Crucen sus apuestas/ Opciones y decisiones   - LJA Aguascalientes
21/11/2024

En vísperas de precampañas, ¿cómo ve usted el escenario electoral 2022? Mi primera respuesta es que se nos plantea un cuadro bastante atípico y de todavía insondables resultados. Mi primer atisbo al tipo de lectura alternativo sobre las alineaciones partidistas, tomado ya no en virtud de sus ideologías en contraste, sino desde la perspectiva de la población electora que redefine frentes contrapuestos a la hora buena de la justa electoral, a partir de los símbolos culturales que los asimilan en un bloque característico y cuyo rasgo distintivo ya no fuera el color partidista el que cobija su representación comunitaria, sino las banderas y los colores de los “santos patrones” que aglutinan sus adhesiones y lealtades fundamentales. Así, al menos, operan las distinciones grupales, bajo la óptica del análisis de las culturas populares, y constituye para mí la base de una interpretación alternativa de los fenómenos electorales. 

Revisemos un poco su génesis como marco lógico para una lectura de las elecciones. Yo me topé con este dilema al tratar de discernir qué factor podría ser decisorio en aquellas elecciones intermedias del estado de Aguascalientes, que debieron ser replicadas en el Distrito I, debido a la impugnación interpuesta por actos indebidos de intervención del titular del ejecutivo, que mereció sólo la amonestación del H. Congreso local, y la instrucción judicial emitida por el tribunal electoral.  

Con el objeto de ensayar una lectura sobre aquel fenómeno electoral atípico que confrontábamos, hube de aventurar una hipótesis de trabajo, en los siguientes términos: “Si es verdad que la religiosidad popular es la cultura popular; y que no serán los divididos colores partidistas en contienda los que priven como campeones de los pueblos mantenidos en suspenso electoral, tendremos que los comicios para reposición de la diputación federal del Distrito I, se jugará más por las adhesiones y lealtades populares a sus raíces, valores, creencias y emblemas de pertenencia, adoptando al candidato que mejor los represente. Será esta inclinación de la cultura popular la que defina el entuerto. Y si no, al tiempo” (Ref. Nota mía. LJA. Las banderas de la elección suplente. Sábado 22 de agosto, 2015).

Las coaliciones predominantes fueron las de PAN-Nueva Alianza con el candidato Gerardo Salas y José de Jesús Valdez Gómez como suplente; la coalición PRD-PVEM con Gregorio Zamarripa Delgado como candidato y Marte Eduardo Robles Sandoval como suplente. Por su propia cuenta, el Partido del Trabajo con Miguel Ángel de Loera como propietario y Jesús Rangel de Lira como suplente. No participaron con candidato los partidos Movimiento Ciudadano y el PRD. (Nota mía, LJA. Lealtades desde lo local. Sábado 12 de Diciembre, 2015).

La interpretación heterodoxa que postulé, como una elección con base en la lealtad a los símbolos y banderas de color local, tendría una variopinta cartografía. (1) El PAN aglutina: Jesús María, cuyo santo patrono es Santiago Apóstol, fiesta de los Chicahuales, y San Isidro Labrador; Calvillo. El Señor del Salitre, en la fiesta de la Ascensión; San José de Gracia, abandera al Evangelista San Juan, el Señor de Esquipulas y recientemente El Cristo Roto, como religiosa ficción. Y añade a Rincón de Romos con el Señor de las Angustias. Si bien observamos un esquema más bien cristológico y discipular del Maestro Jesús.

(2) El PRI logró concitar la fusión de Cosío. Con su emblemático San José; Tepezalá con su abanderado el Señor de Tepezalá y la Virgen del Perpetuo Socorro. Pabellón de Arteaga exaltando a la Virgen de Guadalupe, y San Francisco de los Romo cuya figura emblemática es la de San Francisco de Asís. Un esquema mariológico central con acento en la humildad y imitación al Hijo de María.

(3) Nueva Alianza conquistó el castillo emblemático del magisterio disidente con Asientos. Nuestra Señora de Belén y el Señor del Tepozán. Con Palo Alto, la Reina de México y Emperatriz de América. Y (4) el PT que aseguró el Llano, como tierra fatigosamente labrada, durante años de bregas electorales.

La apuesta de mi enfoque versó sobre el despeje del dilema sobre si la visión partidocrática de la contienda explicaba por sí sola el tapiz local de colores, preferencias, emblemas y sentimientos aglutinados desde lo local; o más bien, sí mi punto de vista de la religiosidad popular podría explicar de manera más plausible, esas inesperadas alianzas que casan intereses impensados, pero que al final agregan a la identidad territorial ligas solidarias comunitarias que las papeletas electorales no traducen desde los colores partidistas, en una primera instancia; pero que, las identidades comunitarias sumadas a sus banderas y colores de raíz local y personificados en sus santos patrones, dibujan un tapiz harto diferente que des mi punto de vista sí trasluce las lealtades primordiales que los unen como un grupo de población con identidad propia.

