Un acto así terminará
con una vida, y nada más
Nada se logra con violencia
ni se logrará.
Aquellos que han nacido
en un mundo así
no olviden su fragilidad.
Lloras tú y lloro yo,
y el cielo también.
Lloras tú y lloro yo, qué fragilidad.
Mercedes Sosa, cantando a Sting
Lloro. Esa ha sido mi respuesta ante la violencia. El pasmo y el miedo hacen que me ponga a llorar y solo desee irme a dormir, sea la hora que sea del día. En todos estos años que me cargo, varias veces tuve que responder de la misma manera para defenderme igual que cómo se dirigían a mí: gritar, romper cosas, hacer un escándalo a media calle, golpear incluso, aunque nunca, por desgracia, ni mi grito ni mi golpe tuvieron la misma intensidad que los de los otros. Ojalá. Un putazo bien dado a mi agresor me hubiera ahorrado los que recibí. Pero no fue así. Nunca. Era decidir entre quedarme callada y apagada o responder a la violencia con violencia, la mía. Irme nunca fue la solución.
Porque apelar a otras formas de resolver conflictos me costó más de una vez ser señalada como una ridícula a la que solo le faltaba pedir la paz mundial como en concurso de belleza. Y la verdad no es que tenga las herramientas necesarias para resolver conflictos. Yo misma soy un conflicto andando, pero me invade una tristeza que va más allá del llanto al darme cuenta que me faltan dedos de las manos para contar a todos los hombres que han sido violentos conmigo de múltiples formas.
Con todo esto, me queda muy corto ya hablar exclusivamente de violencia de género ante la violencia sistémica que existe y que ahoga al país, me urge poner una distancia crítica a ese discurso establecido contra una idea del patriarcado que se ha encargado de criminalizar a todo aquello que se sale de una nueva moral feminista, ¿me haces sentir incómoda con tu torpe coqueteo y, por lo tanto, acosada? eres un criminal, ¿ves porno? eres un violador, y en medio, los hombres como el enemigo número 1 a vencer. Las más niñas y jóvenes no tienen por qué recibir esa idea, no tienen por qué aprender que la violencia se desprende únicamente de manos masculinas, porque no sólo ellos la ejecutan. Habríamos de establecer cómo el feminismo las acerca a la información, las alertas de los daños que pueden ocasionarles cualquiera, las educa autónomas, libres, autosuficientes, combativas, organizadas, antes de envolverlas en un discurso de odio y joderles la vida también en medio del miedo y la violencia.
Llega otro 8M y las mujeres estamos listas para salir a tomar la calle. Después de la brutalidad policiaca del 2021, durante una pandemia que aumentó la violencia que se registra en la casa y en las calles contra los cuerpos de mujeres, diversidades e infancias es obvio que la rabia insista en destrozarlo todo. No ha habido gobierno ni congreso ni fiscalía que atiendan el trasfondo de la violencia de género, y mucho menos de esa violencia que genera desplazamientos, disturbios, asesinatos, terror. Con el conque de que la pandemia nos dejó peor de como estábamos se justifica más de uno a la hora de ponerse violento, y, sin embargo, a estas alturas de la escalada de agresividad, todas las autoridades involucradas ya deberían estar implementando estrategias para contener la violencia sistémica del país.
Pero no ha sido así, ni será.
En el país impera un discurso violento. La militarización llegó para quedarse y apropiarse de miles de millones de pesos y de la seguridad pública, la brutalidad policiaca es recurrente, los desplazamientos forzados producto de la continua guerra contra el narco de Calderón y los abrazos no balazos con los que López Obrador matiza su ineptitud e ineficacia, mientras miles son enganchados por el crimen organizado a causa de la pobreza y de un discurso de superación para ser “alguien”, alguien con poder a costa de todo, de la violencia misma, lo que ha dejado a este país bajo los escombros que son recogidos por las miles de madres buscadoras de sus desaparecidos sin que nadie esté dispuesto a contrarrestar ni la violencia simbólica que existe en las casas entre gritos, golpes, amedrentamientos, insultos, desvalorización y menosprecios, una violencia encarnada en el lenguaje y las formas, hasta la violencia feminicida, criminal, económica, institucional y política, violencias sistémicas que se imponen en el discurso y los actos, que le dan sentido al universo de las violencias con consecuencias catastróficas para todos.
