Las autoridades rusas han dado una serie de lineamientos a los medios de comunicación nacionales y a sus agencias de prensa, para cubrir la guerra. Entre otras cosas no se puede utilizar la palabra guerra, se trata de una “operación especial”. Todos los medios están bajo censura.
No se pueden mostrar imágenes con muertos, casas y edificios destruidos y cualquier otro elemento que señale la realidad de la guerra. A pesar de los 200,000 efectivos en el frente esta no existe. Es un invento de Occidente.
La ciudadanía rusa no tiene acceso a lo que realmente está pasando en Ucrania. Se les cuenta la historia que quiere el presidente Putin. No más. Todos los medios se deben someter al guion que se le ha asignado. En eso consiste la libertad de expresión.
En el guion que se debe seguir no existen muertos de ningún lado. Hoy la prensa está sometida como en los peores años de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). La televisión se controla directamente desde el Kremlin.
Los corresponsables de los medios rusos en el mundo han recibido las mismas instrucciones. Si tienen alguna duda deben consultar. No pueden salirse del guion, aunque a estos les parezca absurdo.
Periodistas de años de experiencia y prestigio contemplan el desastre informativo. Lo lamentan. Su defensa es el más bajo perfil. Si reaccionan serán cesados.
Los medios oficiales transmiten las peroratas del pequeño zar Vladimir Putin. Difunden mensajes como que el Gobierno ucraniano está manipulado por fuerzas “neonazis” y ha emprendido un “genocidio” contra la población que habla ruso.
Pese a las presiones y al riesgo que corren muchos periodistas se han pronunciado, a cuenta propia, contra la guerra. La reportera Elena Chernenko promovió un manifiesto por la paz al que se adhirieron 296 profesionales de los medios rusos tanto privados como públicos. De inmediato fue acusada de no ser profesional.
El manifiesto plantea: “Nosotros, corresponsales de los medios rusos y expertos que escribimos sobre la política exterior de Rusia, condenamos la operación militar lanzada en Ucrania. La guerra nunca ha sido ni será una forma de solucionar conflictos y no tiene justificación”.
En una declaración de comunidad científica y los reporteros que cubren sus actividades se lee: “(…) habiendo desatado la guerra, Rusia se condena al aislamiento internacional, a ser un Estado paria. Esto significa que nosotros, los científicos, no podremos trabajar con normalidad”.
La guerra es de Vladimir Putin, con ella no simpatiza la sociedad rusa. El mundo del pensamiento está claramente en contra. Sabe de los desastres que provoca la guerra, saben del daño que se hace Rusia a nivel internacional, saben de los efectos en la economía, saben del atraso científico y tecnológico al que se expone su país como efecto del aislamiento mundial.
El conjunto de la sociedad rusa solo tiene acceso, con muy heroicas excepciones, a la información de una prensa sometida y bajo férrea censura, a una prensa que sigue el guion de la obra de teatro que le han dado desde el Kremlin. Uno donde no existe la guerra sino solo una “operación especial” en contra de unos nazis enemigos del pueblo ruso.
A pesar de la censura y la manipulación de la información por parte de las autoridades del Kremlin son cada vez más las y los rusos que se manifiestan en contra de la guerra. No quieren ser parte de este crimen. Saben de guerras. Antes de ésta, el desastre de Afganistán donde murieron decenas de miles de rusos, que llegaban en cajas de zinc. En estos días se ha encarcelado a más de 6,000 ciudadanos por haberse manifestado en contra de la invasión de Ucrania.
@RubenAguilar