Yuval Noah Harari escribió “Generaciones previas pensaban en la paz como la ausencia temporal de guerra. Hoy en día pensamos en la paz como la inverosimilitud de la guerra”, no he podido escapar de la frase por la invasión de Rusia a Ucrania, el tema del momento, el que acapara todos los minutos de los noticieros de radio y televisión, el mismo que, aunque ocurre en un lugar lejano, nos vemos obligados a entender para poder reconocer las posibles consecuencias con que podría afectar nuestras vidas.
Frente a la crónica de los sucesos en Ucrania, la imágenes terribles y el llanto de los niños, recordé una frase de Heródoto en la que asegura que “nadie es tan necio que prefiera la guerra a la paz: en ésta los hijos entierran a sus padres, y en aquella los padres a los hijos”, porque la inverosimilitud de la guerra que nos distingue ahora, creo, comienza por la incapacidad de pensarnos en el mundo, a pesar de contar con los recursos tecnológicos suficientes como para acceder a culturas e historias completamente distintas a la nuestra, preferimos concentrar la atención en lo que se nos parece.
No hace mucho lamentaba que en los noticieros nacionales que escucho y en los medios que leo, cada vez es más difícil encontrar información del ámbito internacional, porque se prioriza información sobre lo que ocurre en la capital del país y a notas sobre los asaltos en el transporte público en el Estado de México; como el abuelo gruñón de Los Simpson que increpa a las nubes, me descubrí gesticulando frente a la televisión tras la enésima repetición del video donde un asaltante gritaba a los pasajeros “ya se la saben, banda”, como si los productores me pudieran escuchar reclamé a la pantalla: ¿no pueden dedicar ni un minuto a hablar de lo que ocurre en Ucrania? Y no, no lo hacen.
Lo mismo en el ámbito político, le dedicamos una atención excesiva a las declaraciones del presidente Andrés Manuel López Obrador y poco a sus acciones, si cuenta a los reporteros que ya está cansado y después del final del sexenio se retira de la política, como ha dicho cientos de veces, los medios destacan una frase, fuera de contexto, “Ya no puedo más, cierro mi ciclo y me retiro”, para insinuar que López Obrador ya se cansó y alentar los rumores que sólo aprovecha una oposición sin imaginación.
¿Y la guerra?, bien gracias, es necesario recortar el reporte en directo desde Ucrania para informar los precios del concierto de Bad Bunny, y a esa irrelevancia justificarla señalando que al cliente se le da lo que pida, porque de otra manera se pierde audiencia; una audiencia, no me canso de repetirlo, adormecida por el placer instantáneo que genera el mínimo esfuerzo, ese que puede pasar horas con el dedo en la pantalla viendo los chistes o memes de quienes quieren ser influencers.
Buscando referencias sobre la guerra, para poder explicársela a mi hijo, a quien le contaré aunque no muestre interés alguno, me encuentro con frases en las que se pone de relieve cómo el conflicto nos hace hombres, con una visión machista acerca de cómo la guerra nos transforma, la única conclusión que pude alcanzar es que no es el enfrentamiento violento el que nos va acercar al otro, es el interés en el otro lo que puede ayudarnos a entender lo que nos hace distintos.
Para no pensar la paz como la inverosimilitud de la guerra requerimos un esfuerzo por ver más allá de aquello con lo que nos identificamos, ampliar nuestra concepción de placer para que las dudas y la curiosidad quepan en ella, así, disfrutemos la tarea de conocer y aprender.
Coda. Una cita de Días extraños, de Ray Loriga: “El miedo es la parte de mi cuerpo que más crece con los años. El miedo es un tonto con un martillo. El miedo se cree que lo sabe todo pero en realidad el miedo y yo manejamos los mismos datos: la larga lista de todas las cosas de las que nunca seré capaz”.
@aldan