia. La desmemoria es lo más terrible que le puede pasar a un pueblo.
Acerca de si su madre doña Rosario Ibarra de Piedra estaba satisfecha con el trabajo de su hija como presidenta de la CNDH, señala:
“Yo creo que ella sabía que lo que se hiciera de parte mía era en base a eso. No puedo yo, como hija de Rosario Ibarra, traicionar esa búsqueda incansable, esa esperanza. Mi madre se entrevistó con Luis Echeverría Álvarez en 39 ocasiones; en algunas la logré acompañar, en otras mi hermana, en otra será mi hermano. ¿Y qué hacía ella? Reclamarle justicia, le exigía saber el paradero de mi hermano. Nosotros estamos en eso, aunque él (Echeverría) ya no esté, porque de él vimos la cerrazón, que no iba a aportar nada”.