La semana pasada tuve la oportunidad de participar en una mesa de análisis sobre la potencial sustitución de los contenidos de libros de texto gratuito (LTG). Antes de compartir mi opinión respecto a esta situación, quisiera precisar que en el documento de trabajo del Marco curricular y Plan de estudios 2022 de la Educación Básica Mexicana, la Secretaría de Educación Pública (SEP) señala que el plan, los programas de estudios, los libros de texto y demás materiales educativos oficiales para la educación básica en todos sus niveles, grados y modalidades deben tener un enfoque intercultural que cruce todo el mapa curricular, sus procesos formativos, la evaluación, la gestión escolar, los materiales y las tecnologías educativos. En este entendido, se les concede, según la SEP, “igual valor al aprendizaje y a la enseñanza que se realiza en espacios de la comunidad local, como el realizado en el aula o en cualquier otro espacio de la escuela”.
En efecto, de enero a marzo de este año, la SEP realizó las asambleas de análisis del plan y los programas de estudio para diseñar los nuevos libros de texto gratuito (LTG) para Educación Básica, con el objetivo de fomentar la participación de maestras y maestros en esta tarea. Cabe precisar que la intención de involucrar a docentes en el diseño de los materiales escolares no es algo nuevo: todo lo contrario, puesto que he atestiguado esta voluntad durante mi carrera magisterial, es decir, desde hace más de 40 años, lapso en el que se ha buscado que el cuerpo docente incida de manera directa en las labores de elaboración de los LTG. Sobre los resultados de las últimas asambleas aún se sabe poco y —como señalé en la mesa de análisis— preocupa que ya estamos a mitad de sexenio y nada garantiza que el gobierno entrante (sea o no afín a la actual administración) les dé continuidad a los posibles cambios.
Ahora bien, considero conveniente repensar la utilidad de los LTG como parte de un sistema educativo urgido de adaptarse a los grandes cambios globales que estamos viviendo a pasos exponenciales. En “Los libros de texto: ¿la disputa por el alma?”, el Mtro. Otto Granados afirma que los gobiernos, preocupados por “dejar su huella”, tienden a usar a los libros de texto como un instrumento para justificar acciones e, incluso, para instalar interpretaciones únicas sobre hechos históricos afines. El franquismo, por ejemplo, lo hizo para instalar la idea de que la riqueza de España era gracias a Dios; el peronismo en Argentina hizo lo mismo para intentar instalar un culto a Eva Perón; el pinochetismo y los gobiernos de centro-derecha lo hicieron en Chile para legitimar la dictadura militar.
Por otro lado, en términos de lo que los LTG pudieran significar para los avances en los aprendizajes, es escasa la evidencia sobre su efectividad en el desempeño de los estudiantes e incluso se sugiere que pueden exacerbar las brechas de aprendizaje, ya que no están diseñados para los estudiantes con menos habilidades.
En efecto, en pleno Siglo XXI, más que en la impronta ideológica, la conversación sobre los cambios educativos deben centrarse en el desarrollo de las habilidades y competencias docentes, la efectividad del modelo educativo, los planes y programas de estudio, la excelencia del currículum, el acompañamiento y apoyo de los padres de familia (un fenómeno que la pandemia demostró que puede reproducir brechas de aprendizaje), el liderazgo escolar, la infraestructura y el uso y aprovechamiento de las nuevas tecnologías.
Finalmente, es sano e importante analizar la concepción de neoliberalismo que emplea este gobierno para justificar sus acciones. Por ejemplo, para el caso educativo, el documento preliminar que propone el cambio curricular señala que el neoliberalismo y sus efectos “nocivos” responden a dos componentes: “por un lado, toma la forma de una política que desmantela la soberanía del Estado-nación para ser sustituido por las reglas del libre mercado y el irrestricto flujo de capitales, desmantelando el estado de bienestar y desapareciendo el pleno empleo. Por el otro, busca que los principios del mercado se apliquen a todas las esferas de la vida, desde el funcionamiento del Estado hasta los actos más sencillos de la vida cotidiana en ámbitos como la educación, la salud, el trabajo, la recreación, la alimentación, a partir de la idea de que los sujetos son empresarios de sí mismos, un proyecto de vida en construcción, un capital humano en formación permanente”.
Como ya lo anticipaba, considero que esta explicación es aún muy débil en sus bases empíricas, conceptuales e históricas, ya que detrás del neoliberalismo hay todo un complejo proceso que se reconstruye de acuerdo con las experiencias que distintos países han vivido, así como en las formas bajo las cuales articulan y conciben las acciones del Estado para participar en la economía, en los ámbitos sociales (como la educación y la salud) y, en general, en la vida pública. La intención de eliminar lo neoliberal difícilmente se va a lograr cayendo en la dicotomía de “lo neoliberal frente a lo no neoliberal”; lo que se requiere es hacer un esfuerzo por entender el mundo, la manera en la que avanza y cómo los gobiernos suelen realizar acciones y políticas públicas para crear espacios de libertad en donde el individuo pueda desarrollarse a plenitud y, al mismo tiempo, sea capaz de vivir en comunidad. En otras palabras, se trata de contemplar a las y los mexicanos como personas capaces de vivir y convivir en pleno siglo XXI en sociedades globales y diversas, una postura que, lamentablemente, no veo por ningún lado.
Te comparto la liga de la mesa de análisis en la que discutimos estos temas: https://open.spotify.com/episode/56YlmeJ5uoMm3LIu1JQtgN?si=511ffa289a314955. De iugal modo, te invito, como siempre, a plantear tus dudas, inquietudes e ideas a través de mi correo electrónico [email protected], o bien, en mis redes sociales: Maestro Perezchica, en Facebook e Instagram, y @RaulPerezchica, en Twitter. Nos leeremos la próxima semana.