En días pasados atestiguamos un cambio drástico en la narrativa gubernamental. Y es que la agenda no ha estado marcada, como venía ocurriendo, desde el gobierno central. El debate más álgido y vibrante se ha dado en las redes sociales y en algunos medios de comunicación.
Pero más allá del tema que provocó un verdadero conflicto en este gobierno, resulta muy interesante la forma en que los ciudadanos se han apropiado de la discusión pública, pidiendo a gritos una explicación.
A pesar de la comunicación gubernamental, cuya fuente principal de poder es la conferencia mañanera que tiene lugar todos los días en Palacio Nacional; el tema del posible conflicto de interés y tráfico de influencias en que habría incurrido el hijo del presidente de la República, ha sido tendencia por lo menos una semana y media en Twitter.
Los esfuerzos por controlar los daños parecen ser en vano, pues las explicaciones han transitado de lo inverosímil a las amenazas. La confusión es en estos momentos la constante.
Aunado a ello, otro de los aspectos graves del bochornoso episodio es la sistemática violación de la ley en que se ha incurrido: la exhibición de la información financiera de un particular, sin su consentimiento.
Lo anterior en suma con los ataques directos hacia los periodistas, particularmente hacia quien exhibió el estilo de vida que lleva el hijo del presidente en Estados Unidos.
Para desgracia del gobierno, el tema se ha convertido en una “bola de nieve”, que además de haber derrumbado el cuadro de principios sobre el que descansa el discurso presidencial, sigue siendo trending topic en las redes, puesto que la ciudadanía, insisto, exige una explicación.
Si nos remitimos al pasado, por ejemplo, recordaremos que la polémica “Casa Blanca” provocó una crisis que le costó las últimas décimas de popularidad al ex presidente Enrique Peña Nieto.
Y aunque hoy las condiciones y popularidad de AMLO son distintas, la bomba sigue provocando grietas en la credibilidad gubernamental, sin que alguien pueda detenerlo.
Cosa interesante resulta también la solidaridad de la sociedad frente al gremio periodístico. Para muestra el hashtag #TodosSomosLoret, con el cual se lanzaron miles de mensajes de apoyo en Twitter hacia el periodista, cuya figura se ha convertido en el centro de los ataques.
Al final, la exigencia sigue siendo la misma y las respuestas continúan acompañadas de un tufo autoritario que únicamente confirma la crisis moral, ética y democrática, que acompaña al presente sexenio.
Harían bien en recomponer el discurso y conducirse por la vía del respeto y del Estado de Derecho, para salir del atolladero en el que han caído.