El oficio paisajístico en el arte, permite encontrar un canal de expresión en el que fluye nuestra percepción, facilita proyectar sobre la naturaleza un entramado de sentimientos y visiones de lo que somos nosotros. Así el pintor se siente naturaleza, es parte de ella, es un pintor de la luz, “…el pintor es roca, un árbol, el agua, una nube…”, escribe Carlos Pellicer, a propósito de la obra paisajística de José María Velasco.
Un insumo principal para la creación artística, son los paisajes, que a la par son también socio-ecosistemas, esto es, el resultado de la relación de la humanidad con la naturaleza, que muestran una realidad física y otra inmaterial, siendo esta última, motivo espiritual que da sentido a los grupos humanos y a sus individuos.
Estos humanos se establecen en determinados espacios geográficos naturales y conforme a sus necesidades, conocimientos y limitaciones les van modelando. Estos sitios en la actualidad, se encuentran trastocados por una incontenible y devastadora huella ecológica que asfixia a la biosfera, que pone en riesgo toda forma de vida y la alteración de las condiciones abióticas del planeta y por ende de los ciclos biogeoquímicos.
Cabe enfatizar, que no se es sistémico el aislar algunas zonas del planeta por su relevancia biótica o geológica, declarándolas protegidas por las normativas nacionales e internacionales, Estas son las declaradas por la Unesco como la red Mundial de Reservas de la Biósfera; o aquellas, llamadas Áreas Naturales Protegidas por la secretaría federal encargada del medio ambiente a nivel nacional. En Aguascalientes tenemos a la Sierra Fría, la Sierra El Laurel, El Tecolote, Cobos-Parga y Cerro del Muerto.
¡El planeta Tierra es único y es un sistema, en el que todo está interrelacionado!
A partir de la segunda mitad del Siglo XX, se viene presentando una acelerada escasez y agotamiento de los recursos naturales y una alarmante pérdida de la biodiversidad.
Se suma a ello, la eclosión de conflictos socioambientales propiciados por desastres naturales o los movimientos poblacionales que tiene su génesis en el cambio climático, el cual es el síntoma, más no la causa, de la enfermedad, la cual es el capitalismo salvaje por el que atraviesa el mundo entero, que clama ya, por una justicia ambiental.
Por lo anterior y a guisa de recurso, podríamos ir encontrando de qué manera esos espacios se tornan en preocupación y tema para la creación artística que encuentra una vía de salida como compromiso a las preocupaciones sociales en general, sobre la identidad que se ocupa del horizonte simbólico, la memoria, y que refiere así mismo, al lugar y los sitios sagrados.
Sitios que al mismo tiempo se consideran como un conjunto de elementos bióticos, abióticos y antrópicos que evolucionan configurando con el tiempo un paisaje cambiante en su constitución sobre la Tierra.
Es controversial ofrecer una sola acepción del término paisaje o bien universalista, ya que se emplea lo mismo para referirse a realidades distintas enmarcadas en una idea, un sentimiento o al hacer referencia al entorno físico o natural.
Por lo que el paisaje como obra del hombre, le da un sentido y una grafía esencial particular a sus entornos, como lo pueden hacer igualmente con otro tipo de obras y creaciones que les otorga a esos grupos un rostro particular, con peculiaridades propias que les hace diferentes de otros.
De aquí, que consideremos que el paisaje está constituido por nuestro andar sobre la tierra, por lo que forma parte de nuestra historia como grupo y como individuos, dotándole a esos espacios geográficos por medio de los sentidos de un significado para configurar el sentido de pertenencia como grupo social a algo que nos dota de identidad y con el cual nos referenciamos, estando en juego emociones e ideologías que lo hacen diferente, habiendo tantas interpretaciones de él, como diversidad cultural existe, y por tanto, surjan a la par expresiones artísticas tan disímiles.
Somos los humanos a través de los años y las generaciones en el entorno escogido en sociedad para hacer la vida y soñar, quienes perfeccionamos nuestro hábitat, experimentando con ello, la complementariedad entre humanos y naturaleza. No obstante, han sido desequilibrados los sistemas naturales, perdiendo el valor de la dimensión real que los servicios ecosistémicos ofrecen para la vida en ell planeta.
