LEA/ Bajo presión - LJA Aguascalientes
21/11/2024

La muerte obliga a la censura, porque es de mala educación hablar mal de los muertos, el respeto a ese código de buena conducta no escrito va en contra de la necesaria memoria histórica, favorece la impunidad y no beneficia en nada a la obligación que tenemos de estudiar y analizar nuestra historia. Falleció Luis Echeverría Álvarez y ya muerto, todo parece indicar que escapará al juicio de la historia, de la misma forma en que evadió la acusación de genocidio por la matanza del 2 de octubre.

Uno de sus empleados, Augusto Gómez Villanueva, desde la Cámara de Diputados difundió un comunicado en donde, zalamero, ensalzó la figura de su jefe, en ese texto, el diputado afirmó que “falleció un gran mexicano, el expresidente Luis Echeverría Álvarez, un hombre con sentido nacionalista, impulsor de instituciones y de la igualdad de la mujer”; según Gómez Villanueva, LEA debe ser recordado por su compromiso con México, los campesinos, los obreros y como quien estableció los cimientos de la infraestructura turística nacional.

En un texto reciente, Enrique Krauze califica a Luis Echeverría como irredimible, porque hizo “Todo para redimirse ante la historia. Todo para lavar sus manos de la sangre derramada en Tlatelolco. Murió sin lograrlo”.

Luis Echeverría no fue un monstruo, pero tampoco el dios del tercer mundo, los logros de su administración, incluso las buenas acciones resultado de su gestión (como nos recuerda Carlos Reyes Sahagún en su Imágenes de Aguascalientes) no se pueden desligar de su responsabilidad en el desastroso manejo de la economía nacional, la masacre del 2 de octubre en Tlatelolco en 68, la represión sangrienta del Jueves de Corpus en el 71, la guerra sucia en la primera parte de la década de los 70, la manipulación de las centrales obreras y campesinas, los ataques contra la libertad de expresión y el periodismo, específicamente contra Julio Scherer y Excélsior… la lista es larga.

No por nada Daniel Cosío Villegas escribió que tras examinar los textos y actos de Echeverría “con todo el dolor de mi alma he llegado a una conclusión negativa. Y no, mil veces no, porque considere yo al Presidente un hipócrita o un farsante, sino porque no está constituido física y mentalmente para el diálogo sino para el monólogo, no para conversar sino para predicar. Mi conclusión se basa en la desproporción de sus reacciones o las de sus allegados ante la crítica, y en la pobreza increíble de los argumentos con que la contestan”, o con mayor contundencia, en otro texto establecer que “por esa sed insaciable de poder y por su temperamento personal, Echeverría ha terminado por creerse un Mesías, es decir, el escogido por Dios para revelar al mundo la Verdad”.

Se equivoca Augusto Gómez Villanueva al querer ensalzar a Echeverría Álvarez y establecer que deberá ser recordado en la historia de México como un dios, no lo fue y nunca lo será, fue un hombre con debilidad por el poder y adicto a la represión, al que le toco implementar algunas de las instituciones fundamentales en el país, pero no por su deseo, sino porque ocupaba la silla presidencial.

Si Echeverría escapó a la acusación de genocidio, que no escape al juicio de la historia.

Coda. La frase final de “El 18 Brumario de Luis Echeverría”, que Gabriel Zaid publicó en 1977 es demoledora, señala que Luis Echeverría “en vez de usar los poderes que tuvo para servir al país, los reinvirtió en adquirir más poder: se dedicó apasionadamente a hacer crecer la silla presidencial, hasta que le quedó grande”. Así fue.

 


@aldan


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Director editorial de La Jornada Aguascalientes
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