Solo le pido a Dios
Que el futuro no me sea indiferente
Desahuciado está el que tiene que marchar
A vivir una cultura diferente
León Gieco
El mural citadino representa una suerte de revitalización de la imagen urbana a través del arte, en las calles, avenidas, parques y barrios, que, no presupone de recursos académicos para su apreciación estética, sino de la identificación entre vecinos y de autores.
Estos pueden esbozar temáticamente gestos de solidaridad y empatía, cuyo germen proviene de diversas prácticas, como puede ser, por ejemplo, la propuesta revolucionaria del combativo David Alfaro Siqueiros, o las del mural Chicano y las de la Raza, que, bajo este último sello, se aprecia inclusivo, el cual traza una cartografía que sitúa sus intenciones identitarias desde el norte del continente hasta la Patagonia.
Recuerdo en una charla que sostuve con el pintor chileno Osvaldo Barra Cunningham, creador de los murales de Palacio de Gobierno de Aguascalientes, en la cual comentaba el maestro, que había un componente importante en esto de entrelazar a los países por medio del arte, que era precisamente la colaboración y la solidaridad entre los pueblos la esencia de ello, ya que él había llegado a México por un intercambio entre países y que precisamente un académico en historia del arte y funcionario del INBA, que un servidor tuvo en la Academia de San Carlos, Adrián Villagómez Levre, se hizo posible.
En 1940, refiere Siqueiros en sus memorias que, para pintar un mural en Chile, convocó a dos jóvenes pintores de esa nacionalidad, uno de estos de apellido Werner de ascendencia alemana y el otro Jaramillo, de ascendencia colombiana, quienes tuvieron la oportunidad de conocer de las enseñanzas del Muralismo Mexicano. Alfaro, que para entonces ya era considerado uno de los artistas consolidados en este movimiento artístico, invitó al coahuilense Xavier Guerrero a participar en esta aventura artística, quien al igual que aquel y conjuntamente con otros artistas, fueron iniciadores de dicha escuela pictórica.
Al respecto y por mediación del poeta Pablo Neruda, este grupo realizaría en la ciudad de Chillán, un mural que lleva por título, Muerte al Invasor, cuyos temas versan sobre la historia de ambos pueblos como parte de una sola, común, que es la de América Latina en su lucha por la descolonización y las de reivindicación de las causas sociales y políticas, a propósito de la donación que el gobierno de nuestro país en la persona del General Lázaro Cárdenas, hiciera de una escuela primaria como una expresión de solidaridad y de empatía ante los daños causados por un terremoto registrado el 1939, en esa zona altamente telúrica de la geografía chilena, sismo que tan solo en el primer “sacudón”, dejó más de 25 mil muertos.
Traigo a cuento que, en la Ciudad de México, en la colonia Clavería de la ahora Alcaldía Azcapotzalco, donde yo vivía y por allá a inicios de la década de los años 80, platiqué igualmente, con Daniel Manrique sobre su obra, quien formó parte del movimiento contracultural Tepito Arte Acá: quienes se veían a sí mismos en el “…saber estar con todos y no contra todos”. Quienes son igualmente, “La historia no escrita, que se refleja en la realidad real”.
La charla se dio en un lugar considerado para nosotros como punto de encuentro, de la juventud, cuando él estuvo realizando en los muros de las construcciones que circundan la glorieta que hay en esa colonia, unas pinturas murales de figura humana enormes y sintéticas en su tratamiento formal y por ende en la proyección de su contenido.
Diríamos que estas figuras, con peso casi escultórico, mostraban una economía de color, casi en blanco y negro, que a mi parecer guardaban cierto diálogo con la estética siqueriana en cuanto a su planteamiento compositivo sobre la poliangularidad y el desarrollo geométrico sobre los soportes pictóricos, por medio de los cuales el público es considerado como un sujeto activo, que apreciará la obra desde diferentes puntos de vista de observación, buscados estos matemática y físicamente, los cuales son señalados sobre el suelo en el lugar, frente a la obra y mediante los cuales, se sugiere un recorrido que otorga movimiento al mural todo, como si se tratase de una película, que excluye la experiencia estática que se tiene tal como se mira una obra de caballete.
Manrique, tuvo en otros puntos de la ciudad, muchos gestos de solidaridad y camaradería, de compartencia y socialización del arte para la banda y para nuestro vecindario, de parte de este artista criado en el barrio bravo e identificado con la marginalidad, las luchas y causas sociales, que se forjó entre el barrio, la calle y en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado, la Esmeralda, que al igual que los movimientos murales citados, su obra adquirió una dimensión literalmente continental, de la que se cuenta con el registro de por lo menos 80 murales y lamentablemente sin registro muchos más ya desaparecidos.
En esta ruta de la empatía y la solidaridad, hay en la ciudad de Aguascalientes, dos murales de reciente ejecución que abordan historias de personas migrantes que han sido desplazadas de sus lugares de origen en América Latina y el Caribe, al experimentar una migración impulsada por los desastres naturales, las crisis económicas, políticas o humanitarias, que tienen un fuerte componente en la liberación de la economía, de mercados, de mercancías y de capitales, entre ellas la fuerza humana de trabajo, que generan países pobres con un desarrollo desigual que los ubica en la categoría en vías de desarrollo; factores que propician el movimiento de grupos humanos eufemísticamente hablando, ya que son en realidad expulsados de las comunidades a las cuales pertenecen.
