En Chile una vez más se han abierto las grandes alamedas por donde pasarán los hombres y las mujeres libres para construir una sociedad mejor. Palabras similares serían las que pronunciara Salvador Allende aquel medio día del 11 de septiembre de 1973 en un país que nunca volvería al ser el mismo a partir de esta fecha, mientras el Palacio de La Moneda ardía en llamas por un golpe cívico-militar el presidente se comunicaba por radio con su pueblo emitiendo aquel mítico discurso, después de ello se impondría una dictadura feroz y abyecta sostenida a sangre y fuego.
Memoria. “Los invito –como se invitara hace muchos años- a que vayan a sus casas con la alegría sana de la victoria alcanzada” se escuchó retumbar en pleno epicentro de Santiago, palabras idénticas a las de Allende al ganar la presidencia para impulsar el primer gobierno socialista electo democráticamente en América en 1970, ahora medio siglo después emuladas por un joven llamado Gabriel Boric, igualmente después de ganar la elección presidencial en diciembre de 2021 y ante la algarabía de millones de chilenos. Allende pronunció ese discurso de victoria desde los balcones del edificio de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, de la cual Boric al igual que Allende también presidió. Los tiempos son otros, las coincidencias enormes, la movilización la misma, los reaccionarios idénticos, la esperanza –quizá- mayor, las resistencias aún más duras. Chile se había transformado en la joya latinoamericana del capitalismo y después de un duro encontronazo con la realidad comienza la búsqueda de otro modelo posible, ya que el modelo macroeconómico que exportaba tan orgullosamente la derecha chilena y su oligarquía se resquebrajó a pedazos en el estallido social de 2019, el cual fue un clímax que viene de lejos, desde aquel septiembre del bombardeo, de las bayonetas, las torturas, los exilios, las desapariciones, la muerte.
Unos pocos. El estallido social comenzó una crisis institucional y de gobernabilidad para el ahora ex presidente Sebastián Piñera, que reelecto después del segundo mandato de Michelle Bachelet se esperaba volviera a aplicar su fórmula neoliberal, Chile es uno de los países más injustos en términos económicos con un Estado que recauda por debajo de la media de la OCDE –es decir, las grandes empresas no pagan impuestos- y la desigualdad se abrió aún más en su segundo mandato, la fachada ya no pudo sostenerse, la detonación fue imprevista y el costo demasiado alto. El incremento del valor de subte –ya de por sí uno de los más caros del mundo- dio origen a protestas por parte de los estudiantes chilenos, “la revuelta del molinete” llamada así por el brinco de los jóvenes a los molinetes evitando el pago, esta subida encendió la mecha de un pueblo hastiado en un sistema que perpetúa la desigualdad, en donde el 10% más rico del país acapara el 60% de la riqueza nacional, y la mitad más pobre de la población recibe el 10%, un pueblo con falta de acceso a la salud una de las más caras de Latinoamérica, a la educación con estudiantes endeudados con créditos de hasta treinta años, adultos mayores en situaciones precarias con fondos de pensiones en manos privadas y de especulación financiera, un modelo que obtura posibilidades de crecimiento para la gran mayoría de sectores medios y nulifica la coyuntura de movilidad social para sectores de ingresos bajos de la población, un modelo propuesto por los Chicago Boys y el FMI aplicado desde la dictadura.
