Aires del tiempo/ Opciones y decisiones  - LJA Aguascalientes
03/12/2024

Iniciaré esta conversación con una anécdota personal. Resulta que yo, siendo literalmente un párvulo aprendiz pues tendría apenas entre tres y cuatro años, asistía a las primeras clases del kindergarten. Una tarde, de regreso a casa mi papá Teófilo me observaba con la curiosidad que le era muy familiar, y me lanzó la pregunta: ¿Y qué hiciste en la escuela, m’hijo? A lo que yo, asumiendo con toda propiedad su deseo inquisitivo, respondí: -¡Pos, garabatos! A lo que él estalló en una divertida carcajada, y comentó: No, serían letras o dibujos. Y reviré: ¡No, papá, rayones! Aquel breve diálogo de iniciación pedagógica, sería recordado de cuando en cuando, con hilaridad y simpatía por ambas partes. Y del cual no dejan de desprenderse conclusiones muy serias y muy atildadas, una de las cuales apunta a la sorpresiva precisión de un escuincle apenas iniciado en la educación; y por otra, la de un padre genuinamente sorprendido al descubrir la honesta claridad de tal respuesta.

Refiero esta memoria de la infancia, entiéndase primeros años 50 de siglo XX, porque nos ayuda a proyectar algo de luz sobre la opacidad e incertidumbre que nos provocan los signos muy actuales de nuestros tiempos. Y basta acudir a lo ocurrido el pasado lunes 21 de marzo, en que se inaugura el nuevo aeropuerto AIFA de la zona metropolitana de la CDMX, para percatarnos de que los actos formales y protocolarios del presente gobierno federal, queriendo ser significativos de la siempre pomposamente llamada Cuarta Transformación, derivan a ser ya no significativos de un tiempo, de una estrategia política, de la concreción práctica de un proyecto gubernamental acabado, sino todo lo contrario: un trazo inconcluso, una idea de ser lo que habrá de ser en algún tiempo indefinido, una pista cuasi-virginal de aterrizajes y despegues nacionales y extranjeros, un centro bullanguero y atareado de tránsito terrestre y del aire que quiere ser, pero todavía no es. Al final, un signo tecnológico, económico, político y societal incierto e inacabado que queda en un esbozo, un apunte, un rayón todavía in-definido, y por ello un garabato.

Búsqueda de certezas que no es casual, sino síndrome de una dolencia que ya se avizoraba en el horizonte del acontecer humano e histórico que venimos llamando, ya desde ayer, como nuestra modernidad. El testimonio verdaderamente lúcido y claro de este acontecer se remonta a la voz que pronunciara el poeta Octavio Paz. “La historia es un cementerio de signos vacíos. En nuestro tiempo, lo mismo en la esfera de la literatura y el arte que en las de la moral, la política y el erotismo, asistimos no tanto a un desvanecimiento de los signos como a su transformación en garabatos: signos cuyo sentido es indescifrable o, más exactamente, intraducible. Entre el signo y el garabato se despliegan las artes y las letras de nuestros días”. O.P. (Ver: El Signo y el Garabato. Octavio Paz. Joaquín Moritz. México. Primera Edición, 1973. Cita del autor, Epígrafe a la obra, 10 de marzo de 1973).    

Reitero que no es casual este acto protocolario de referencia, sino una tendencia que ha sido consistente y persistente a lo largo y ancho del ejercicio constitucional de la Administración Federal bajo el mandato del presidente Andrés Manuel López Obrador, a sabiendas de que. – México sí eligió al caballero andante que salió triunfante de la justa electoral del pasado 1º de julio, 2018, (Cfr.: Nota mía. LJA.MX. Gala en Palacio. Sábado 01/12, 2018). Andrés Manuel parece reunir el mayor número de características que lo hacen tal, un caballero observante del fuero imaginario de Caballería. (…) Promete no ser un jactancioso del poder, no vamos a ser prepotentes. A cualquier divergencia antepone la deliberación en foros y en consultas con la sociedad, ya integró dos consultas –así sean cuestionadas-.

