Es indiscutible que todos, absolutamente todos tenemos gratos recuerdos de nuestros mentores académicos, nuestros profes, los maestros que nos ayudaron a formarnos para estar listos e incorporarnos a la cotidianeidad.
El primer acercamiento, las dulces y bien recordadas maestras de preescolar, yo aún recuerdo a “Seño Maye” era algo así como “Señorita Cometa” (para los que no tengan la referencia de este personaje por favor búsquela, es muy divertida) la directora del jardín de niños donde mi mamá me inscribió y que por cierto compartía aula con Luisito, el nieto del presi en turno, tenía sus ventajas, siempre estábamos bien cuidados y más en los paseos. Seño Maye era la onda, aunque no nos daba clase siempre pasaba a saludar y en los recesos participaba en las dinámicas lúdicas con nosotros. Mi Maestra, Miss Susana, ya saben hasta foto con ella tengo, desde aquella perspectiva infantil era como una maga, una sabia muy divertida; ahora a la distancia viendo nuestra foto y buscando en los recuerdos de la memoria me parece que era una maestra muy joven, con paciencia y dedicación para los chavitos, sin duda gratos recuerdos, ojalá Seño Maye y Susana estén aun en esta dimensión, fueron, son y serán unas excelentes educadoras.
Después, y con ya con dos años de experiencia en las aulas, a la primaria, la maestra Carmelita me recibió en primero y después repetimos en cuarto o algo así, miss Norma de quinto, ambas excelentes docentes y le voy a decir por qué; resulta que mi escuelita ofrecía el sistema Montessori; divertidísimo por cierto, en nuestros salones no había mesabancos, no había pupitres ni mesas binarias, teníamos centros de trabajo, es decir una mesa conformada a su vez por cuatro mesas pequeñas obviamente para cuatro integrantes; llegábamos los lunes en la mañana y la instrucción de la maestra Carmelita (por ejemplo) era formar equipos de cuatro integrantes, no podíamos repetir los participantes a lo largo del mes, es decir, una semana trabajaba con Rubén, Mary Carmen e Ivonne y la siguiente semana con alguien más; una vez conformados los equipos, entonces íbamos hacia los centro de trabajo. Al fondo del salón había cinco repisas, en ellas encontrábamos fichas de trabajo por área, la repisa de matemáticas, la de español, la de ciencias naturales, otra de ciencias sociales, una más para creatividad. La mañana del lunes y hasta antes del recreo era para explicar los temas de las fichas de cada área, a detalle, pero invitando a esto que ahora dicen es un modelo innovador de formación académica, “el aula invertida”, bueno sí, pero en los setenta las escuelas Montessori ya lo aplicaban. El chiste es que, después del recreo del lunes éramos libres para seleccionar el área que trabajaríamos, la única consigna es que todo el trabajo debía estar listo para el viernes antes de la hora de la salida. Por eso le digo que un excelente trabajo de las maestras y más si tomamos en cuenta que le hablo de los setenta, sin tecnología como la conocemos ahora; nuestras docentes se convertían en verdaderas tutoras, asesoras, guías, que atendían a cada equipo en la disciplina seleccionada para darnos seguimiento y acabar antes del viernes; la libertad era tal que, si por ejemplo en mi equipo acordábamos trabajar duro y acabar el miércoles, entonces jueves y viernes nos podíamos ir a los juegos, a la alberca, o a actividades que estaban diseñadas para la formación integral, recuerdo que había “como clases” de primeros auxilios por ejemplo, de cocina sin fuego, de pintura, etc., pero también podíamos no hacer nada el martes y miércoles y el jueves ponernos a trabajar para acabar el viernes antes del cierre. Las maestras eran nuestro respaldo, revisábamos la ficha de trabajo con ellas y las desarrollábamos, hacíamos las investigaciones pertinentes, íbamos a la biblioteca de la escuela y si, consultábamos los libros de texto, pero era eso, consulta no pauta obligatoria a seguir, nunca nos llevábamos los libros y los cuadernos a casa, se quedaban en las mesas de trabajo, nunca teníamos tareas para la tarde en el hogar, ese método además del conocimiento curricular te formaba para ser responsable de tus hechos y tus decisiones; pero qué pasaba si algún equipo no terminaba su trabajo el viernes al cierre, se le avisaba a los papás que el sábado tendrían que acudir a clase en horario normal y además apoyar con las labores de limpieza de la escuela por una semana. Hago la misma reflexión que con mi jardín de niños, ahora a la distancia supongo que las maestras recibían una capacitación para poder impartir clases en ese modelo tan innovador y locuaz para la época, literal nos formaban de manera integral y no sólo con el deporte y las actividades artísticas, que, si teníamos, sino en todo el sentido de la palabra integral, responsabilidad, trabajo en equipo entre otras. Si, definitivamente mi primaria fue muy divertida y sin lugar a duda no sólo mi querida maestra Carmelita o miss Norma, seguramente todo el claustro docente debió ser (llamémosle así) de alto rendimiento; se imagina atender a por lo menos cuatro o cinco equipos de trabajo haciendo actividades de diversas disciplinas, respondiendo dudas, motivando a los niños a trabajar y no dejar todo al final, apoyando en la toma de decisiones, además de guiar la formación académica, sí de por si es un difícil estar frente a grupo imagínese con esa dinámica.
La secundaría fue un duro golpe para mí, porque del sistema de aprendizaje más divertido que hasta el momento había experimentado, llegué al esquema tradicional, tal cual, debo admitir que mis compañeros, ahora amigos entrañables me salvaron se sucumbir.
Todo mi reconocimiento a las y los docentes que nos han formado, que nos comparten conocimiento, que nos apoyan y ayudan a ser mejores cada día, no solo en lo profesional sino en lo personal también.
Feliz 15 de mayo, y su optaron por la docencia como un estilo de vida, reconocido esfuerzo, que vengan los aplausos.
@ericazocar