Y si quieren saber de mi pasado
Es preciso decir otra mentira
Les diré que llegué de un mundo raro
Que no sé del dolor, que triunfé en el amor
Y que nunca he llorado
José Alfredo Jiménez, Un mundo raro
Dejamos consignado el hecho de que, mediante su discurso, el presidente de la República cruzó la delgada línea roja tanto del tono y forma como del contenido de sus arengas propagandísticas. El escándalo mediático de la llamada casa gris de Houston y “la pausa” en la interlocución con España, han marcado el punto de quiebre de una oratoria asertiva, autosuficiente y significativamente poderosa pronunciada desde el atril presidencial, a una declamación airada, reiterativa, acusatoria, victimizante; aunque conserva inexcusablemente su sentido polarizador en el seno de la sociedad. Retórica mediática que acusa ya como efecto palpable la incapacidad para marcar la agenda política bajo el interés hegemónico de Palacio Nacional y nos sumerge en un mundo raro.
Dicha constatación en el intercambio de la conversación pública, ha irritado sobremanera el estado emocional del presidente Andrés Manuel López Obrador, de tal suerte que en lugar de pasar la página y enfocar hacia otros asuntos urgentes de la escena pública, él mismo la ha convertido en hilo interminable de acometidas y reprimendas, focalizando su invectiva a personajes específicos de la prensa, de la comunicación social, de la empresa y del quehacer intelectual. Sólo que al optar por esta trillada vía, el tono con que endereza su oratoria dista mucho de aquella que hubiera reivindicado causas inobjetables.
Me refiero, por ejemplo, a la voz imperiosa del poeta León Felipe, cuando pronunciara su: ¿Por qué habla tan alto el español? En su oración reivindicativa, lejos de cualquier trivialidad, escoge tres referentes históricos que justificarían plenamente el tono altisonante de sus connaturales. La primera fue cuando descubrimos este continente, y fue necesario que gritásemos sin ninguna medida: ¡Tierra! ¡Tierra! ¡Tierra!. Había que gritar esta palabra para que sonase más que el mar y llegase hasta los oídos de los hombres que se habían quedado en la otra orilla. //- La segunda fue cuando salió por el mundo, grotescamente vestido con una lanza rota y una visera de papel aquel estrafalario fantasma de la Mancha, lanzando al viento desaforadamente esta palabra de luz olvidada por los hombres: ¡justicia! ¡justicia! ¡justicia!. //- El otro grito es más reciente. Yo estuve en el coro. Aún tengo la voz parda de la ronquera. Fue el que dimos sobre la colina de Madrid, en el año de 1936, para prevenir a la majada, para soliviantar a los cabreros, para despertar al mundo: ¡eh! ¡que viene el lobo! ¡que viene el lobo!… ¡que viene el lobo!. Que enérgicamente justifica: Por qué tres veces, tres veces, tres veces tuvimos que desgañitarnos en la historia hasta desgarrarnos la laringe. El poeta magnifica ese tono, físico y gesticular “tan alto”, al hablar: Tenemos los españoles la garganta destemplada y en carne viva. Hablamos a grito herido y estamos desentonados para siempre.
Este último no es el usado por López Obrador. Por el contrario, su voz se hubo tornado de tonos bajos, conspirativa, meditabunda, cansina, casi doliente, victimizada; no así sus objetos referidos ni los sujetos de sus invectivas: “enemigos”, “traidores a la Patria” –cantaron sus aplaudidores-. Aquí es donde la palabra del presidente adquiere su hiriente magnitud, su irrefrenable ímpetu de ataque al que se atreve a ser diferente, al que se pronuncia divergente a sus miras y deseos, que antes que ser de servicio desinteresado a la Nación, son de un afán hegemónico de perpetuar su proyecto de supuesta transformación, pese a lo que pese y tope donde tope.
El primer rasgo que destaca en la personalidad y tipo de liderazgo de Andrés Manuel consiste en su modo de etiquetar a sus “adversarios”. Lucha contra los adversarios del pasado Neoliberal de por los menos últimos 30 años, a quienes adhiere el mote de corruptos, impunes y “mafia en el Poder”, y los ubica como un espejismo en el horizonte o una imaginaria destrucción de molinos de viento, con la deriva en juicios sumarios de personajes señalados de la política que le precedió, o en juicios iniciados ante Tribunales, cuyos litigios naufragan en el silencio o en la inoperancia, o en colosales obras de inversión injustificada –sobre todo entre Pandemias-, o en embestidas a planes, proyectos y programas del pasado que probaron su beneficio social y eficacia administrativa, pero que ya fueron socavados en aras de un cambio que no se ve, que no llega o queda en el limbo de una parálisis burocrática, ésta sí probadamente ineficaz e incompetente. Signos inequívocos estos de que algo sí huele a podrido, en tan altos vuelos transformadores.