De aquel primer ensayo, que hice en esa ocasión, puedo desprender un nuevo aprendizaje: – la religión es la esfera del poder de los símbolos mientras que la política es la perspectiva de los símbolos del poder. Y no se confunden la una con la otra. De manera que el patrimonio político de una sociedad consiste en la forma con que se constituye el poder supremo de su Estado, que se manifiesta simbólicamente en el modo de gobierno (hoy, el grupo en el poder de la Cuarta Transformación), y se modula mediante el estilo personal de gobernar (Andrés Manuel López Obrador); en cambio, el patrimonio religioso de esa misma sociedad está integrado por las mediaciones simbólicas, normalmente tradicionales, fundadas en creencias, valores y actitudes morales que representan el éthos de un pueblo o nación y que lo traducen en usos y prácticas sociales y su más genuino folklore. Al punto que construye ya un punto paradigmático del análisis cultural: la cultura popular es la religiosidad popular. (Así lo dije: Lja. La perversión del poder. Sábado 25 de mayo, 2013.).


El mismo gradiente que ocurre en el ámbito nacional, lo vemos traducido a nivel local. En Aguascalientes, el PAN conforma el grupo en el poder, la modulación del mismo la comporta el hoy todavía gobernador Martín Orozco Sandoval, sus oposiciones son particularmente frágiles dado que la levedad de su estar partidista en el estado, apenas si tiene peso político –al menos al presente-, para confrontarlo con relativa gallardía. En el arranque de las anteriores elecciones a la gubernatura del estado, el mosaico de colores se pintaba así: – Comprende un territorio de los diez municipios –impropiamente llamados rurales, dejémoslo en extracápite– y el macro-cefálico municipio capital del estado. En total, suma un millón 312 mil 544 habitantes (Fuente: Encuesta Intercensal 2015, Instituto Nacional de Estadística y Geografía, INEGI). El municipio capital continúa concentrando la mayor parte de las personas, con 66.8% (casi 877 mil); muy distante le siguen los municipios de Jesús María (9.2%), Calvillo (4.3%) y Rincón de Romos (4.1%).

El municipio capital había crecido aceleradamente debido a su conformación como metrópoli, junto con los municipios de Jesús María y San Francisco de Los Romo. Así opinaba el otrora secretario de Gestión Urbanística y Ordenamiento Territorial del estado, Óscar López Velarde Vega, el año de 2012, cuando declaró: “En estos días, la ciudad de Aguascalientes llega al millón de habitantes, cifra mágica no imaginada; pasa a ser una metrópoli con todos sus retos y desafíos”, (Nota de Lja. Javier Rodríguez Lozano | 29/08/2012). Lo que nos permite partir de una base demográfica claramente caracterizada: – Aunque la lectura distintiva al uso prefiere afirmar que existe una “población de municipios rurales” versus el municipio hiper-urbano, a mí me parece inadecuada e incorrecta. Más bien habremos de plantear un macro-centro urbano –en creciente metropolización, hacia el norte- el cual es dominante, frente a diez poblaciones micro-urbanas, subalternas. A partir de aquí está nuestro núcleo semiótico de análisis, para empezar.

La siguiente incógnita a despejar está en cómo, la población electoral vista como un todo, habrá de configurarse para asignar el poder político del mandato constitucional a unos, al tiempo que mengua o disminuye el poder representativo de otros. Al momento de ejercer el relevo institucional del gobierno estatal, o el cuerpo legislativo, en que se jugará –aquí entra en función la hipótesis de trabajo-, la que hoy me parece una conjetura más meta-problemática, por el modo como se está perfilando la contienda 2022.

En este próximo evento comicial, más que las lealtades partidistas, debido a las inéditas coaliciones que ya están cantadas: PAN-PRI-PRD/ Morena / MC /et alii, serán más distintivas y habrán de aparecer con mayor vigor las adhesiones y lealtades populares desde sus raíces, valores, creencias y emblemas de pertenencia societal, adoptando así al candidato que mejor los represente. Sería entonces, esta inclinación de la cultura popular la que al final definirá el entuerto. Y muy probablemente prevalezca el esquema de bloques más mariológicos (albi-celeste, más el rojo y amarillo; frente al bloque magenta-Morena; y/o el naranja-Movimiento Ciudadano (probablemente más cristocéntricos (?). También, habrá de sumarse el factor de la distribución demográfica de la población electoral, en razón de su economía, es decir, la configuración territorial por deciles de Ingreso, ya que la grave dicotomía entre riqueza/pobreza, colorea desde ya un mapa electoral sumamente desigual.

A reserva de esbozar más en blanco y negro dicha segmentación, resultaría solamente por imaginar un poco esa pintura, los supuestos diez segmentos, mejor caracterizados estadigráficamente como “polígonos” extra-cápite, no confrontarán a un solo bloque en intensa metropolización, sea el municipio capital, sino a un polígono cuya base popular tiene características propias al Norte y Oriente (con clientela significativa hacia Morena), y peleando Distrito por Distrito y manzana por manzana en el Poniente, Centro, y Sur (versus Movimiento Ciudadano).

Este, de inicio, será para mí el mapa electoral por considerar, el cual a fuerza de carecer de rasgos partidistas e ideológicos firmes y consolidados, penderá hacia una inclinación optativa de la cultura popular significada por las lealtades fundamentales –bajo la dominancia de su religiosidad popular- y la posición relativa en la distribución económica territorial-, serán las que definan el entuerto. Y si no, al tiempo.

 

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