En relación con el cambio climático, este se encuentra ya entre nosotros. Convierte en vulnerables a las comunidades al verse comprometidos sus recursos naturales de los que depende su existencia y su cultura, por el deterioro de sus ecosistemas, de la pérdida de la biodiversidad, ante el incremento de sequías, inundaciones, hambrunas, enfermedades producidas por zoonosis y en general de fenómenos meteorológicos que causa el calentamiento global a nivel planetario y del saqueo de la naturaleza del que son objeto de parte de las economías más poderosas del mundo capitalista.
Ante las crisis humanitarias vividas en este contexto de violación a los derechos humanos, es que los migrantes mediante sus historias personales y la pintura, han sido representadas en los muros, huyendo de sus países de origen, de la violencia y la falta de oportunidades para vivir con decoro, en busca de horizontes favorables en el intento de enfrentar también el salir de la pobreza, como ocurre en el caso de México por la falta de empleos propiciado por el modelo económico neoliberal que arranca para algunos autores en la década de 1970, que provocó la expulsión de centenares de miles de compatriotas, y por la violencia del narcotráfico que encontró un caldo de cultivo durante ese periodo.
Factores que redujeron los niveles de bienestar de la población viéndose elevados los índices de pobreza y marginación, en todo el orbe, que se aprecian en los precarios sistemas de salud, educación, vivienda y el consiguiente acceso a estos, coronados por un alto grado de corrupción entre la triada gobierno, iniciativa privada y clero.
En México más de la mitad de su población es pobre, (55.7, Coneval, 2020), y Aguascalientes, también forma parte de este país, que no es Suiza y nunca lo ha sido.
Con esta carga y con una grafía de arte público es que estos solidarios murales, se encuentran con la sociedad, integrándose a los bienes colectivos efímeros de la ciudad, que poseen la capacidad de comunicar mediante imágenes, poderosas conexiones visuales humanitarias y multiculturales, que acompañan trayectos de dimensión continental, esperanzantes de aquellos que buscan la Arcadia, el país idílico donde reine para ellos un porvenir promisorio.
México guarda una histórica tradición solidaria en la promoción de los derechos humanos, de asilo y refugio, que es ejemplo mundial, identificada con causas humanitarias y políticas.
Ejemplo emblemático es la recepción de cerca de 500 niños y niñas, hijos de los combatientes republicanos españoles que huían del fascismo, provenientes de Europa, que serían conocidos como los Niños de Morelia, arropados en 1937 en un gesto humanitario del presidente Lázaro Cárdenas, los cuales nunca regresarían a su país de origen ni volverían a ver a sus padres.
Otro ejemplo, son los asilados políticos que huyeron de las dictaduras militares promovidas por los Estados Unidos en los años setenta y ochenta, desde Centroamérica hasta el cono sur del continente y el Caribe, entre los que se encuentran cubanos, dominicanos, salvadoreños, nicaragüenses, uruguayos, chilenos o argentinos, entre otros más.
Los murales a los que se hace referencia, guardan cierta conexión en general con esta tradición, que adquiere un importante valor al vincularse una institución educativa en artes, pública, que empatiza con estas realidades que tienen que ver con “…la protección y asistencia por razones humanitarias a las personas cuya vida e integridad se encuentren en inminente peligro”, como lo señala la Secretaría de Relaciones Exteriores.
De este modo, vemos una fructífera manera de vincularse que se expresa mediante la solidaridad, por medio de intervenciones artísticas de alumnos y profesores de la Universidad de las Artes, perteneciente al Instituto Cultural de Aguascalientes, que los unen a las acciones que despliega en el estado, la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, ACNUR, y que bien pueden encajar en la otra histórica y empática tradición del quehacer creativo que ha caracterizado a los movimientos artísticos que en México se han practicado reiteradamente con infinita vitalidad, y gracias a la generosidad, de los artistas que en su momento han izado la bandera de la práctica creativa, que nombra al menos mediante un soplo, la esperanza por perseguir un mundo libre de precariedades, de violencias y de la aplastante realidad en la que se encuentran sumidos millones de seres humanos en el planeta.
Coda:
El Mural titulado Partida, viaje y llegada, se encuentra en la calle Manuel G. Escobedo, de la colonia Héroes, el cual expone los testimonios de personas refugiadas que radican ya en el estado, provenientes de países de Latinoamérica, entre ellos, Colombia, Venezuela y Honduras. Obra colaborativa realizada por el colectivo independiente Andantes, conformado por profesores/as de la Universidad de las Artes y artistas locales, entre los que se encuentran, Alondra Alonso, Georgina Martínez, Aldo García, Juan Vizcaíno y Carlos Marmolejo.
El mural, que lleva por título Habitando el destino, se encuentra en el edificio 43, el cual es ocupado por la Licenciatura en Artes Visuales en el campus de la Universidad de las Artes, en el Complejo Ferrocarrilero Tres Centurias, y cuyo diseño y proyecto de ejecución, fue coordinado por la maestra Alondra Alonso Álvarez, contando con la colaboración de los estudiantes Antulio Arroyo, Andrea Posada, Ramón Torres, Uriel Lugo, Octavio Velasco, Liz Espino, Michelle Roque y Robert Abraham, éste último, estudiante originario de Caracas, Venezuela.
Febrero de 2022