Luciano Campos
Con base en una premisa sencilla y muy conocida, del secuestrador que mantiene a sus víctimas cautivas en el sótano de un barrio populoso, Teléfono Negro (The Black Phone, 2022) brilla por su intensidad, en un drama dirigido con maestría, y con excelentes actuaciones.
Lo que sorprende es que el tema ya ha sido abordado en numerosas ocasiones, aunque en esta, hay un material literario superior, que hace que la historia entremezcle con sorpresa el terror que proporciona la tenebrosa intención de un sádico asesino y los elementos sobrenaturales que rondan al protagonista.
El director Scott Derrickson adapta el cuento corto homónimo de Joe Hill, para hacer una pequeña joya de suspenso que bien pudo haber escrito el maestro Stephen King.
En un ambiente retro de la década de los 70, con un look que recuerda la serie Stranger Things, un grupo de niños desaparecen misteriosamente y no son vistos de nuevo. Hasta que le toca el turno a Finney (Mason Thames), un asustadizo chico que es apaleado en la escuela. El Raptor (Ethan Hawke) se lo lleva cautivo a una bóveda subterránea a prueba de ruidos donde hay un viejo teléfono de disco, que desde hace años está descompuesto. O al menos eso es lo que se ve.
A partir del secuestro comienzan a revelarse los detalles del destino de las otras víctimas, a las que Finney conoció previamente y quienes, mediante el singular aparato, aparentemente inútil, lo contactan desde el más allá, para aconsejarlo en su angustiante condición de víctima. Desde su condición de espíritus en pena, se esfuerzan para que pueda sobrevivir en base a decisiones prudentes, inteligentes y, últimamente, con acopio del valor que nunca ha tenido en su vida. Desafortunadamente, todos aprenden tarde que no es bueno hablar con extraños.
Pese a que la acción se desarrolla, mayormente, en el interior del sótano maldito, la acción, lejos de volverse repetitiva, se diversifica, con una interesante exploración del chico frente a las reducidísimas posibilidades de sobrevivir. La tensión se vuelve insoportable, pues el criminal se mantiene cubierto por una máscara que puede mutar a voluntad.
Hawke está increíble en su inusual papel de malvado. Pese a que prácticamente durante toda la historia permanece con el rostro oculto, se expresa con un tono de voz y una mímica escalofriantes. El robachicos es sádico y violento. Goza con el sufrimiento de los niños, aunque de manera permanente habla con susurros, desquiciado, pretendiendo parecer tierno y amistoso, con el impulso homicida evidentemente contenido con un gran esfuerzo.
Plagada de sobresaltos, por un astuto manejo de edición, la cinta se luce por la abundante crispación, con las posibilidades del desenlace fatal, y algunas imágenes perturbadoras. Pero lo que realmente provoca pavor es lo que no se ve. Hay insinuaciones sobre los tormentos espantosos por los que tuvieron que pasar los chicos, que alguna vez estuvieron atrapados en ese cuarto húmedo y desolado en el que no sirvieron de nada sus dolorosos alaridos para pedir auxilio.
Las cuerdas se van tensando lentamente, porque la policía es, como de costumbre, inepta y mantienen sus esperanzas en las visiones oníricas de la pequeña hermana vidente que, en los escasos momentos de humor, recurre a la blasfemia, para que la divinidad le ayude a encontrar a quien busca todo el pueblo.
El arco queda perfectamente marcado en el personaje que está obligado a adaptarse a las circunstancias desesperadas para sobrevivir. Atrapado, comienza a entender la necesidad de transformar su estado emocional de atonía hacia uno de arrojo, pues es la única forma en la que puede salir con vida de esa pesadilla en la que está condenado a morir con crueldad, en manos del sicópata.
Teléfono Negro es una historia de fantasmas, que trae giros de infarto y un siniestro antagonista que merece arder eternamente en el infierno.