En las democracias, si existe un líder populista, es porque todo lo demás ha fracasado - LJA Aguascalientes
23/11/2024

 

 

En los últimos veinte años el mundo ha visto el crecimiento de líderes “fuertes”, carismáticos, casi siempre varones que dicen conocer como nadie al pueblo, a sus países. En algunos casos, terminan siendo señalados como la “encarnación de la patria”. Líderes que se muestran, en un primer momento, como respetuosos de los cauces y de las instituciones democráticas, pero una vez que han llegado al poder (casi siempre a través de las vías institucionales) empiezan a dinamitar, a demoler la institucionalidad democrática.

Amado líder del escritor y editor argentino Diego Fonseca (Harper-Collins México) desmonta paso a paso estas figuras. Fonseca nos dice que “en América Latina desde el siglo XIX, líderes populistas han conseguido sintonizar con el descontento popular hablándole a la frustración, al deseo insatisfecho y la expectativa de la revancha contra la clase política, por la cual votaron en el pasado”. Amado Líder no surge de la nada. Surge en medio de una ola de crecimiento económico, que se dio a principios de este siglo, y de un optimismo por las instituciones democráticas que, supuestamente, lograrían disminuir las profundas desigualdades sociales y económicas que agobian al continente. Esto no ha sucedido así, y los costos económicos los han asumido los mismos de siempre. Y las ganancias se las han llevado los mismos de siempre. Es de ahí que surgen estos líderes: Del desencanto, del enojo, de la frustración. Pero los peligros son muchos y están latentes, porque estos líderes populistas odian la crítica y necesitan desmantelar el sistema de pesos y contrapesos institucionales creados por los frágiles sistemas democráticos de la región. Líderes como Hugo Chávez, que llegaron a la Presidencia enarbolando la bandera de la Revolución Bolivariana, que significaba la “transformación” y el poner al pueblo en el centro, terminaron sumiendo a su país en una profunda crisis social, económica y democrática, de la cuál aún no sale, porque su sucesor, Nicolás Maduro, ha seguido con el peligroso juego de la polarización: nosotros vs ellos. Y muchos de ellos han tenido que migrar, por ejemplo.

Amado líder es un libro que pone en el centro de la discusión la necesidad de construir sociedades más igualitarias, más dispuestas al diálogo y menos esquematizadas a la hora de la creación de soluciones políticas. Del libro de Diego Fonseca, escribió la periodista mexicana Daniela Rea: “En una región donde abundan los amados líderes, Diego Fonseca – que creció rodeado por la cruz de Jesús y la bota militar – tiene la dosis de seriedad, inteligencia y humor que necesita esta realidad repelente para ser contada y entendida.

Conversamos con Diego Fonseca, quien es escritor y editor de libros como Perdimos (Planeta, 2019), Crecer a golpes (Penguin, USA), Tiembla (Almadía, 2017) y quien fue editor asociado de Etiqueta Negra.

Javier Moro Hernández (JMH): El tema de los líderes populistas es un tema global, es un tema que atraviesa al mundo por muchos lados.

Diego Fonseca (DF): A lo largo del siglo XX, América Latina ha tenido una copiosa proliferación de líderes populistas, la región ha sido el punto de origen clásico del populismo, con Getulio Vargas, con Perón, aunque en el Occidente del mundo hay dos tradiciones populistas muy diferentes, una que es la personalista y anti-institucionalista, que es la propia de América Latina y otra es la electoralista, que es más propia de Estados Unidos. De allí la disputa que se dio entre Obama y Peña Nieto alrededor del término populista. Lo que dices es cierto, el populismo se ha consolidado como un modelo internacional, global, íntimamente relacionado con las figuras del líder, paternalista y anti-institucionalista, y la experiencia internacional es que son líderes eminentemente autoritarios, se pueden ver en Turquía, en Hungría, en menor medida en el caso de Inglaterra, pero en el caso de España también en el caso de Vox. Pero si hay una reproducción constante de las condiciones constantes del populismo, que es la ruptura de los canales tradicionales de representación democrática, la construcción del movimiento alrededor del culto a la personalidad, esa vocación autoritaria, esa apropiación de los significantes para darle sentido, solo en los términos en los que el líder los ve y los entiende, y es preocupante porque tiene mucho que ver con las formas en las que las democracias han operado, si existe un líder populista es porque todo lo demás ha fracasado y la responsabilidad central de la aparición de estos líderes mesiánicos radica en los partidos políticos tradicionales que durante décadas, no representaron lo que decían representar.

