Desde el título, Mujer en voz alta, de la escritora Paloma Cuevas, también conocida por Paloma querida, poemario publicado bajo el sello editorial Cuadernos de la Comuna Girondo, el lector es trasladado al universo femenino, al espacio sagrado en donde se va a nombrar para que todos los presentes lo escuchen, aquello que primero fue gestado en el sagrado silencio de la intimidad, y que se vuelve el génesis de estas páginas, donde la autora escribe: “Soy mujer de pies a cabeza, / en voz baja, en voz alta y en silencio / la voz permanece, nunca muere / queda vagando con rumbo en el tiempo”. Aquí quiero hacer un paréntesis y preguntarle a Paloma: “Para ti ¿existe una voz de mujer, y otra voz de hombre?”. Es un tema recurrente el cuestionar si la poesía debe o no ser clasificada por el género autoral. Más allá de eso, la autora incluye aquí a todas las mujeres, desde Eva como representante de un inicio femenino, hasta “las que vendrán y las que no están más”, y su inclusión se realiza carente de críticas y juicios.
Bien podríamos llamar “mujeridad” a esta condición de ser mujer, a través del tiempo y del espacio, con su diversidad de matices, circunstancias, y empoderamientos, sin comparaciones y, por tanto, sin jerarquías, donde “no se nace mujer, una se crea”, según escribe la autora, con fuerte carga pasional y sabiduría adquirida a través de su propia experiencia. En este sentido se puede afirmar que nos encontramos ante un poemario experimental en donde coexiste una buena dosis intimismo. Su carácter confesional va más allá de lo dicho en voz alta: “Deseo… que tengamos el dulce destino de lo efímero”, o bien: “Amo ser parte del camino que recorro.” Gracias a ello sabemos también que “los miércoles no usa bragas y que los sábados tampoco las necesita”.
Asimismo, nos transmite un sentido lúdico. Aunque no quiero contradecir a Paloma, a la cual por supuesto que considero una mujer hecha y derecha, invariablemente, cuando una la observa, se da cuenta que sigue habitada por esa niña que aporta brillo, intensidad, vida a la existencia. En su mirada se asoma aquella que juguetea, se ríe, se revitaliza todos los días como si a pesar de lo vivido, nada la hubiera afectado. “Entonces dar otros pasos, / que acompasados resuenen / en la orilla de un tiempo pasado, / de un tiempo incierto, pero mío. / Clik, clak, clik, clak.” También se puede observar la alusión a ese mundo primigenio en: “Hubo una vez, una mañana / se llenaba de luz con tu presencia, / me apretaba a tu pulgar, / hasta dejarlo inflamado / soñaba que jamás te irías. / Abría los ojos, aún era niña / tendría tal vez, cinco o seis años. / Tú te ibas, salías por la ventana, a la vida / convertida en humo, nube tal vez, / lluvia de un cielo lejano… /” Por lo que estoy segura que toda gran mujer tiene una niña de oro en su interior, la cual la dirige, la inspira y la sostiene más allá de este plano. Así, afirma: “Me evado a donde el amor es posible. / Donde la inocencia y la ternura existen.”
Pero el tema del universo femenino está entrelazado con otro: el del poder que tienen las palabras, con las cuales se puede materializar lo que antes habitaba solamente en las profundidades del pensamiento. “Alguna vez tendrán caso las palabras, tu risa escandalosa llenará el viento, olvidaremos el dolor de las mentiras, entonces serán ciertos estos versos”. O bien, escribe: “Vaciamos las palabras suavemente / para no lastimarlas y dejarlas ser. / Los silencios se convirtieron en cuencos eternos”. Y al igual que se enuncian palabras, se valora el sentido auditivo: “Hoy es uno de esos aciagos días / en que uno requiere de un oído selecto… / Obviamente, no cualquier oído funcionaría”, dejando en claro que busca un receptor adecuado a su mensaje.
Por otro lado, desde la época de Grecia se nos dijo que los poetas mienten demasiado. Pero a pesar de ello, es a través de la poesía que podemos encontrar verdades imposibles de alcanzar por otros medios. De este modo, nuestra autora se pregunta: “¿Cuál es el costo de vivir vidas mediocres? / ¿Cuál es la razón para existir a medias?” Y es que nuestra autora se entrega en su totalidad a lo que hace. Se da sin reserva ni cálculo. De alguna forma, ha descubierto el poder de la presencia y de la transparencia. De este modo, vuelve a confesarnos: “No voy a los funerales de nadie. / Me declaro emocionalmente discapacitada. / No sé lidiar con lo que la muerte / le hace a los que amo.” También nos informa que “amo las noches de lluvia…”
También Paloma aprovecha el ejercicio poético para romper creencias y aleccionar a las nuevas generaciones: “Calladita, ¿más bonita? / No, mi niña, no te calles nunca. / Calladita más gris, / más reprimida, más rota.” Y sobre todo, para recordar lo verdaderamente importante: “Me dices AMOR y en cuatro letras / mi universo se detiene”, logrando que la Paloma Negra se deshaga frente a nosotros como un puño de ceniza.
Es este un poemario que resulta de la correspondencia con los tiempos actuales donde los feminicidios se han vuelto cotidianos, y que responde a las necesidades de un sector social integrado por mujeres que se han descubierto a sí mismas en riesgo de perder la vida y a las que en forma de homenaje se les entregan los veintiocho poemas que conforman estas páginas las cuales concluyen diciendo: “SiMeMatan tal vez sería una más de las menos, / por eso todas las mañanas me levanto / con el ánimo de hacer que la vida cuente.” Sea pues bienvenida esta Mujer en voz alta con el deseo de que cese la violencia y ninguna tenga que volver a sufrir por el hecho de ser mujer en ninguna parte de la tierra.