Representación mediática y dominación política/ Memoria de espejos rotos  - LJA Aguascalientes
27/04/2025

Ni cuando estés comiendo tierra, y en la pura soledad

¿Allí a quién vas a acudir, cuando ya no gire el mundo en torno a ti…?

El mundo en torno a ti – Nacho Vegas

 

Los humanos somos seres eminentemente sociales. Eso hace que la manera en la que construimos y conceptualizamos nuestra realidad social esté basada primordialmente en cómo construimos nuestra comunicación (sobre todo la mediática). Así, la comunicación tiene un carácter netamente político; es decir, la forma en la que enunciamos la realidad a las personas (y la manera en la que aceptamos cómo las personas nos enuncian la realidad) es, en última instancia, no sólo un acto para la expresión, sino un acto que legitima o deslegitima la dominación y el poder.

Esto ocurre porque, cuando validamos de manera colectiva ciertos discursos, éstos se vuelven no sólo una enunciación que pretende describir la realidad; sino que, al reiterarse estos discursos y propagarse por diversos canales comunicativos, se convierten en la forma con la que interpretamos la realidad misma. Así, en cada discurso mediático, podemos encontrar posturas sobre el poder y la dominación, sobre la obediencia o la desobediencia, sobre la horizontalidad o la verticalidad jerárquica en las sociedades, o sobre cómo son representadas las figuras estereotipadas de quienes mandan o quienes obedecen.

Con ello, los grupos de poder inoculan en la mente de las personas dos componentes claves en la dominación política: primero, la falsa ilusión de que la realidad objetiva coincide con la representación mediática de la realidad; y segundo, el sentimiento popular de aspiración a poseer las cualidades, características, o valores estéticos y políticos, con los que son representados aquellos estereotipos asociados con lo deseable. Esto, sin duda, es un proceso de adoctrinamiento y legitimación de los estamentos de dominación política, y está tan normalizado que ni siquiera lo percibimos.

Esto es muy claro en, por ejemplo, las narrativas de ficción que se popularizaron antes del siglo XXI, en las que los personajes protagónicos y antagónicos tienen ciertas características de racialidad, de clase social, de orientación sexual, o de cualidades estéticas. No es de sorprender que su construcción mediática se haya dedicado a legitimar, por ejemplo, la sobre representación de personajes prioritariamente blancos o de estética caucásica, principescos y románticos, heterosexuales, de complexión delgada, y de valores que les hacen ascender en el estatus. Esos referentes nos construyeron la realidad.

Nuestra cultura ha estado fuertemente influenciada por lo euro centrista (al menos desde el virreinato hasta el siglo XIX), y con una enorme influencia norteamericana (todo el siglo XX y lo que va del XXI); así, podemos ver cómo ha sido la construcción de nuestros referentes culturales, y cómo éstos coinciden con la representación que gruesos grupos sociales tienen como aspiración de lo deseable. La moral capitalista, católica o protestante, de dominación racial blanca, nos ha hecho semejar algunos estereotipos o conjuntos de características con valores de virtud o vicio.


Estos ejemplos son palpables en los contenidos narrativos que nos han alimentado por generaciones: desde las princesas y villanas de Disney (con mujeres blancas, “guapas”, jóvenes, y delgadas, que necesitan ser salvadas ante antagonistas obesos, viejos, “feos”, o racializados), hasta la dirección de casting en las telenovelas (con estereotipos de personajes caucásicos como ricos y los morenos como pobres), pasando por la selección de características físicas y de expresión de género, con las que se determina quién aparece a cuadro en programas de toda índole. Eso ha sido adoctrinamiento político.

Ese adoctrinamiento político ha estado presente desde hace siglos, para legitimar un discurso de dominación que nos hemos tragado como algo “normal”; pero que en realidad ha abonado a la inequidad, la injusticia, la hegemonía, y la sobre representación de unos a costa de la sub representación de otros. Ha legitimado, por ejemplo, los roles de género y los moldes para construir la masculinidad. Baste ver casi cualquier película del llamado “cine de oro mexicano” para observar en esos bodrios nefastos cómo las generaciones que nos precedieron fueron afectadas culturalmente.

Por ello, en la construcción de ciudadanía democrática, es sumamente importante revisar y volver a construir los referentes culturales y discursivos para representar a la realidad. Debemos incluir e integrar otras nociones diversas y plurales; alejadas del eurocentrismo, del capitalismo, de las hegemonías raciales blancas y heterosexuales; distintas de la dominación cristiana y patriarcal. Esto, por una necesidad elemental: nuestras comunidades son diversas, y han sufrido una sub representación de esa diversidad. Por eso, quienes tienen menos herramientas intelectuales critican la existencia de personajes diversos; porque no entienden la realidad.

 

alan.santacruz@gmail.com

@_alan_santacruz

/alan.santacruz.9


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