JMH: Como dices, existen condiciones previas; La crisis de los partidos tradicionales, la crisis de la representación política, la sensación de muchos de que el sistema les falló y los dejó de lado. Por eso asumen con fe la llegada de este nuevo líder y siguen con devoción a su movimiento.


DF: Amado líder, el líder populista no es un fenómeno de generación espontánea, es el producto de décadas y décadas de frustraciones acumuladas, que podemos identificar, porque todos los fenómenos políticos y sociales son poli-causales, pero podemos centrarnos en la crisis de representación de los partidos, por un lado, y la profundísima percepción, que es al mismo tiempo una realidad, de desigualdad que está en nuestras naciones. Pero hay un tercer factor, que es instrumental, de ruptura, que es la emergencia de las redes sociales, que facilitan la desestructuración y descentramiento de los mecanismos de gestión política y simbólica. Cuando digo política me refiero a los partidos políticos y con simbólicas me refiero a los medios de comunicación. Es evidente que si existen estos Amados líderes es porque todo lo demás fracasa, Porque los partidos tradicionales no cumplieron con las promesas y eso abrió una brecha enorme entre la sociedad y aquellos que deben representarnos, y eso fue cubierta por individuos con profunda vocación personalista y sociopáticas, que es hacer que el mundo funcione alrededor de ellos, y presentarse como la voz del pueblo, una especie de profeta, y al mismo tiempo un demiurgo que crea al pueblo al mismo tiempo que lo enuncia.

JMH: ¿La polarización política sería un elemento previo o es un elemento del que los líderes populistas echan mano, se aprovechan de él?

DF: Es un elemento del que los líderes populistas abonan, porque ante una demanda insatisfecha, en términos de representación, y que además exista una acumulación de enojo, de bronca, provocada por la desigualdad económica, un enojo que la gente no encuentra cómo expresarlo. SI la gente se da cuenta de que aquellos que lo deben de representar no lo está haciendo, van a hacer estallar el sistema y no les va a importar poner al frente a un tipo autoritario o peor, totalitario, que cumpla con lo que ellos creen que debe cumplir, que le satisfaga sus demandas. Pero una vez que el amado líder se hace presente, su negocio político no es el consenso, su negocio político no es la búsqueda del diálogo, es la articulación de la confrontación como mecanismo de disputa política, es la exacerbación de los conflictos políticos, en vez del intento por resolver los conflictos, y el estallido de los formatos tradicionales de institucionalidad política, porque a ningún líder populista le conviene que los mecanismos de representación política continúe, sino que éstos dependan de su voluntad y de su hipotética transformación.

JMH: El tema institucional, que se refiere en realidad, a hacer explotar los mecanismos institucionales, a pesar de que la mayoría de estos líderes llegaron por ejercicios democráticos, a partir de elecciones institucionales, pero uno de sus objetivos es dinamitar las instituciones.

DF: Hay que hacer una diferenciación importante, porque en los últimos treinta años hubo personajes que ganaron elecciones democráticas, como lo fue Hugo Chávez, pero eso no hace democrático a un líder, eso solo hace que esté electoralmente validado, y hay una diferenciación sustantiva en términos de ejecución política, que es alguien validado electoralmente y otro que tiene un ejercicio realmente democrático del poder. Todos ellos llegan al poder a través de las urnas, pero una vez en el poder, se convierten en líderes autocráticos o completamente autoritarios, y tenemos casos extremos, como Cuba y Nicaragua. Venezuela es una autocracia que no tiene los tintes totalitarios como si los tiene Cuba, o como los está adquiriendo rápidamente Nicaragua. Pero también tienes otros casos, que adquieren tintes de competencia autoritaria o autoritarios clásicos, u otros casos que son hegemonistas. Todos son hegemonistas, pero en algunos casos tienen procedimientos autoritarios y en otros la aceptación de que la hegemonía implica cierto tipo de disputa y que se retraen una vez que pierden el poder para intentar tomarlo otra vez.

JMH: Mencionas que en muchos casos estos líderes son sociópatas-narcisistas, el caso de Trump es el más claro, tenemos a Maduro como otro ejemplo, todo gira alrededor de ellos, por eso es el amado líder, necesitan el “amor” de su pueblo.