Un segundo rasgo, con que pretende construir su hegemonía histórica, es su recurso a un ejercicio mental pero que no es para fundarse en la realidad o en la objetividad del conocimiento, y por tanto en el método científico; sino en aquella función cerebral-mental que en la dramaturgia (de Molière) se conoce como el razonador/ le raisonner, como aquel que justifica de cualquier manera lo que sea; no importa si contradice la realidad o la verdad. Es así como contesta ante la impugnación, la desaprobación pública, la descalificación personal, ya sea debido a la incoherencia o inconsistencia ya sea de sus comportamientos o de procedimientos. Recordemos que su eje aspiracional no es tanto la apropiación del Poder o las riquezas materiales (matiz interesado que hace de sí mismo), sino la obtención misma de la Gloria… ser uno de los mejores presidentes de la Historia, punto. Notación que de ahí a la egolatría absoluta, -reconocemos hoy- hay sólo un Nerón de diferencia. El periodista Ricardo Rocha resumió esa faceta personal bajo el título: El Es– todo soy Yo.
Un tercer rasgo y el medio para combatirlo, fue expuesto por el Dr. Mariano Barragán, reconocido psiquiatra mexicano, en entrevista por el conductor Carlos Loret de Mola. (Cfr. Nota mía: LJA. No, it is not OK. Sábado 04 de Enero, 2017). En que abordó el tema de la ansiedad en que cae la sociedad y que se manifiesta bajo la máscara del miedo. Al que describe así, el más insidioso enemigo es “nuestro miedo”, ante figuras delirantes como la de Donald Trump, Para lo que nos aporta un medio de control: “nosotros somos invulnerables en base a no tener temor”. Es decir, no permitir que nos neutralice su confrontación agresiva, su talante altivo y de dominio que comunica como un pícaro y cínico lenguaraz. En extensión a nuestro ahora, y la exhibición de sus armas de quien ostenta el poder presidencial con que se encuentra investido, debemos asumir el poder real que ejercen las instituciones de la Nación, y la fuerte convicción de alternativas en la democracia.
La otra nota que corrobora esa transgresión de la delgada línea roja discursiva, se desprende de la irritada respuesta de Palacio a: “Los reclamos de la Casa Blanca por los crímenes contra la prensa han caído mal en la Presidencia de México. Andrés Manuel López Obrador ha descalificado los cuestionamientos que hizo el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, sobre la ola de violencia y las condiciones de trabajo que enfrentan los periodistas mexicanos como una “injerencia” de Washington. “Pedirle de favor que se informe y que no actúen de manera injerencista porque México no es colonia de EE UU ni es un protectorado”.
El comunicado original dice: Secretary Antony Blinken. @SecBlinken. United States government official. The high number of journalists killed in Mexico this year and the ongoing threats they face are concerning. I join those calling for greater accountability and protections for Mexican journalists. My heart goes out to the loved ones of those who gave their lives for the truth. El alto número de periodistas asesinados en México este año y las continuas amenazas que enfrentan son preocupantes. Me uno a quienes piden mayor responsabilidad y protección para los periodistas mexicanos. Mi corazón está con los seres queridos de aquellos que dieron su vida por la verdad. 7:47 p. m. · 22 feb. 2022.
Una vez más, el tono presidencial mexicano ni es de la voz en alto, como dice el poeta León Felipe, la garganta destemplada y en carne viva. Hablamos a grito herido y estamos desentonados para siempre; ni mucho menos alude a eventos capaces de partir la Historia en dos, es un parlamento de un razonador/raisonner que masculla su enojo e intolerancia a la crítica, aunque venga de alguien por definición suficientemente informado, “pedirle de favor que se informe”… Y en otros contextos comunicativos alude a las múltiples agencias de inteligencia con que cuenta el gobierno de los Estados Unidos. Al final, un increíble exceso del estilo de razonar: “porque México no es…”, muy cercano al hablar ladino de un “castilla”, que comedidamente manda de paseo a un paisano, en voz baja.