El saldo del primer debate oficial entre las cinco candidatas a la gubernatura de Aguascalientes es deprimente, antes que el comentario o el análisis sobre el desempeño de Teresa Jiménez, Martha Márquez, Anayeli Muñoz, Natzielly Teresita Rodríguez, y Nora Ruvalcaba Gámez, se intentó manipular la conversación pública promoviendo el juicio moral sobre estas mujeres. Los fanáticos, más que simpatizantes, inundaron los grupos de mensajería y las redes con señalamientos sobre el comportamiento “grosero” de estas mujeres.
Aguascalientes tendrá su primera gobernadora, esta elección sí es histórica porque es la primera en la que compiten sólo mujeres y, sin importar la bandera política o la filiación ideológica, se está observando y juzgando con la misma perspectiva de las elecciones anteriores, en el fondo hay una resistencia a normalizar la presencia y participación de las mujeres en la política, desde quien minimiza el hecho quedándose en que son cinco candidatas porque así lo manda la ley hasta quienes, en el otro extremo, niegan la capacidad de estas políticas indicando que a la contienda le hacen falta elementos masculinos.
Se rechaza la normalización de la participación de las mujeres en política cuando se reduce a una simple casualidad al indicar que es por ley que los partidos políticos decidieron que fueran estas mujeres sus representantes en esta elección. Igual cuando, con sorna, se les juzga porque se comportan de manera distinta a como lo hacen los políticos varones.
La masa de fanáticos llenó la conversación pública sin discutir lo que ocurrió en el debate y dejando sólo dos opciones, los de un extremo descalificando a las candidatas que no quieran debatir “porque les falta valor”, como si el intercambio de ideas y presentación de propuestas fuera el encuentro entre dos chamaquitos que sólo saben subsanar sus diferencias a golpes; y en el otro extremo, quienes creen que enaltecen a su candidata calificando a las otras cuatro como groseras, agresivas, y que sólo aprovecharon el foro para atacar y denostar.
En ambos extremos lo que permea es el rechazo a que debatir en libertad, como cada una de las candidatas quiera y pueda, es muestra de su capacidad personal, señalar una falta de coraje “masculino” para enfrentar el intercambio, insisto, es la idea machista de que los hombres debemos enfrentar con violencia cuando somos amenazados. Descalificar a las candidatas porque no estuvieron a la altura del intercambio porque hicieron acusaciones y señalaron defectos de las otras aspirantes, es idealizar la forma en que en otros debates se comportan los hombres. Ay, se espantan los de este extremo, porque se acusaron de corruptas, porque hicieron mención a malas prácticas de gobierno o a que evadieron el compromiso con la transparencia y rendición de cuentas al que están obligadas.
¿Debaten de manera distinta los hombres? No. No somos mejores en el intercambio, bastaría acudir a cualquiera de los debates de procesos electorales anteriores para constatar que en ellos también hubo denuestos, descalificaciones, malas palabras y pasión, que son más los candidatos hombres que han mostrado su ignorancia sobre la administración pública y gobierno, muchos más los que hemos caído en la desesperación, que también gritan y se insultan.
Ya es tiempo de normalizar la participación de las mujeres en la política, se les debe juzgar por como lo que son: aspirantes a un cargo público, a gobernar un estado.
Coda. El actuar de la masa fanática me confirma un aforismo de Elias Canetti que recuerdo de forma constante: El que quiera pensar debe renunciar a buscar adeptos.
@aldan