El mural de la Feria de San Marcos/ Imágenes de Aguascalientes  - LJA Aguascalientes
21/11/2024

Sobre el dintel de la puerta poniente del Salón de Recepciones del Palacio de Gobierno, donde Oswaldo Barra Cunningham plasmó hace 60 años el mural dedicado a la Feria de San Marcos, se recuesta la diosa fortuna, protegiendo de otros codiciosos la riqueza mal habida en el juego. Detrás de ella está el presidente del Patronato de Asistencia Social, entregando una moneda, ¡una sola!, a una mujer de cuyo rebozo se asoma un niño. Debajo varias manos se alzan en pos de la mísera prebenda. Desde la oscuridad del anonimato esperan la atención de dicha institución, y entre ellos están los papeleritos que venden el periódico, pintados con una dedicatoria especial. Una moneda, ¡sólo una!, que contrasta con las pingües ganancias de la jugada.

La escena que brota al lado de los vendedores de periódicos está partida por el primer arco. Es el palenque, la pelea de gallos que dio origen al himno de la verbena. ¡Ya comienza la pelea!, las apuestas ya cazadas, las navajas amarradas, centellando bajo el sol. Alrededor del pequeño ruedo, varios pares de ojos siguen los movimientos de los animales, con las plumas relucientes, aventando picotazos quieren hacerse pedazos, pues traen ganas de pelear. ¡Miren a ese hombre de ojos saltones, que sostiene la cabeza entre las manos, quizá presintiendo el final de la pelea, funesto para él, y la pérdida de una buena cantidad de pesos. Otros observan el encontronazo con mirada concentrada, la expresión fría. ¡Vean al hombre de traje azul, la mano izquierda en la cara! ¿y qué me dicen de los de sombrero de al lado? Todos ellos son observados por el gallero, que mira la pelea desde arriba, empotrado en un arco negro que parece prolongación del arco de cantera. Mira la pelea mientras acaricia el lomo de su gallo, a la espera de que el colorado mate al giro y se ponga a cantar.

Fuera del palenque, en el aire libre del jardín, los tapancos convocan a las parejas, que encuentran en el baile un pretexto legítimo para acercarse al ser amado; la coartada perfecta para la experiencia de un suave erotismo, ese acercamiento al cuerpo deseado de manera discreta y suave, y ese calorcillo excitante que brota desde lo más íntimo, y explota en la piel que vibra, que acaricia, y espera ser acariciada. Aquí, tres mujeres cantan ante un micrófono una sentida canción de amor, y allá una orquesta interpreta un ritmo de moda, y ante las dos agrupaciones musicales bailan las parejas, ellas luciendo entallados vestidos que resaltan sus atractivos, y ellos riguroso traje. En unas el movimiento es lento, en tanto en otras es frenético. Entre toda esta gente destaca un hombre solo, debajo de los saxofones. Es el artista del grabado Francisco Díaz de León, infaltable en la feria. Felicitaciones, ampliaciones para esta columna, sugerencias y hasta quejas, diríjalas a [email protected].


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