Unidos a los servicios que otorgan los sistemas naturales se encuentran miles de años de saberes acumulados generación tras generación, que tuvieron como fruto la domesticación de plantas y animales, que han actuado a favor de la transformación de la humanidad que se aprecia entre otros factores, en la producción de alimentos que ha sido primordial en los procesos culturales de la sociedad, y que hoy ha sido eficientada por el uso de semillas transgénicas, fertilizantes y pesticidas por medio de la agricultura y la ganadería intensivas.
Aquellos saberes ancestrales impulsores orgánicos del progreso de distintas culturas, lograron para el caso de México, el cultivo y la diversificación de una gran variedad de plantas y animales.
Intervención cultural que participa en la modificación-humanización, de la naturaleza, por ejemplo, mediante la selección genética natural de plantas comestibles para obtener como resultado una gran variedad de razas de maíz que existen en la actualidad en el país, que conjuntamente con la presencia de la calabaza, el jitomate y el chile, crearon el sistema milpa en el que coexisten conjuntamente, el cual aún en la actualidad preservan los pueblos originarios y que es patrimonio de la humanidad; incluso dicha preservación es a la vez, una respuesta, un acto de resistencia cultural ante la globalización.
Por consiguiente, se preservan con mínimas modificaciones los paisajes. Aquellos entornos podrán estar configurados por parajes lacustres donde la chinampa es probablemente su máxima expresión, en particular en el originario Xochimilco, perteneciente a la extensión territorial de la CDMX, por ejemplo.
Al respecto, obsérvense las escenas de los murales de Palacio Nacional de Diego Rivera, donde se aprecia la ciudad de México Tenochtitlan y una gran variedad de especies que se ofertan en el tianguis prehispánico ligado precisamente a esos procesos culturales de apropiación de la naturaleza. De esta forma, la actividad humana marca el lugar donde se registra su paso histórico, en la configuración de paisajes a través de procesos productivos, afirmando que todos los paisajes son paisajes culturales.
Se citan estos ejemplos subrayando que existen muchos más, por considerarlos como potenciales puntos de referencia en la creación de algunas obras artísticas, como elementos de configuración para aproximarse a una comprensión distinta desde otras esferas.
Considerando lo dicho, quizás sea posible promover actitudes amigables y comprometidas con los entornos, en el marco de la diversidad cultural, en general para incentivar prácticas artísticas contemporáneas, mediante proyectos (más allá de las realizadas dentro del taller). con un enfoque que abreve en el desarrollo sostenible y de sello ecológico, en sintonía e identificación con problemáticas ambientales para fomentar la protección de la biósfera, toda vez que los marcos de actuación se abren a la exploración con la misma relevancia a los contextos desde muy variadas facetas como la económica, la productiva, la educativa, la social, la comunicación, la biológica o la científica en general.
Queda abierto el abordaje para que desde el arte se generen propuestas, nuevos paisajes de carácter finito, efímero, que asuman temas y contenidos que apoyen procesos de creación y visibilización de dichas problemáticas.
Así, el paisaje, permite conocer la visión que cada sociedad tiene de sí misma en relación con su medio natural y el construido, el cual es edificado a través de pautas económicas, sociales e incluso religiosas, sobre un territorio determinado que delimita esa visión configurando nuevas formas de ver y de expresar por medio del arte.
Vemos, en suma, el paisaje que queremos ver, aquel que se identifica con nuestros valores estéticos o sociales, ya que encontramos variedad de formas de mirar, acotadas por dispares tipos de relaciones que se dan socialmente, como son los de clase social, de poder, de pertenencia a algún grupo en particular, los que confluyen en disímiles identidades, e un lugar y un tiempo determinado.
En conclusión, el paisaje desde la esfera del arte, no solamente es un reflejo de la realidad, éste da paso a la fantasía, a las poéticas, a las analogías y las metáforas, lo cual permite acercarse a la experiencia estética desde el ámbito de la creación o en su consumo, que deviene en goce, y que afirma la relación humana con la naturaleza, cuya esencia es el signo de la evolución histórica, social y natural.
Junio de 2022