Mathieu Tourliere
Durante las últimas cuatro décadas Daniel Chávez Morán, “supervisor honorario” del Tren Maya e integrante del Consejo Asesor Empresarial del presidente Andrés Manuel López Obrador, ha construido su conglomerado de entretenimiento de lujo, Grupo Vidanta, de manera discreta pero con relaciones cercanas con expresidentes.
Patrocinador de la fundación de Martha Sahagún durante el sexenio de Vicente Fox y condecorado con el Premio Nacional del Emprendedor por Enrique Peña Nieto, Chávez supo mezclar su vida empresarial con las relaciones políticas de primer nivel, aunque asevera que nunca recibió contrato público alguno.
El empresario salió de su entorno discreto para apoyar abiertamente al gobierno de la llamada Cuarta Transformación: además de ser un promotor entusiasta del Tren Maya, donó un terreno de 2 mil hectáreas en Sonora a la Comisión Federal de Electricidad para que construya una granja solar –que colindará con uno de sus hoteles– y una de sus fundaciones compró 400 mil cachitos en la subasta del “avión presidencial”, equivalente a uno de cada 10 cachitos que fueron vendidos en este polémico ejercicio, por un monto de 200 millones de pesos.
Dos semanas antes de arrancar su sexenio, López Obrador integró a Chávez a su Consejo Asesor Empresarial –junto con magnates como Ricardo Salinas Pliego, Olegario Vázquez Aldir o Carlos Hank González– y en julio de 2020 lo incluyó en la delegación de empresarios que lo acompañaron en la cena con el entonces presidente Donald Trump para celebrar la entrada en vigor del nuevo tratado comercial de América del Norte, el T-MEC.
En junio de 2020, en los diversos actos organizados para dar el banderazo a las obras del Tren Maya, López Obrador presentó al empresario como su “supervisor honorario”, quien “de manera honorífica, es decir, sin cobrar nada, sólo porque quiere ayudar, va a representarme en la supervisión” del Tren Maya.
“Le pedí que nos ayude a estar monitoreando, dándole seguimiento a la obra en general, que no se demore, que no se atrase, que no tengamos ningún obstáculo, y Daniel nos está ayudando mucho”, comentó el mandatario, e indicó que Chávez le entregaría personalmente informes periódicos sobre “la evaluación, el seguimiento físico, financiero de la obra”, y ello “porque no podemos fallar, tenemos que inaugurar el tren en el 2023, todo el circuito, los mil 500 kilómetros”.
El discreto Chávez Morán fue arrojado a la luz pública el pasado domingo 13, cuando José Ramón López Beltrán, el hijo de López Obrador, informó que desde 2020 trabaja en Texas como “asesor legal de desarrollo y construcción” para la empresa KEI Partners, que además le permitió tener una visa de trabajo para residir en Estados Unidos.
Esta sociedad, basada en Houston, es propiedad de Iván Chávez Saúl, hijo de Chávez Morán y vicepresidente ejecutivo de Grupo Vidanta –con 35 años–, lo cual despertó acusaciones sobre un posible conflicto de interés, dado que el hijo del presidente reconoció que labora para el hijo de un amigo de su padre, quien tiene cargos “honoríficos” en el gobierno.
Ante la creciente polémica, Chávez difundió un desplegado en el cual insistió en que no tiene injerencia sobre “temas de proyecto, trazo o administración” del Tren Maya; aseveró que ni él ni su familia tienen “relación comercial o de trabajo” con gobiernos; planteó que la administración de López Obrador no le otorgó ninguna concesión nueva de playa –como lo había inferido una nota de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI) destacada por el diario Reforma en su portada–, y recalcó que no tiene intención de invertir en las Islas Marías, contrario a lo que había anunciado en un primer tiempo.
Imperio
López Obrador ha definido a Chávez como un empresario con “dimensión social”, quien “viene de abajo, de la cultura del trabajo, del esfuerzo, del sacrificio”.
El negocio de Grupo Vidanta consiste en ofrecer entretenimiento de lujo para turistas extranjeros o nacionales muy ricos –capaces de pagar sus servicios, que oscilan entre 500 y 15 mil dólares por noche–: opera más de 30 hoteles, resorts, canchas de golf, cruceros, antros, restaurantes y un aeropuerto, ubicados en los principales destinos turísticos del país: Los Cabos, la Riviera Maya, Puerto Vallarta y Nuevo Vallarta, Acapulco, Puerto Peñasco y Mazatlán.
Su proyecto más reciente: un parque temático llamado Vidantaworld, cuyos visitantes explorarán “ruinas antiguas”, un “oasis” y un “mundo salvaje lleno de colores y magia”; además, los turistas podrán trasladarse directamente de su hotel Vidanta Nuevo Vallarta al parque temático a través del “primer sistema de teleférico en un resort de playa”, bautizado skydream Parks.
En una entrevista con la revista Expansión en 2016, Chávez dijo que su vida empresarial arrancó durante el sexenio de Luis Echeverría, cuando participó en el programa de construcción de 10 mil canchas de basquetbol en las zonas pobres: con 21 años, el joven egresado de la carrera de Ingeniería Civil de la Universidad de Guadalajara construyó 700 canchas con contratos públicos, con los cuales logró reunir un capital de 2 millones de pesos.
Este dinero le permitió abrir, en 1974, el hotel Paraíso Mazatlán, en Sinaloa. A los 23 años, Chávez entró en el negocio hotelero, en el cual el hombre, oriundo de Delicias, Chihuahua, hizo su fortuna.
Si bien ha afirmado que nunca tuvo contratos públicos, sus empresas obtuvieron concesiones por el uso de suelo y el agua, en una industria turística nacional impulsada por el gobierno federal a través del Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur), al que López Obrador encargó la construcción del Tren Maya.
“El país se iniciaba en el turismo a gran escala. Coincidentemente, Fonatur, nuestro gran orgullo, nació ese mismo año (en 1974). Contábamos con muy pocos recursos, pero con juventud, gran entusiasmo y la enorme suerte de tener el apoyo de los mejores compañeros de trabajo del mundo; los mexicanos”, dijo Chávez en un evento público en 2015.