En esta ocasión vamos a presentar una pequeña introducción al pensamiento ecofeminista de Karen Warren, para ello se empleará el artículo “El poder y la promesa del feminismo”, que se encuentra en el libro Naturaleza y Valor, compilado por la Dra. Margarita Valdés y publicado en coedición por el Fondo de Cultura Económico y la UNAM (2004).
Karen Warren nació el 10 de septiembre de 1947 en Estados Unidos, Nueva Inglaterra, y murió el 21 de agosto en Minneapolis. Fue una escritora y profesora de la Cátedra de Filosofía en el Macalester College en Minnesota, y Académica Residente en Ecofeminismo por la Universidad de Murdoch en Australia. Warren dedicó su vida al estudio y difusión de problemas medio ambientales, feminismo, pensamiento crítico y temas relacionados con la paz a nivel mundial, además se sumó al trabajo para promover acciones en favor de las personas que, como ella, padecían enfermedades terminales.
Es de suma importancia saber que el ecofeminismo fue un concepto introducido por la feminista francesa Françoise d’Eaubonne (1920-2005) en su ensayo Le féminisme ou la mort (traducido como Feminismo o muerte) que vio la luz en 1974. En él se buscaba llamar la atención sobre el potencial de las mujeres para llevar a cabo una revolución ecológica.
Ahora bien, el uso y valor que da Warren a la teoría ecofeminista radica en la tesis de que hay importantes conexiones –históricas, experienciales, simbólicas y teóricas– entre la dominación de las mujeres y la de la naturaleza, cuya comprensión es crucial, tanto para el feminismo como para la ética ambiental. Para nuestra autora el poder del feminismo ecológico está en el hecho de que proporciona un marco único tanto para concebir de una manera novedosa el feminismo, como para desarrollar una ética ambiental que tome en serio las conexiones existentes entre la dominación de las mujeres y la dominación de la naturaleza, cuya conclusión es que “cualquier teoría feminista y cualquier ética ambiental que no considere seriamente la dominación doble e interconectada de las mujeres y de la naturaleza es incompleta en el mejor de los casos y, en el peor, es simplemente inadecuada” (Warren, 2004).
Entre otras cosas, el feminismo es el movimiento que tiene por objeto terminar con la opresión sexista. Aunque las feministas “discrepan sobre cuál es la naturaleza de la subordinación de las mujeres y cuáles son sus soluciones, todas ellas están de acuerdo en que existe una opresión sexista que es moralmente incorrecta y debe ser abolida”. Por ello, siguiendo a Warren, un asunto feminista es cualquiera que contribuya de alguna manera a comprender la opresión de las mujeres. La igualdad de derechos o un mismo pago por el mismo trabajo son, por ejemplo, asuntos feministas, ya que son casos que ayudan a comprender la explotación o subyugación de las mujeres. De este modo, la degradación y la explotación ambiental son asuntos feministas porque entenderlos contribuye a comprender esta opresión.
Estos asuntos están enmarcados dentro de un marco conceptual, que es definido por Warren como “un conjunto de creencias básicas, valores, actitudes y supuestos que moldean y reflejan la manera como uno se ve a sí mismo y al mundo propio. Es un lente construido socialmente a través del cual nos percibimos a nosotros mismos y a los demás; está influido por factores tales como el género, la raza, la clase, la edad, la orientación afectiva, la nacionalidad y la educación religiosa”. Entonces, de acuerdo con Warren, los marcos conceptuales opresivos, explican, justifican y mantienen formas de dominación y subordinación. Para Warren hay tres rasgos significativos de los marcos conceptuales opresivos: 1) un pensamiento evaluativo jerárquico es decir, vertical, que concede más valor o prestigio a lo que está “arriba” que a lo que está “abajo”; 2) desde un dualismo de valores, es decir, pares disyuntivos en los que sus miembros se ven como opuestos (en lugar de complementarios) y excluyentes (en lugar de incluyentes); 3) una lógica de la dominación, es decir, una estructura argumentativa que conduce a una justificación de la subordinación.
Las ecofeministas expresan que, por lo menos en las sociedades occidentales, el marco conceptual opresivo explicita la dominación doble e interconectada de la mujer y la naturaleza es un sentido vertical patriarcal, ya que tiene los tres rasgos característicos de los marcos opresivos.
El dejar atrás toda lógica de dominación y cualquier marco conceptual que dé lugar a ella, da como resultado abrir la posibilidad de contar con una noción positiva de diferencia que no alimente la dominación y que impida que el feminismo se convierta en un movimiento de “ayuda” basado ante todo en las experiencias y en una victimización compartidas.
Al invocar la lógica del feminismo tradicional, señala para Warren, hay interconexiones entre todos los sistemas de opresión (racismo, discriminación por edad, por discapacidad, clasismo); esto explica porque la erradicación de la opresión sexista exige la eliminación de las otras formas de opresión, en las que el feminismo pasa a ser un movimiento para acabar con todas ellas.
Siguiendo lo anterior, podemos preguntarnos lo siguiente: ¿Qué asegura la inclusión de la naturaleza en esos sistemas sociales de dominación? ¿Por qué la lógica del feminismo tradicional tiene que incluir la abolición del naturaísmo (es decir, la dominación u opresión de la naturaleza no humana por humanos) entre los diversos “ismos” que el feminismo tiene que enfrentar?
La justificación para Warren es doble: 1) al mostrar que las conexiones entre la dominación emparentada de las mujeres y de la naturaleza se sitúan en un marco conceptual opresivo y patriarcal, caracterizado por una lógica de la dominación, el ecofeminismo explica cómo y porqué el feminismo tiene que expandirse y repensarse como un movimiento para acabar con el naturaísmo; 2) las formas de concebir conceptos de género y naturaleza son construcciones sociales, es decir, ideas que constriñen la realidad del ser de la naturaleza, anulando su riqueza y valor ecosistémico, lo que implica que son concebidos dependiendo de la realidad histórica y social. Estas concepciones de género varían de una cultura a otra a lo largo de diferentes periodos históricos, y supone que dentro del patriarcado la feminización de la naturaleza y la naturalización de las mujeres han sido cruciales para lograr la subordinación exitosa de ambas. Es importante hacer la precisión de que el ecofeminismo no es compatible con todos los feminismos ni con todos los ambientalismos. Finalmente, para nuestra autora el ecofeminismo promete repensar el feminismo, de modo que incluya al naturaísmo y a la ética ambiental como un asunto legítimo dentro de la visión ecofeminista.