Tengo la fortuna de participar en mi Alma Máter, la Universidad Panamericana, como docente en la carrera de Derecho desde hace ya algunos años impartiendo el Seminario en Derecho Electoral a abogadas y abogados que están ya en el último semestre, justo en la transición de ser licenciadas y licenciados. Ha sido una experiencia fascinante el contacto habitual con personas que ya cuentan con cierto conocimiento en la materia, a las que les falta solamente la forja en la lidia y que, a la vez, tienen todas las esperanzas en encontrar en el Derecho una de las mejores herramientas que tenemos para la convivencia humana en un ambiente de cordialidad.
Durante esta semana que concluye, dos efemérides se dieron cita como año con año, para recordar al gremio jurídico el compromiso que tenemos por hacer de éste un lugar mejor. Por un lado, el 12 de julio se conmemoró el Día de la Abogacía en México, en recuerdo de la instauración de la primera cátedra de Derecho en 1553, cuando todavía nuestro territorio era conocido como Nueva España. Por otra parte, el 14 de julio, mundialmente es conocida la Toma de La Bastilla, acción que simbólicamente señala el fin de la monarquía absoluta francesa, germen de muchas otras luchas por la democracia.
Quiero relacionar ambas fechas a partir de las reflexiones hacia mis estudiantes de Derecho, mujeres y hombres en proceso de formación que eligieron la profesión más bonita de cuantas hay -excepto claro está, la que Usted querido lector, querida lectora, determine- que es la abogacía. Es cierto que muchos chistes (memes, en la actualidad) se cuentan sobre quienes ejercemos tal profesión, y como cuando de hablamos de estereotipos, el abogado se representa entre otras cosas como aquel leguleyo que, de entrada, pide una cantidad de dinero para copias. No dudo que en algunos casos así sea, sin embargo, entiendo también la función social del humor: por supuesto que no todos somos así.
Creo que esta percepción va aparejada a la situación de lo que la gente entiende como la función del abogado y de la abogada. Si ponemos en un contexto simple la actividad de aquella persona que es llamada (ad vocatus) para comparecer ante una persona juzgadora veremos que es la de exponer el caso de tal manera que quien dicta la sentencia trate de aplicar el Derecho como consecuencia de aportar mejores argumentos en esa premisa. No obstante, la mayoría no lo entiende así, pues la mayoría de la gente clama venganza, en un equivocado concepto de justicia.
El uruguayo Eduardo Juan Couture es conocido entre el gremio no tanto por sus estudios procesales en materia civil, la que fuera su especialidad, sino por su decálogo en el que propone la manera en que debe conducirse quien se dedique a la abogacía. Me quiero referir al enlistado en el número 4, en donde señala que el deber del abogado y la abogada es el de luchar por el Derecho. No obstante, aclara: el día en el que se encuentren en conflicto el derecho con la justicia, hay que luchar por la justicia.
De entrada, refiere dos conceptos que invariablemente van ligados, pero que son distintos, el Derecho y la justicia. Mientras que el primero lo podemos concebir como una ciencia que requiere de estudio permanente y que está en constante evolución, la justicia es una virtud, a partir de la cual, se debe dar a cada quien lo suyo.
Las implicaciones de saber qué debemos dar, quién es cada cual, y cuál es lo suyo, vienen desde tiempos inmemoriales. Son preguntas que aún nos seguimos haciendo y cada vez vamos ampliando las respuestas y, con ello, también las dudas. Al ser, entonces, una virtud, no tenemos la capacidad inmediata de percibir qué es lo justo; al respecto decía Santiago Rusiñol “cuando un hombre pide justicia es que quiere que le den la razón”, y muchas de las ocasiones la pretensión del ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, nos hacen volver, entonces, al dilema de que no hay justicia en el talión, sino una ley, humana y perfectible en su concepto de creación humana.
A mis alumnas y alumnos especialmente, y a todas aquellas personas abogadas que aún guardan la idea en sus corazones de una sociedad más justa en todos los sentidos, comprendiendo que el Derecho es uno de los instrumentos más eficaces que se han creado para ese efecto, quiero por este medio felicitarles y recordarles lo que el maestro Couture dejó en su legado: hay que estudiar todos los días y trabajar por y para ese Derecho. Pero conminarles a que si algún día, encontramos una razón para anteponer la justicia, no lo dudemos y venzamos cualquier fortaleza donde se apertreche la ignominia hacia una persona justiciable, pensando siempre en lo que sea justo. Que esa luz ilumine nuestro camino profesional.
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@LanderosIEE