En el mundo, cientos de ciudades cuentan con ríos en su interior que aportan un gran valor ambiental y de esparcimiento para su población, muchos de ellos emblemáticos como el río Sena en París, el Támesis en Londres o el Manzanares en Madrid. En otras, la urbanización no planificada ha impactado negativamente en la calidad de estos cuerpos de agua, de manera que con frecuencia están contaminados, ocupados de manera irregular o simplemente degradados por la falta de conservación, lo que hace que pierdan su valor ecosistémico y su potencial como áreas verdes y espacios públicos de una ciudad. Y en muchas más, los ríos son canalizados o enterrados con infraestructura gris supuestamente para gestionarlos de manera más eficaz, lo que muchas veces de hecho aumenta el riesgo de inundaciones porque el agua con el tiempo regresa a su cauce natural.
En ese contexto, el río San Pedro en Aguascalientes no sólo es uno de los principales elementos hidrológicos de la entidad, sino que además atraviesa gran parte de la zona urbana, con lo cual un porcentaje importante de la población reside en su entorno inmediato. Sin embargo, la ausencia de programas ambiciosos de conservación ha llevado a la degradación de distintas secciones del río y al desaprovechamiento de este espacio natural para el esparcimiento de la población.
Ahora bien, la gobernadora electa de Aguascalientes, Tere Jiménez, se comprometió recientemente a recuperar 14 kilómetros de este río para crear lo que denominó el “Corredor Verde Metropolitano”, un proyecto que contempla acciones de reforestación, saneamiento del agua y construcción de infraestructura recreativa, incluyendo ciclovías, trotapistas, entre otras. Pero ¿qué implica la recuperación integral del río? ¿Qué recomendaciones pueden extraerse de procesos exitosos en ciudades similares? Veamos.
Primero, se requiere entender la recuperación del río de manera multidisciplinaria e integral. En materia ambiental, sería indispensable garantizar el saneamiento a través del tratamiento de aguas residuales y procesos de purificación, de sistemas de drenaje de agua pluvial, de evitar descargas de residuos sólidos e implementar medidas de reforestación. En cuanto al uso público de este espacio, se deberían programas actividades que respondan a las necesidades de los grupos poblacionales que se busquen atraer. Los jóvenes, por ejemplo, suelen buscar espacios para ejercitarse, mientras los adultos mayores suelen requieren espacios de descanso e interacción, y los niños más pequeños suelen disfrutar más los lugares con juegos u otras opciones de entretenimiento para su edad. Además, la recuperación del río debería incluir medidas de movilidad para facilitar tanto los desplazamientos al interior del corredor como el acceso en distintos modos de transporte desde las colonias adyacentes.
Segundo, sería útil contar con un “plan maestro” del proyecto que abarque no sólo los 14 kilómetros que se buscan transformar en el próximo gobierno sino el río en su totalidad, para definir una visión a futuro del río que se quiere para la ciudad. Un plan que contemple medidas de hidrología, paisaje, movilidad, infraestructura, etcétera, permitiría informar la toma de decisiones a partir de una visión coordinada sustentada en un diagnóstico robusto. También permitiría establecer de manera clara los objetivos y las metas, los responsables y sus responsabilidades, y los plazos, acciones e inversiones a realizar. Además, ayudaría a que la implementación se realice con base en una hoja de ruta compartida y, con ello, evitar acciones fragmentadas, descoordinadas o contradictorias.
Tercero, el proceso de planeación y diseño y la ejecución de las obras deberían realizarse –de manera organizada y con el apoyo de expertos– en conjunto con la población de las colonias adyacentes, la cual representaría a una parte importante de los usuarios potenciales. Como muestran experiencias exitosas similares, la participación de la población fomentaría una mayor apropiación de los nuevos espacios a lo largo del río y facilitaría la ejecución de las obras y las labores de operación y mantenimiento en el largo plazo. Asimismo, se debería involucrar a expertos en distintas áreas especializadas relevantes para el proyecto, como hidrología, diseño urbano, transporte, entre otras, para incorporar las especificaciones técnicas más adecuadas.
Cuarto, la sostenibilidad de la recuperación del río podría requerir la creación de una nueva institución diseñada exclusivamente para gestionar la planeación, el diseño e implementación del proyecto, así como la operación y mantenimiento a largo plazo. En muchas ciudades existen instituciones encargadas específicamente de la gestión de los ríos urbanos, y cuentan con los recursos humanos, materiales y económicos suficientes para ello. Y si bien no necesariamente se requieren estructuras grandes o costosas, suelen contar con personal altamente calificado y con facultadas para movilizar recursos de los sectores público, privado y social, incluyendo donaciones, concesiones, entre otras.
En conclusión, esperemos que la recuperación de una primera sección de 14 kilómetros del río San Pedro logre materializarse en la próxima administración estatal y que el proyecto realmente cuente con el sustento ambiental, social, económico e institucional necesario para garantizar el éxito y la sostenibilidad de esta iniciativa. Aguascalientes, sin duda, puede contar con un río urbano de alta calidad para beneficio de la población.
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