“El ignorante afirma, el sabio duda y reflexiona” aristóteles
Todos hemos tenido la oportunidad de conocer personas que hablan y opinan de algún área específica sin que sean expertos y que además lo hacen con tanta seguridad que son incapaces de detectar su propia ignorancia. Podemos escuchar a políticos opinar de temas que desconocen; youtubers que no han terminado la primaria hablando de cómo debe ser la educación o disertando sobre salud y debates donde los ignorantes callan a los expertos bajo la consigna de que su voz vale tanto como la de ellos, confundiendo opinión con conocimiento. Esta gente padece el “Efecto Dunning-Kruger
En 1999 los psicólogos, David Dunning y Justin Kruger, le dan nombre a este efecto, después de una investigación que realizaron y publicaron con el título de: “Inexpertos e ignorante: cómo las dificultades para reconocer la propia incompetencia conducen a autoevaluaciones infladas” en dicho artículo concluyen que las personas tienden a valorarse más de lo normal y esta sobrevaloración se da porque carecen de las habilidades de metacognición que les permitiría darse cuenta de su ignorancia.
Cuando alguien no sabe mucho de un tema, normalmente tiende a sentirse inseguro, pero algunos, con poco que hayan leído, puede llegar a creerse conocedores y su propia ignorancia les impide darse cuenta de que no lo son y es que las competencias que se adquieren para ser experto son las mismas que le permitirían autoevaluar su incompetencia (metacongición), es lo que estos psicólogos llamaron, “Incompetencia inconsciente”. Por otro lado, están los que sí saben, pero que creen que nunca podrán ser expertos en ese tema, porque mientras más profundizan en un tema, más ignoran. En el primer caso lo denominaron, “Monte de la ignorancia” y en el segundo, “Valle de la desesperación”
Descubrieron también que se da una interesante paradoja, y es que conforme se va aprendiendo sobre un tema, aumenta la habilidad de metacognición y se reconocen las limitaciones en los conocimientos, por lo que dejan de sentir que lo saben todo, pero al mismo tiempo también van dejando de ser incompetentes en dicho tema.
Dunning y Kruger solicitaron a varios grupos que contestaran un test de conocimientos. Curiosamente los que salieron peor, sentían que lo habían hecho muy bien y los de mejores resultados, creían haberlo hecho muy mal. Los primeros, porque carecían de la metacognición y los segundos porque, al ser expertos, lo consideraron muy fácil y creyeron que todos los harían igual o mejor. Tal parece que los que más saben más dudan de su capacidad.
Este otro fenómeno tan relacionado al “Efecto Dunning-Kruger” donde el que sabe y tiene todos los méritos para ser reconocido, cree que no sabe, se le ha denominado el “Síndrome del impostor”.
Hace algún tiempo charlaba con un prohombre de mi ciudad, una persona mayor, encantadora, con muchos logros en su haber y que ha hecho mucho bien a la sociedad en diferentes aspectos. Pues bien, este hombre nos contaba que le iban a hacer un homenaje, otro más de los muchos que ha recibido en su larga y productiva vida, pero nos comentaba que no creía ser merecedor de ninguno, que no siente haber hecho nada por lo que merezca ser reconocido. Mi sorpresa fue enorme y no entendía bien tanta humildad hasta que tropecé con el famoso “Síndrome del impostor” y con una serie de célebres personalidades que también lo han sufrido, véase a Michelle Obama o el CEO de Starbucks.
El “Síndrome del impostor” fue catalogado en 1978 por Pauline Clance y Suzanne Imes, dos psicólogas clínicas que trabajaron mucho tiempo con mujeres que contaban con un gran historial de logros académicos y laborales, pero no se consideraban exitosas. Vale la pena aclarar que este síndrome lo padecen más las mujeres que los hombres y también que, a pesar de llamarlo síndrome, no se puede considerar una enfermedad mental.
Los que sufren este síndrome consideran que sus éxitos y logros se deben a golpes de suerte o a cualquier otro factor y no al producto de su estudio, trabajo o esfuerzo. La doctora Valerie Young, una de las que más sabe del tema clasifica en cinco grupos a las personas que puede padecerlo: los perfeccionistas, los individualistas, los expertos, los genios naturales y los superhumanos.
Es bueno conocer ambos fenómenos, ya que hoy, más que nunca, habría que ponerles un alto a los pseudoexpertos que hablan sobre temas que desconocen y que, amparados en su popularidad, influyen en la sociedad y no siempre de manera positiva, la mayoría de las veces haciendo mucho daño en el camino. Nunca como ahora tiene razón Darwin cuando afirmaba que: “La ignorancia genera confianza más frecuentemente que el conocimiento”
Creo también que hoy más que nunca hay que visibilizar y valorar al que realmente sabe, porque estudia, trabaja y se esfuerza cada día, ya que son ellos los que deberían ser famosos y conocidos. Es triste ver tantos “incompetentes inconscientes” padeciendo claramente el “Efecto Dunning-Kruger”, avasallando, ocupando espacios y vociferando por la vida y tanta gente importante y valiosa que está relegada y sufriendo en silencio el síndrome del impostor. Unos subidos al “monte de la ignorancia” y otros sumidos en el “valle de la desesperación”
Bien decían Bertrand Russell: “El problema del mundo es que los estúpidos están seguros de todo y los inteligentes están llenos de dudas”
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