DF: La similitud que existen entre el movimiento populista y una religión es significativa, no hay un recurso, un llamado del líder a la racionalidad política, hay un recurso, que era él usaba Trump de “créanme”, el llamado es estrictamente de fe, se apela a la construcción del devoto, y esa parroquia tiene que girar alrededor del líder, ya que él necesita una validación permanente. Si hay una racionalidad política, pero no está construida sobre la razón, está construida sobre la subjetividad, y el líder va a intentar permanentemente fracturar, conmocionar, porque el discurso subjetivo es muy potente, porque necesita que los ánimos están exacerbados todo el tiempo, para poder sostener esta ficción de crisis existencial que en apariencia atraviesa a la nación. Esta fractura tribalista entre el “nosotros” y “ellos” no puede permitirse el diálogo, en el momento en el que tú entablas puentes de diálogo, las diferencias entre el “ellos” y “nosotros” se rompen, se empiezan a acercar y nos podemos dar cuenta de que no somos tan distintos unos de otros, pero mientras yo mantenga la ficción de que hay una élite que no está jodiendo sistemáticamente, y que de este lado somos todo buenos, eso está fantástico. En el momento en el que alguien del pueblo “bueno” rompa con la idea se transforma en un traidor, en un apóstata, y ese apóstata primero es un adversario y luego un enemigo, y ahí es donde el asunto se pone extremadamente grave, porque en la construcción del enemigo no se puede construir el diálogo ni el puente para el consenso, con el enemigo no se dialoga, esa es la máxima expresión tanática de la política.

JMH: Cuando hablas de Venezuela mencionas esta idea de la construcción de un país para “nosotros” no un país para todos.

DF: Ahí hay algo extremadamente complejo, porque muchísimos de estos líderes asumen que ellos son la representación de un pueblo que ha sido sistemáticamente excluido. Y es real, hay millones de personas excluidas del mercado de derechos, eso es real. Pero que un individuo se arrogue la voz de ellos, entraña un severo problema de representación política, porque no podemos construir la democracia cuando un sujeto es la voz de todos. Cuando hay mayorías que son excluidas, pero en honor de incluir a esas mayorías excluyes al resto, estás anulando el principio básico de construcción democrática, que es que uno tiene que construir grandes mayorías, que las mayorías tienen que ser transversales, y entonces bajo el discurso de “yo soy la voz de los pobres” lo que terminan por hacer es desplazar a todos esta serie de sujetos políticos que tienen tantos derechos como los pobres o como cualquier persona a ser parte de la vida democrática. La complejidad reside en que hipotéticamente representar a uno hace que dejes de representar a otros, y se crea un país solo para aquellos que pertenezcan a la cuadrícula que el amado líder ha definido como los puros.

JMH: ¿Cuál sería la solución para estas grandes mayorías excluidas?

DF: En el ensayo me aproximo a algunas soluciones, porque si el principio es separar a las personas que han sido parte de una comunidad, con  todas las contradicciones y conflictos qué significan ser parte de una comunidad, porque no podemos negar que tenemos élites que son rentistas, extractivas, clases medias que crecen pero también se pauperiza y una legión de pobres, pero si vamos a construir una nación o una sociedad o un país, tenemos que incluir a todos, y tenemos que asumir las contradicciones para sumar a todos. Si asumimos las contradicciones podemos sentarnos a discutir cómo vamos a resolver esto, y eso implica enormes ejercicios de autoconciencia en los diferentes grupos sociales, que van desde las élites, que deberán entender que deben integrar a los pobres al mercado y darles derechos económicos, porque si no vamos a terminar con un amado líder, porque la gente se va a cansar, y cuando se cansa se va por la cabeza. Para mí el punto crucial es el de la experiencia del diálogo, la necesidad de sentarse y tratar de encontrar el centro más ancho posible, cuanto más se ensancha el centro, menos margen tienen los extremos. Por supuesto es una experiencia bastante compleja, no es fácil de resolver, pero creo que es necesario conocer al otro, al vecino, y volver a la política en la que la discusión se lleva a cabo en los barrios, en la casa a cara, facilita las cosas. Cuando uno conoce al otro, la posibilidad de conflicto se reduce. Citó varias experiencias en donde las experiencias de lo social facilitan el diálogo, citó el caso de Portugal con los refugiados sirios y afganos, en el que en lugar de relegarlos los integraron con familias portuguesas, con lo cual facilitará el conocimiento de ese otro. Hay que recuperar los espacios de representación, hay que nutrirlos, porque si tenemos estas clases políticas jodidas, también se debe a nuestra ausencia y deserción como ciudadanos de la cosa pública. Cuanto más participemos y controlemos con una participación, los riesgos de aparición de líderes autoritarios y de experiencias autoritarias son menores. 


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