Declara su lealtad a las Leyes y al Estado de Derecho. Se levanta como un caballero armado contra la inseguridad y la impunidad, pero muy presto al perdón y a la reconciliación. Incluso para con aquellos que gestaron treinta años de corrupción para México, señalando como su mayor pecado, el haber impuesto las normas fatídicas del Neoliberalismo hegemónico y global (a lo que, dicho sea de paso, ni Gorbachov se salvó de este sino, ni Obama en Cuba, ni China tampoco en plena economía de mercado, desde su creencia original marxista). Finalmente, y esto exhibe su lado romántico, vamos a construir la paz de México, ¡ah! Y el amor, admiro a Jesús y a Ernesto Che Guevara, por eso así nombré a mi hijo menor. – Más asimilado a los rasgos emblemáticos del caballero andante, imposible. Razón por la cual, sin mucho devanarnos los sesos, podemos decir que simbólicamente es un auténtico Quijote. Su animus y su ánima son quijotescos, ¡eh aquí una primera nota de su perfil psicológico!

El multicitado signo político pretendido de Revocación de Mandato que está ganando momentum en la discusión pública presente es claro ejemplo de un signo que quiso, pero que ya nunca será el significado categórico que fuera anticipado. Desde la pregunta embarazada de ambigüedad: “¿Estás de acuerdo en que Andrés Manuel López Obrador, presidente de los Estados Unidos Mexicanos, se le revoque el mandato por pérdida de la confianza o siga en la Presidencia de la República hasta que termine su periodo?” – Asumamos que el Referéndum, entendido como figura jurídica, debiera consistir en una pregunta simple, a la que pueda responderse con sólo un SI o un No, de forma inequívoca.  Pero, al final, la fórmula que canonizó la SCJN es la doble o compleja, y que habrá de contestarse por: A) Que se le revoque; B) Que siga. Y como es archisabido en el país, existe ya una opinión mayoritaria por la aprobación de gestión del actual presidente, el ejercicio político sobreviniente el próximo 10 de Abril, sería algo menos que ocioso; pero, debido a la agenda política oculta del propio Presidente, quiere que el voto popular reafirme su popularidad – a pesar de la práctica inexistencia de resultados fehacientes en su gerencia gubernamental-. De manera que la naturaleza del pretendido referéndum sobre “revocación de mandato” está ya de entrada reconvertido en uno de “ratificación de mandato”; aunque la elaboración conceptual y su formalidad jurídico-electoral sea a todas luces revocatoria, con todo su poder y significado.

Por todo ello, no es casual que la opinión pública se encuentre polarizada y ahora encuentre una ciudadanía dividida entre los enfervorizados militantes morenistas que por todos los medios lícitos y transgresores (aunque ya legitimados por un “decretazo interpretativo” de la fracción parlamentaria militante a favor) propalan públicamente la obligatoriedad ciudadana de acudir a las urnas el día de la votación; o bien, aquellos que afirman que no importa la equívoca formulación de la pregunta, sino el cumplir con el derecho inalienable de salir y votar, aunque sea por “revocar el mandato”; o bien -tercer condicional en juego-, hacer caso omiso de acceder a cumplir con el ejercicio participativo en la Jornada Electoral, que equivale a simplemente dejar pasar, no participar en el proceso, generando así el vacío a tal convocatoria… Cuyo efecto real, por cierto, es sustraerse efectivamente a la contabilidad Total de votos válidos emitidos -minusvalorando el poder vinculatorio del ejercicio-, y que tendría como manifestación ciudadana la Suma Cero a la tergiversación interesada del proceso mismo del Referéndum, por el grupo en el poder.