La violencia ya no es una explosión irracional de un hombre, del patriarcado, del machismo, como quieran ponerle, es una cosa visible y dolorosa que nos atraviesa todos los días de múltiples formas. Nadie en su sano juicio se atreverá a negar que la violencia irrumpe en los cuerpos de mujeres e infancias de maneras específicas, y quién se atreve a negar que nosotras somos de una u otra forma y también por equis o ye causa, violentas, esto es una realidad horrible en medio de la violencia abrumadora que existe en el país y en el mundo, como ahora en la invasión militar de Rusia contra Ucrania, precisamente porque existe un discurso, una forma y una realidad en torno a la violencia por todos lados que volteemos. ¿Qué es esta violencia que se usa como forma de control social, de género, racial, clasista, territorial, una disputa por el poder y la dominación? Es ahí a donde deseo llegar, “abordar correctamente el problema de la violencia” para desarrollar estrategias y soluciones viables de resistencia contra todos los grupos dominantes, escribe bell hooks.
He llorado, ridículamente, ya me lo han dicho, por la violencia cotidiana que vivimos mediante todas las formas del ejercicio del poder con una fuerza aplastante, lloré con las imágenes del partido de futbol en Querétaro como también lloré la semana pasada por el fusilamiento en medio de un velorio en Michoacán, como también con las imágenes de la guerra, como hace tiempo ya por la violencia de los últimos años en Zacatecas y que a mi familia le arrebató a Jair. Y no se confundan, no se trata de mí, no se trata de mi llanto, se trata de la urgencia por erradicar la violencia, por vivir “una vida libre de violencia” como dicen los gobernantes a las mujeres, por entender qué causa la violencia, desde la más sutil forma de coerción en medio de relaciones de dominación y explotación hasta la violencia sanguinaria.
Estoy harta de vivir en un mundo violento. Tal vez sí quiero la paz mundial como se pide en los concursos de belleza, me urge que el metro cuadrado que habito sea seguro, sereno, tierno, y no lo conseguiré si baso todo mi pensamiento en alejarme de quien me lastima. Mi metro cuadrado puede ser atravesado y aplastado por una bala, por el crimen organizado, por un policía como me ocurrió a mí y a decenas de mujeres el 8M pasado, por un grupo de choque en un estadio. Yo lo sé, no faltará quién diga que nada conseguiremos pidiendo por favor que dejen de matarnos, que por fin, ahora, después de tanto tiempo, el discurso feminista es protagonista desde de la estampida del me too, la respuesta agresiva a la que nos obligaron. Yo lo sé. Lo sé porque no me bastó pedir que se tranquilizaran, que no gritaran, que no rompieran la puerta. Tuve que responder igual, no soy una hippie pacifista.
Nada justifica la violencia, nada justifica la escalada de agresiones, ¿qué necesitamos para repensar cómo vamos a tratar al otro en la cama, en la casa, en la calle, en la vida? ¿Cómo nos vamos a organizar contra la militarización, el sistema punitivo, la pobreza, contra la explotación y dominación? ¿Qué le estamos pidiendo a los gobiernos para que controle la violencia en todos los ámbitos?
Para este 8M muchas mujeres organizaron perreo, concierto, tendedero sororo para agradecer a todas aquellas mujeres que nos han ayudado, difundirán información que empodere, será un día para nosotras. La rabia sigue. Organicémosla contra la guerra, la violencia, contra el sistema punitivo antes que el patriarcal, pidamos ridícula e ilusamente la paz mundial. Empecemos por nuestra forma de ejercer el feminismo, uno alejado del odio contra nuestras hermanas trans, contra los hombres, un feminismo para reconocernos, para abrazar la conciencia de clase y de raza, que nos dé autonomía antes que “empoderamiento”, porque ahora queremos uno muy parecido al poder que ejercen los hombres. Un feminismo que tienda la mano antes que cerrar el puño. Y de ser necesario, defendámonos. La violencia sigue allá afuera y vamos a tener que seguir respondiendo contra ella. Una lloradita y a seguir combatiéndola. Nos vemos en la marcha.
@negramagallanes