Londres, Inglaterra. 10 de junio de 2022. El portavoz del conservadurismo británico, el rotativo Daily Telegraph, publica un artículo del general retirado David Richards intitulado: “Occidente no está pensando estratégicamente sobre la guerra en Ucrania”. En la colaboración, Richards, antiguo jefe del Estado mayor de la Defensa del Reino Unido, sugiere que el gobierno británico aplica una estrategia de “vamos a ver cómo funciona” en Ucrania.
Para el militar en retiro, es impensable que Occidente carezca de una gran estrategia en su trato con China y Rusia, pues “hubo un tiempo en que la conducción de la gran estrategia era la segunda naturaleza de la élite británica”.
La imagen arriba descrita sirve como introducción al presente artículo, el cual pretender explicar el concepto de gran estrategia y por qué afirmar que Occidente, en particular los Estados Unidos, carece de tal herramienta metafísica.
Para el académico estadounidense Williamson Murray, gran estrategia puede definirse como “el entrelazamiento de las realidades económica, social y política con el poderío militar, así como el reconocimiento de que la política, en casi todos los casos, conduzca la realidad militar”.
Por su parte, el profesor Donald Stoker dice que la gran estrategia es “la coordinación de los recursos diplomáticos, económicos y políticos con la fuerza militar”. Asimismo, el soldado británico David Richards afirma que “la gran estrategia es el relleno de la gran potencia. Es la generación, organización y aplicación de los medios inmensos en la búsqueda de objetivos estratégicos”.
La tradición angloamericana en gran estrategia, plasmada en un documento, comienza en febrero de 1946 cuando George F. Kennan, diplomático adscrito a la embajada estadounidense en Moscú, redacta el célebre “telegrama largo”, un mensaje que sostenía que las fuentes de la política exterior de la Rusia soviética eran una mezcla de ideología marxista y del expansionismo zarista. Por último, Kennan hacía un llamado a su país para prepararse para una lucha prolongada.
En abril de 1950, el director de Planeación Política del Departamento de Estado, Paul H. Nitze, escribió el documento NSC-68. En él, Nitze afirmaba que la Rusia soviética “inspirada por una fe fanática, busca imponer su autoridad absoluta sobre el resto del mundo”. Por lo tanto, el NSC-68 propugnaba el rearme de la Unión Americana para contener y derrotar a los soviéticos.
Una década después, las administraciones de John F. Kennedy y Lyndon B. Johnson establecieron la estrategia del 2 ½. Es decir, la capacidad de luchar dos guerras a gran escala y un conflicto limitado simultáneamente. Esto significaba que los Estados Unidos rechazarían una invasión de la Rusia soviética en Europa, un ataque de la China comunista en Asia, y un conflicto menor en África, América Latina o el Medio Oriente.
Después de la debacle en Vietnam y la devaluación del dólar estadounidense, el presidente Richard Nixon y su asesor de Seguridad Nacional, Henry Kissinger, decidieron aplicar dos conceptos: “la Doctrina Nixon”, una noción mediante el cual los Estados Unidos no se involucrarían en una guerra terrestre en Asia; y la “diplomacia triangular”, una concepción que implicaba negociar simultáneamente con la Rusia soviética y la China comunista y lograr el mejor acuerdo posible para la Unión Americana.
En enero de 1980, el mandatario Jimmy Carter, en respuesta a la Revolución Islámica en Irán y la invasión soviética de Afganistán, enunció la doctrina que lleva su nombre, la cual sostenía “que el intento por una fuerza ajena de ganar el control de la región del Golfo Pérsico sería considerada como un asalto contra los intereses vitales de los Estados Unidos”.
Un actor de películas B de Hollywood, Ronald Reagan, asumió, en enero de 1981, la presidencia de los Estados Unidos. Entonces, la postura estadounidense se volvió inflexible y militante con respecto a la Unión Soviética, a la cual Reagan denominó como “el Imperio del Mal”. Reagan y los elementos más conservadores de su administración aplicaron una gran estrategia basada en tres columnas: el rearme masivo y progresivo de los Estados Unidos; combatir a la Unión Soviética en América Central, África y Afganistán; y apoyar a los grupos disidentes en Polonia y Rusia
La caída del Muro de Berlín y la posterior desaparición de la Unión Soviética provocaron una revaluación estratégica: en 1993, la administración de Bill Clinton decidió que la Unión Americana sólo libraría una guerra terrestre a gran escala en el Golfo Pérsico –posiblemente contra Irán o Irak- y otra guerra en la península coreana, contra Corea del Norte.
Los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 y las invasiones de Afganistán e Irak modificaron ligeramente el concepto de combatir en dos teatros de operaciones: los estadounidenses librarían una guerra en dos áreas críticas y serían capaces de vencer decisivamente. Una victoria decisiva fue defina como “la ocupación potencial del territorio enemigo y el cambio de régimen”.
La crisis económica de 2007-2009, el ascenso de China –con su avasallante potencial económico- y el renacimiento de Rusia –con sus intervenciones militares en Georgia, Crimea y Siria- forzaron en 2018 a la administración Trump a publicar una Estrategia de Defensa Nacional, cuya tesis principal es que “el reto principal a la seguridad y prosperidad de los Estados Unidos es el resurgimiento de una competición estratégica de largo plazo por las potencias revisionistas”.
La administración de Joe Biden, hasta la fecha, carece de un sentido estratégico en materia diplomática y militar. Por ello, ha sido superada por sus rivales estratégicos, China y Rusia.
El escribano concluye: en la actualidad Occidente –los Estados Unidos, la Organización del Tratado del Atlántico Norte y la Unión Europea- carece de un documento filosófico en materia de gran estrategia Por ello, el general David Richards propone, para meter una cuña en la dupla China-Rusia, una lección aprendida en los pupitres de la Universidad de Oxford: divide et impera (“Divide y vencerás”, en latín).
Por su parte, la Organización del Tratado del Atlántico Norte buscará en su reunión de final de mes en Madrid, España acuñar un concepto estratégico para lidiar con la Rusia de Vladimir Putin que, a todas luces, probablemente emergerá victoriosa en Ucrania y con el reto mayúsculo que representa China en la región Indo-Pacífico.
Aide-Mémoire. – A 40 años de su conclusión, la guerra en las Islas Malvinas marcó un hito en la historia de sus participantes: la Argentina y el Reino Unido.
Recursos consultados
1. – two-theatre war https://www.britannica.com/topic/two-theatre-war
- – Creating cold war conditions in Asia isn’t easy https://www.indianpunchline.com/creating-cold-war-conditions-in-asia-isnt-easy/
- – The West is not thinking strategically about the Ukraine war https://www.telegraph.co.uk/world-news/2022/06/10/lord-richards-west-not-thinking-strategically-ukraine-war/?fbclid=IwAR3fKoW-j-0s6y3EKfyVGMqzaPn9m1JfcwfI_poz0VSe4L9JN7yxgwodzto
- – Bacevich, Andrew J. (2016) America`s War for the Greater Middle East: A Military Hisotry. New York: Random House
- – Brands, Hal. (2022) The Twilight Struggle: What the Cold War Teaches Us about Great-Power Rivalry Today. New Have: Yale University Press.
- – Stoker, Donald (2019) Why America Loses Wars: Limited War and US Strategy from the Korean War to the Present. New York: Cambridge University Press.