La Teoría del dominó, que algunos atribuyen al presidente de Estados Unidos, Dwight D. Eisenhower (1890-1969), que surge con la Guerra Fría, sostiene que, si un país entra en un determinado sistema político, para el caso el socialismo, arrasaría a los otros del área a seguir el mismo camino.
El gobierno de Estados Unidos, con esa teoría, ante la posibilidad de que los socialistas de un país, con el apoyo de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), se hicieran del poder, había que hacer todo lo posible, legal o ilegal, para evitar que en ese primer país se estableciera el socialismo.
Así se evitaría que, al caer la primera ficha del dominó, siguieran, de manera irreversible, la caída de las otras. El gobierno estadounidense con esta teoría como marco, en el caso de América Latina, intervino directamente en países o apoyó con asesoría militar y con recursos financieros y materiales a las dictaduras y a los gobiernos autoritarios. El fin justificaba los medios. No importaba el costo. Había que evitar la llegada de los socialistas al poder.
Guardadas todas las proporciones, que son obvias, pienso que el presidente López Obrador, de manera consciente o no, actúa bajo la lógica política de la Teoría del dominó. Así, no está dispuesto a reconocer la corrupción de ninguno de los integrantes de su gobierno, que los hay y de manera muy evidente, porque si lo hace, abriría el espacio, una vez que cae el primero, de que siguieran, uno tras otro, como las fichas del dominó.
Por lo mismo, como lo hizo Estados Unidos en el marco de la Guerra Fría, está dispuesto a pagar todos los costos, para evitar que caiga la primera ficha. De ahí su defensa irracional de Bartlett, de Sandoval, de Salgado Macedonio, de Salmerón, de Gertz Manero, de sus hermanos, de su prima, de su hijo mayor y de una larga lista. En su visión si deja caer al primero se multiplicarán las denuncias contra los otros y empezarían a caer las fichas. Ya no sería el gobierno de los incorruptibles que solo está en su cabeza.
Lo mismo sucede con las evidentes fallas o rotundos fracasos de los responsables de las políticas públicas. El presidente los defiende con todo lo que está a su mano. Goza del poder del aparato del Estado. Argumenta con medias verdades y francas mentiras. Ahí está la defensa insostenible e irresponsable, desde cualquier punto de vista, de quien, en otro país, habría sido ya acusado de criminal por negligencia como es el caso del subsecretario de salud López-Gatell.
En el segundo tramo del mandato el poder del presidente tiende a debilitarse, y también se hacen más evidente las fallas de los funcionarios públicos, pero sobre todo aparecen con más claridad los fracasos de las políticas del gobierno. En la Teoría del dominó, que inspira la acción política del presidente López Obrador, lo que espera en los próximos meses es una defensa, cada vez más irracional, del fracaso palpable de su gobierno y de los muchos corruptos que lo acompañan. La primera ficha no debe caer.
@RubenAguilar