En el periodo que comprendió más o menos 2003 a 2006, en mis hermosos veintes-treintas, tres ferias consecutivas acudí todos los días a los festejos del evangelista; ya sea a tomar una cerveza, un pomo completo o simplemente deambular, me avituallaba de la mano del amigo o amiga que tuviera posibilidad, y volvía la visita diaria una religión (aunque debo de confesar que al templo nunca me paré) que me permitía cantar con todo el chauvinismo de la matria chica: “ay feria bonita, que hasta el alma grita, con todas sus fuerzas, ¡viva Aguascalientes’n! ¡Viva! Que su feria es un primor”.
Pero, los tiempos cambian y como dice el dicho no es lo mismo los tres mosqueteros que veinte años después, y este d’Artagnan mermó sus ganas de salir a deambular por el área de la feria, y básicamente se limitó un día a dar una vuelta obligada, otro a llevar a los niños y listo. Me perdí de cosas que en otros años no hubiera faltado: al menos dos o tres amenidades del teatro del pueblo, el foro de Lago de cajón, por supuesto el encuentro de arte joven y la tradicional puesta en escena en la Casa de la Cultura. Esta ocasión no fue así, aunque debo de confesar que seguí todos los eventos por las reseñas, publicaciones, twitter, tic-tocs, etcétera.
Me puse, en mis días de tranquilidad a reflexionar el aspecto jurídico, que es muy pobre, solo contamos con una desactualizada Ley del Patronato de la Feria Nacional de San Marcos que ningún gobierno se ha preocupado en modificar para dar sustento a la que es sin lugar a duda nuestro mayor ícono; una nueva norma tendría que centrarse además del aspecto comercial, en el cultural. Cuando la Feria Nacional de San Marcos cumplía 180 años, editorial Clío a través de su serie México Nuevo Siglo realizó un documental de relativa calidad Feria de San Marcos: una fiesta mexicana (Daniel Krauze, 2007). Dividido en segmentos, habla de la fiesta de los toros, las reinas, las peleas de gallos, el ferial, la charrería y un sencillo análisis histórico que es sostenido por los investigadores hidrocálidos Jesús Gómez Serrano y Carlos Reyes Sahagún.
El documental hace referencia a algunos decretos y ordenanzas legales que permitieron el nacimiento de la fiesta, pero nunca refirió el aspecto jurídico de la feria en la actualidad, son recientes los decretos que se emitieron, en el sexenio pasado por el gobernador Carlos Lozano de la Torre, para proteger la fiesta brava, la feria, la charrería y las peleas de gallos, un patrimonio cultural intangible invaluable para los aguascalentenses. Esta clase de normatividad jurídica, marcan pauta a nivel nacional e internacional en mecanismos locales de protección del patrimonio intangible, tal vez ahora sea momento de concretizar todos estos avances, complementándolos en una nueva ley que trate a la Feria como lo que es: una amalgama de tradiciones, cultura, espectáculos y otros elementos que la configuran como única. Y es que la ley vigente prácticamente se preocupa sólo por la regulación de la figura administrativa que encabeza los trabajos, el patronato, pero deja afuera el resto de los importantes elementos.
Pero, regresando, esta vez no hubo feria ni alharaca para el suscrito, es más, ni un solo día del festejo amanecí crudo, lo que en otras épocas sería impensable, pero como ya lo dije, ser señor de las cuatro décadas ya me hace alejarme un poco de los tumultos, no me vaya a lastimar la rodilla. Sé que los que fueron la pasaron súper, la gran cantidad de espectáculos, eventos, exposiciones, alcanzó para todos los gustos, los públicos y los bolsillos, de verdad hay que felicitar a todos los organizadores, en especial al gobernador Martín Orozco Sandoval, que encabezó los esfuerzos para que tuviéramos una feria hermosa, con derrama económica, y con saldo blanco; adiós a la feria, pero la esperamos con ansias el año que entra.