Yapo! En el estallido social el contrato de convivencia se rompió, las jornadas de protestas masivas terminaban con saqueos, estaciones incendiadas, edificios gubernamentales atacados y violentos enfrentamientos con los Carabineros de Chile, que mostraron una brutal represión, como cuando sostuvieron la dictadura de Augusto Pinochet, solo que en esta ocasión millones de personas alrededor del mundo -y tristemente paradójico- observaron a los Carabineros disparar a los ojos de los manifestantes, desde estudiantes de secundario hasta amas de casa. La fuerza militar en la calle con tanques, el toque de queda en las principales ciudades y la brutal represión dejaron una treintena de fallecidos a manos de las fuerzas del Estado, 460 personas con lesiones oculares y cientos de lesionados. El país se tornaba insostenible, la exigencia popular en los barrios y en las calles era arrancar el sistema de los poderosos desde raíz, su columna; la Constitución, surgida en plena dictadura. El sector político con una enorme presión se vio forzado a armar un acuerdo convocando a un plebiscito nacional para saber si la ciudadanía quería cambiar la Constitución, la respuesta se hizo llegar el 25 de octubre de 2020 –en plena pandemia- ante la pregunta; ¿Quiere usted una Nueva Constitución? Sí (78.28%).
Cachai. Para integrar esta nueva Constitución se voto un Congreso Constituyente en mayo del 2021 enmarcado por una mayoría en los escaños de representantes de la fuerza joven y progresista, impulsando la agenda de la izquierda, con una fuerte impronta de derechos e intervención del Estado, de inclusión y justicia social, de educación accesible, de salud y vivienda digna, de oportunidad de movilidad social y derecho a la tierra, de protección del medio ambiente, descentralización y de reformar el modelo económico, todo ello atravesado por el impulso y la agenda feminista que recorre el continente. Boric que asumió la presidencia de Chile el pasado 11 de marzo integró su gabinete con 14 mujeres como ministras de un total de 24 puestos, y es que la participación de las mujeres dentro del movimiento estudiantil, las protestas y la militancia política –sobre todo las jóvenes- fueron decisivas para llevar a Boric a ganar la presidencia en la segunda vuelta, es decir, fueron, son y serán claves para gobernar el país. Una de sus más interesantes representantes es Camila Vallejo ahora ministra vocera del Gobierno, quien desde sus 18 años ingresara a las Juventudes Comunistas, años después –también, igual que Allende y Boric- sería presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile en uno de los periodos de mayor movilización en 2010 y 2011, en 2013 se convirtió con 25 años en la legisladora más joven del país por el Partido Comunista, hoy Camila es una figura indispensable que personifica una generación, un movimiento y una forma de hacer política. A ella se suma Maya Fernández Allende, hoy ministra de Defensa, quien tendrá a su cargo la responsabilidad de las Fuerzas Armadas, aquellas que cuando ella tenía apenas dos años de edad derrocaron a su abuelo Salvador Allende, y donde él perdiera la vida. Ella y su familia tuvieron que huir al exilio refugiados de la dictadura, vivió sus primeros años en Cuba junto a su madre la médica Beatriz Allende y su padre, diplomático cubano Luis Fernández, desde 1992 milita en el Partido Socialista, mismo que llevó a su abuelo a la presidencia. También destaca en el Ministerio del Deporte Alexandra Benado, ex futbolista y una de las principales activistas en los derechos para la comunidad LGTBIQ, su madre fue Lucia Vergara militante del MIR, Movimiento de Izquierda Revolucionaria que fue una organización política de ideas marxistas-leninistas y con una impronta del pensamiento metodológico de Ernesto Guevara para la “Guerra de guerrillas”, su madre fue asesinada en Chile en 1983.
La conformación de todo el equipo de trabajo de Boric, su gabinete, es extraordinario e irrumpe en la historia política chilena, integra diversas luchas, diversas etapas, no es simplemente algo simbólico o de cuotas de género, sino de legitimidad y coherencia ideológica, como dicta una de las consignas feministas desarrollada por Carol Hanisch figura del Movimiento de Liberación de las Mujeres en los Estados Unidos en la década de los setenta; “Lo personal es político”.
