“¿Qué tenemos Ramírez, qué tenemos?” Después de que se volviera viral en 2019 el vídeo de Memo Villegas que todos conocemos como el teniente Harina, todos queríamos un compañero de trabajo Ramírez para espetarle esta frase. Yo se lo dije a una alumna que evidentemente provocó una risa estruendosa y sardónica en todo el grupo de derecho. La expectativa con una serie fue mayúscula. Pero nos engañaron, nos defraudaron: no hubo cumbiones bien locos, ni la papaya de Celaya, menos unos bolillitos, los hijos de Papantla volaron bajo, terminaron moralizando, evolucionaron del humor sarcástico y atrevido que se puede usar en las redes, a la moralina y buena conducta de la televisión abierta.
El sketch sigue generando reproducciones, según dicen lleva más de sesenta millones, la serie Harina decepcionó un poco, no sé si el llevar a largometraje algo que es propio de tiempos cortos fue lo que falló, o que el tener que migrar a una plataforma más formal como PrimeVideo provocó alguna especie de autocensura; y es que pareciera escrita por empleados de Televisa o Tv-azteca más preocupados por el que dirán las buenas conciencias o por llegar a finales felices; pareciera que los enfants terribles de Backdoor se fueron de vacaciones, o no supieron lidiar con algo mayor a los dos o tres minutos de sus sketches tradicionales.
Este colectivo de creativos Backdoor, ha brillado por sus vídeos hilarantes, sarcásticos, fuera del tono habitual, burlándose de todo y de todos, lo mismo de la fe (dios, la virgencita de Guadalupe o Jesucristo) el feminismo, los políticos, y un largo etcétera. Además, escapaban de los actores tradicionales y formaron un conjunto de personalidades que ya son letra de cambio en el humor y la pantalla nacional.
La serie se sitúa en una etapa post vídeo viral, el teniente Harina tiene que lidiar con la fama y los problemas de ser famoso, además aparece un asesino serial de youtubers, la serie destaca el evento masivo, el trending topic, el ser famoso por cinco minutos llevado al ad nauseam, retoma un tema común en la comedia mexicana, la corrupción que se ve como algo diario tan común, que preferimos reírnos de ella: lo mismo que hacían los actores de carpa del siglo pasado, Calzonzin Inspector o recientemente la serie de películas de Luis Estrada.
Destacables algunas cosas, como el teniente tomando juguito Pascual mientras escucha el sonidero, por cierto, se disfruta el sencillo del Instituto Mexicano del Sonido (Teniente Harina, Cumbia Manifiesto, Pt. 2). Por cierto, el que estén presentes todos los actores de Backdoor también es algo muy loable, me sorprende cada día Guillermo Villegas, muy sólido lo mismo en su papel cómico, que en algo más serio, recientemente lo vi actuando como profesor rural en la excelente película Noche de Fuego de Tatiana Huezo, y me encantó.
La serie juega con la idea del policía bueno y del policía malo, en eso creo sí se acerca a la realidad, tenemos buenos elementos, lo mismo hay malos, algunos corruptos, otros no. Cuando el comandante Harina comienza su carrera (un flashback) no quiere corromperse y le dice su compañero más viejo y por ende más corrupto que las cosas son así, porque si ellos cobran la multa en lugar de la mordida, quien se queda con el dinero es el político.
¿Debieron matar al teniente Harina? Lo hicieron de facto, sin dar spoilers, debo decir que tiene final feliz, casi que el personaje ve la rosa blanca y siente el airecito de la Rosa de Guadalupe, lo despojaron de su desparpajo, de su cinismo, ese personaje que esperábamos saliera con más guarradas (“¡Pos qué chingona está tu vieja! ¡Qué se armen los pinches chingadazos!”) se redime por el amor a la familia ¿Neta, Backdoor? En fin, solo por el amor al sketch original, terminé los ocho capítulos, pero no la recomiendo, ni para domingo palomero.