Escribir ficción
Mi esposa me preguntó si alguna vez regresaría a escribir ficción. Estábamos comiendo en algún sushi por nuestro aniversario (erré la fecha, mi aniversario debía celebrarse un mes después. Cuando somos dos en una casa, la única cabeza monstruosa de un par de casados tiende a trivializar el tiempo). Dije, muy convencido, que ya estaba escribiendo ficción. Y es verdad: estoy convencido. Una o dos horas al día, me encierro en un mundo de Minecraft y reconfiguro los bloques para construir un espacio espiritual, metafísico. Ya que estoy satisfecho con las edificaciones voxélicas (un voxel es lo mismo que un pixel, pero tridimensional), algunas noches, en el juego genero algún libro en blanco y escribo. He escrito sobre la censura, la coca-cola y mi familia, las adicciones, la soledad, las ganas de coger, las ganas de fumar, los piensos de los cerdos, animales míticos y extraños, los laberintos, los videojuegos, el cáncer que casi me mata. Escribo una autoficción manejada por un monito que se parece mucho a mí, pero no soy yo y eso me da la sana distancia que todo narrador debería de tener con su obra, pero que además recorre otros umbrales por el ámbito donde es generado. El universo infinito de Minecraft, pero contenido y totalmente manipulable, me inspira.
Minecraft para la educación
Microsoft ofrece una certificación gratuita para que aprendas a educar a través de Minecraft. Las lecciones son curiosas, a veces increíbles. Puedes enseñar química, ingeniería y programación a través de una interfaz sencilla, divertida, y que muestra de inmediato el resultado de estos aprendizajes en un mundo simulado. Gracias a esto, unos chavos en Puerto Rico inventaron una empresa que hace jabones y probaron sus fórmulas en este laboratorio virtual, donde podían arruinar y explotar todo sin consecuencias; unos niños en Monterrey, y aulas de todo el mundo, diseñaron un axolote y otras criaturas para ayudar a recuperar los corales de Cancún; una maestra emocionada explica que sus alumnos ya saben que químicos componen el pasto porque lo han puesto en una máquina de Minecraft que separa todo en sus componentes atómicos más básicos. Me monté en ese tren. He aprendido cómo usar esta herramienta e hice la certificación para dar una clase que bien pudo ser aprovechada en una virtualidad que está a punto de desaparecer. Pero también soy escéptico: la porquería del Metaverso, codiciar lo no tangente y lo no existente, continuamente automatizar el mundo que deja atrás a algunos, quienes inevitablemente se preguntan dónde quedó su lugar, dónde está su espacio, qué han hecho para merecer esta soledad extraña. Quizá, como dijo el jefe en Paranoia Agent: “la realidad de que no tengo un lugar a pertenecer es donde realmente pertenezco”.
La biblioteca voxélica de Babel
Doy clases de guionismo y narrativa (videojuegos, animación) en alguna universidad jesuita desde hace un año, tal vez dos. La pandemia hizo difícil para muchos de nosotros entender el tiempo. Algunos, inclusive, se han borrado un par de años (por el encierro, el terror, la enfermedad o la muerte), como si nunca hubieran sucedido. Durante el verano, tomé la responsabilidad del club de Minecraft para que los muchachos hicieran su servicio becario. Les pedí que construyeran, entre otros espacios históricos, míticos, legendarios y ficticios, la biblioteca de Babel de Jorge Luis Borges. Creo que Minecraft es un mundo infinito, generado por algoritmos y procedimientos, inspirado directamente en esta construcción matemática / cuántica. Microsoft, cosa de Bill Gates, habla mucho de que serán necesario educar a los chavitos para que aprendan a ser buenos programadores, que necesitarán estas habilidades en algún grado para su futuro, obreros digitales. Yo pienso otra cosa: para que nadie pierda su camino en este mundo que hemos diseñado para ser cruel, hay que seguir construyendo bibliotecas y levantar espacios de ficción, monumentales bibliotecas, hospitales y parques; mundos hermosos donde podamos platicar, tomarnos de la mano, escribir tonterías, usar el ocio para sobrevivir a la podredumbre de los ciclos aunque sea en una soledad irreal, colorida, distorsionada.
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