Viento Sur. Todo esto es aire fresco para Chile, el triunfo de Boric representa la convergencia de diversos movimientos que se cohesionan por un cambio de rumbo en el país, de modelo en la mayoría de las esferas de la vida pública, un freno al pensamiento de dependencia económica y saqueo sistemático del territorio y la explotación del pueblo, si “Chile fue cuna del neoliberalismo, también será su tumba” aseguro Boric, cercano a las ideas de plurinacionalidad, de perspectiva intercultural, autodeterminación, integridad, cultura y lengua de los pueblos que habitan el país en sus 16 regiones desde Arica hasta la Antártica, pasando por Atacama, Coquimbo, Valparaíso, el Biobío y la Araucanía, por mencionar algunas, aunque es la región Metropolitana de Santiago donde estos nuevos aires, de juventud, de novedad, de militancia tendrán que disputar con las élites, el establishment que mantiene el statu quo y las enraizadas fuerzas del conservadurismo que son colosales. Esta otra forma de entender la realidad sitúa a Boric, a su gabinete y a los millones de votantes que lo llevaron a la presidencia a estar cercanos a los movimientos progresistas de la región, al pensamiento de izquierda de diferentes líderes políticos y sociales, ejemplos a seguir y los cuales conoce bien desde sus primeros años como dirigente estudiantil, él mismo ha expresado “Me da mucha esperanza y espero tener un trabajo codo a codo con Lucho Arce en Bolivia, si Lula gana las elecciones en Brasil, la experiencia de Gustavo Petro si se consolida en Colombia. Creo que ahí se puede armar un eje tremendamente interesante”, a su vez ha referido su deseos de enlazar políticas con el principal socio del país transandino Argentina con Alberto Fernández y con Andrés Manuel López Obrador en México. Aunque también lo distingue hasta ahora su posición crítica con respecto a repensar la izquierda en casos como Nicaragua y Venezuela. La experiencia de la región, los presidentes y líderes que la encabezan podrán aportar al proceso histórico que vivirá Chile en los próximos años, sin embargo los retos particulares que Boric y el movimiento enfrentan no son menores, deberá dar respuesta pronta y eficaz a la esperanza de un pueblo que toco fondo, que busca otra forma de constituirse en lo político, en lo social, en lo económico, recuperar y reformular el contrato social, tendrá que impulsar y aplicar medidas tributarias para los súper ricos y las mega corporaciones –en particular el sector minero-, destinar planes y programas para reformar la educación, la salud, las pensiones, el salario y la gobernanza regional, así como idear un camino viable para la exponencial ola migratoria que recibe el país, pero sin duda el mayor desafío es la Convención Constitucional que está escribiendo en estos meses una nueva Constitución para el pueblo chileno, que será votada en referéndum el próximo septiembre, esta nueva Carta Magna –de aprobarse- será un nuevo punto de partida.
Sipo! Percibido como desaliñado, de barba descuidada, tatuado, visto hasta no hace poco como un furioso heredero de la más recalcitrante izquierda universitaria, que no usa corbata –ni siquiera para su asunción presidencial-, que escucha punk rock, que encabezaba actos estudiantiles con mohica en la cabeza, que calza tenis en las reuniones, que ha elegido vivir en el modesto, descuidado y popular Barrio Yungay, que va en bicicleta a reuniones de trabajo, que conversa en la calle con cualquier ciudadano, que viene de Punta Arenas la Patagonia chilena, que es el presidente más joven en la historia de su país y del continente, está próximo –y ojalá que así sea- a convertirse en un símbolo y una realidad de la juventud emergente de Latinoamérica, de la irrupción de las ideas de cambio y transformación en beneficio de los pueblos, la naturaleza, la región. Gabriel Boric no llega solo al Palacio de La Moneda, su figura representa algo mayor, y lo que representa no puede entenderse, ni sentirse, sin comprender la compleja historia del querido país del sur abrazado por la Cordillera de los Andes y el Mar Pacifico. Pero sobre todo Boric es joven y es revolucionario, por que no serlo –como diría Allende- sería una contradicción hasta biológica. ¡Vamos Chile, la alegría ya viene!