De esta inestabilidad sociopolítica en la búsqueda por significados y por tanto por el sentido de nuestros tiempos, podemos confirmar la veracidad y la verosimilitud del vuelo poético de Octavio Paz cuando dice: -“El fundamento de la modernidad es una paradoja doble: por una parte, el sentido no reside ni en el pasado ni en la eternidad sino en el futuro y de ahí que la historia se llame a sí mismo progreso; por la otra, el tiempo no reposa en ninguna revelación divina ni en ningún principio inconmovible: lo concebimos como un proceso que se niega sin cesar y así se transforma”. – Razonamiento del que concluye con un efecto verosímil: – “El fundamento del tiempo es la crítica de sí mismo, su división y su separación constantes; su forma de manifestación no es la repetición de su verdad eterna o de un arquetipo: el cambio es su sustancia”. Alcance que hace aún más imperativo: “Mejor dicho: nuestro tiempo carece de sustancia”. (Opus cit., El Signo… I. La nueva analogía: Poesía y Tecnología. P. 12).   

Ante este más que inquietante nihilismo (digamos, afrontamiento ante la nada), el virtuosismo metafórico de Octavio Paz encuentra una vía de respuestas a esa nuestra alocada búsqueda de significados y de sentido de las cosas, y lo hace en el placer. Parece recitar: “El placer es una pregunta que se repite sin cesar: ¿qué hay detrás del instante, qué hay detrás del cuerpo que enlazamos y nos enlaza? El placer está condenado a la dialéctica, por decirlo así. Cada uno de sus movimientos es una pregunta -y cada respuesta es una negación”.


Y, para responderse, encuentra una vía de solución en el placer, del que dice ser “una caligrafía”; lo revela en unos versos de López Velarde: “Voluptuosa melancolía: // en tu talle mórbido enrosca// el Placer su caligrafía// y la Muerte su garabato”. Así lo explica: “La escritura del placer se enrosca como una víbora o una liana -como una interrogación. Es una pregunta que estrangula o que, al menos inmoviliza a su objeto. Y la respuesta a esa pregunta, si es que efectivamente la muerte es una respuesta, es un garabato: un signo no sólo indescifrado, sino indescifrable, y, por tanto, in-significante”. (O. c. Ut supra. IV. Fundación y Disidencia. 6. El signo y el garabato. P. 203).

Emprendimos, en esta conversación, un salto al vacío de significados de algo sumamente importante: hablamos de visiones, imaginaciones, obras, acciones, proyectos de un ejercicio constitucional de gobierno, actual, en vivo y en directo, precisamente dicho de nuestro tiempo. Y nos topamos con trazos, rasgos inconclusos, muchos planes inacabados. Eso sí, mucha retórica, abundante discursiva, repiqueteante propaganda; una difusión social inflada, voluminosa, saturada. También notamos la constante vuelta atrás, el lobo amenazante que viene, viene de allá, de atrás, de treinta años de neoliberalismo, de constante, masivo e impune saqueo del erario público, de alianzas infames, de una oligarquía rapaz contra el pueblo inerme, bueno, el único capaz de legitimar. Ah! Y luego el giro al futuro, la refundación que habrá de operar la Cuarta Transformación nacional que hoy encabeza el grupo en el poder -lo reconozcan ellos así, o no-.

¡Ajá! Pero, las respuestas claras, simples y llanas no importan. Hay que seguir cambiando, el cambio se explica por sí mismo, es lo que estamos alcanzando sin alcanzarlo del todo. El cambio de todo, de todos, de todo lo que hay es lo que importa, no hay por qué explicarlo, se explica por sí sólo. Es el deseo de lo no alcanzado, hay que seguirlo deseando. Como un placer inalcanzado, y aunque pruebe ser inalcanzable. Que nunca nos deje satisfechos. Por todo ello, este gobierno federal tiene que ser total, acumulativo, autoritario, sin cuestionamiento, hay que creerle. No importa que al final sea lo que un párvulo aprendiz pueda identificar como un rayón, un garabato. Y un poeta inmemorial de nuestro país, también concluya en su alto vuelo imaginativo, al final, que es un garabato.

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