El Jefe Máximo de la Transformación decidirá quién será el candidato del Movimiento de Regeneración Nacional en las elecciones del 2024, para asegurar la permanencia de su proyecto político, el presidente Andrés Manuel López Obrador tiene que asegurar quien será su sucesor y, desde ya, hace campaña a su favor.
Morena no ha logrado ser el instrumento político de cohesión que requiere López Obrador para mantener su proyecto de transformación de México, la organización política con que llegó a la presidencia ha sido incapaz de formar una identidad propia con la que se puedan identificar los lopezobradoristas; en las elecciones que ha participado, el partido deja a un lado las propuestas y sus candidatos para apoyar su oferta en la imagen del presidente.
Morena tampoco ha logrado ser la plataforma para impulsar la participación ciudadana e incorporar nuevas propuestas a la clase política, rendido a los dictados del presidente no ha conseguido sumar a los diversos liderazgos sociales ni a quienes representan causas y movimientos que en el 2018 votaron por un cambio, ya que no se identifican ni alinean a los propósitos de López Obrador, y en muchas ocasiones son descalificados por el presidente en su conferencia matutina, como los defensores de los derechos humanos, los ambientalistas y, con saña, las mujeres organizadas.
El pecado original de Morena es que no fue un movimiento organizado para lograr la transformación de un país sino la plataforma que usó López Obrador para llegar a la presidencia, una vez cumplido ese propósito, el partido sigue sin encontrar la manera de generar una sola propuesta que no esté relacionada con los deseos del presidente. En más de una ocasión, al presidente le ha estorbado el partido, porque lo que a López Obrador le funciona es la explotación de su carisma personal, la fe que le profesan sus fieles convencidos y los seguidores serviles.
Nada afecta de manera seria la aprobación de López Obrador, sus acciones de gobierno, las políticas públicas, la austeridad o sus declaraciones demenciales apenas perturban un poco su índice de popularidad, siempre por arriba del 50%, tan lo sabe el presidente que ya se emplea como argumento para sustentar las decisiones gubernamentales, no por nada mencionó que cuenta con el 66% del apoyo de su pueblo en la respuesta al Parlamento Europeo.
El presidente sabe que no puede estar en la boleta del 2024, además ha reiterado que no se reelegirá. Para seguir gobernando México, Plutarco Elías Calles tampoco tuvo que optar por la reelección, lo que hizo, entre otras cosas, fue acabar con los caudillos concentrando el poder en el Partido Nacional Revolucionario y cohesionando a los diferentes liderazgos a través del corporativismo; a López Obrador no le sirve Morena para sus propósitos, por eso ha asumido la sucesión presidencial como un reto personal, uno que él mismo ha de controlar.
A dos años de la sucesión presidencial, López Obrador apura a la oposición para que designe a su candidato, le urge saber contra quién va a usar el servilismo y la fe de sus fieles para comenzar la campaña a favor de quién él crea que va a poder extender su mandato.
Coda. No por nada Baltasar de Gracián aconseja hacer uso de los enemigos, porque “al varón sabio más le aprovechan sus enemigos que al necio sus amigos”.
@aldan