Durante el último mes, la humanidad ha presenciado una devastadora escalada de violencia en Ucrania. Este conflicto, de acuerdo con la Resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas, ha derivado en un interés global sobre el respeto a la independencia, la unidad y la integridad territorial de los países. La UNESCO también ha expresado su preocupación, principalmente en los daños a la educación, la cultura, el patrimonio y la información. En el ámbito educativo, se estima que cerca de 6 millones de estudiantes de entre 3 y 17 años, además de 1.5 millones de jóvenes matriculados en educación superior se han visto afectados por este conflicto. Por lo anterior, esta editorial pretende ser una reflexión en torno a los cambios que nuestros sistemas educativos urgen en favor de la paz.
La necesidad de aumentar las oportunidades de aprendizaje por y para la paz, nos recuerda la urgencia de poner en el centro la dimensión social del aprendizaje. Al respecto, cabe mencionar el informe de UIL-UNESCO, “Adoptar una cultura de aprendizaje a lo largo de la vida”, publicado en 2021, que nos convoca a reconocer el valor del aprendizaje entre pares, pero también en una perspectiva intergeneracional. De este modo, apelamos a una dimensión social del aprendizaje enfocado no solo a cuidarnos unos a otros, sino a las comunidades y nuestro planeta. Comprender lo anterior, por lo tanto, promueve la cohesión social. Planteado en estos términos, el avance hacia la comprensión del aprendizaje como un proceso colectivo deja de ser una obligación y pasa a formar parte de nosotros, en una dinámica que hace hincapié en la creación de ciudadanos del mundo, preocupados por su acontecer y sus cambios.
El enfoque del aprendizaje a lo largo de la vida nos entrega una caja de herramientas para virar hacia sistemas educativos más integrales, capaces de crear oportunidades de aprendizaje por y para la paz en cualquier momento, en cualquier lugar (dentro y fuera del sistema educativo), en todos los dominios del conocimiento y en diferentes modalidades, como la presencial, a distancia, o bien, en línea. Este enfoque está centrado en la diversidad física, cognitiva y emocional; asimismo, “fomenta itinerarios de aprendizaje flexibles y valora los conocimientos y habilidades adquiridos de manera informal”, lo que deriva en una mayor integración de los sectores de la población que han sido históricamente excluidos de los cambios sociales, económicos, tecnológicos y medioambientales.
Ante a lo anterior surgen dos preguntas: ¿qué podemos hacer desde cada uno de nuestros espacios?, ¿cómo articular cambios que contribuyan a crear más oportunidades de aprendizaje para la vida y para la paz? Como autoridades preocupadas y ocupadas por promover y lograr mejoras en educación, es necesario dedicar esfuerzos a la construcción de una cultura del aprendizaje a lo largo de la vida. El marco de acción gira en torno a propuestas y acciones orientadas a superar la pobreza, la discriminación y las desigualdades; incrementar el financiamiento y la movilización de recursos para expandir las oportunidades de aprendizaje en cualquier edad, momento y espacio; entender el rol de las nuevas tecnologías y promover acciones que ayuden a contrarrestar la desinformación y, al mismo tiempo, fomentar las habilidades digitales para crear valor agregado con ellas. Finalmente, abandonar la miopía imperante en nuestros sistemas educativos, bajo la cual se entiende el aprendizaje únicamente en función de la productividad y no de su potencial valor social.
Lo que sucede en Ucrania también nos obliga a reflexionar sobre lo que sucede en nuestro país. No podemos ignorar que México lleva décadas enfrentando altos y exponenciales niveles de violencia. Hay regiones que realmente pueden ser consideradas como zonas de guerra, en la misma medida que existen incidentes violentos que en otros contextos serían clasificados como actos terroristas. El problema es que nos hemos hecho cargo solo desde la retórica, pero no desde los hechos.
Por ello, toma aún más relevancia emprender acciones educativas que permitan expandir las fronteras del aprendizaje, para crear en nuestras niñas, niños, jóvenes y personas mayores, capacidades para cuidarnos los unos a los otros y concientizarnos en torno a las desigualdades que enfrentamos día a día y que permanentemente excluyen a sectores de la población que no encuentran su lugar en la sociedad.
En la práctica, lo anterior supone niveles importantes de complejidad, derivado de los problemas de coordinación que existen en nuestro sistema educativo, de la poca voluntad del gobierno federal por desmantelar lo poco que funcionaba, y de los limitados espacios que desde los gobiernos locales se han desarrollado por mejorar la educación. La situación global nos convoca no solo a ser conscientes de lo que ocurre, sino a actuar desde lo local, para promover cambios y movilizar recursos para avanzar hacia una verdadera expansión de las fronteras actuales del conocimiento, hacia nuevos aprendizajes que los cambios globales demandan, para efectos de vivir y convivir en paz, en sociedades compuestas por ciudadanos activos e informados.
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