Ernesto Villanueva
Es difícil no tomar postura sobre las singulares declaraciones del presidente Andrés Manuel López Obrador sobre Carmen Aristegui y su quehacer periodístico, que son inéditas y reclaman un análisis puntual.
Veamos.
Primero. Ni duda cabe: Carmen no es perfecta ni pretende serlo. Es de humanos errar. Sí ha sido (lo sigue siendo) una mujer que, en distintas ocasiones, ha debido enfrentar la adversidad por su crítica persistente al ejercicio de los poderes públicos y privados. ¿Quién en su sano juicio podría no tener presente que ha dado voz y espacio a los más distintos actores políticos y sociales que no tenían cabida en los medios? Ha mantenido una laudable independencia, no del pueblo (AMLO dixit), sino de los gobernantes y de quienes tienen poder para ejercer una razonable crítica, las más de las veces, a los excesos y yerros en que suelen incurrir quienes se encuentran en una posición de tomar decisiones que afectan a los ciudadanos.
Y esta forma de trabajar no es precisamente la práctica diaria de buena parte de quienes dan vida al periodismo mexicano. Hay que separar el trigo de la paja, y Carmen se coloca en el primer rubro. No se ha vuelto una crítica del poder presidencial de la noche a la mañana. Hay que revisar su biografía, que sustenta la afirmación anterior. Ahí está como ayuda de memoria el costo que tuvo que pagar por preguntar (que nunca afirmar) sobre el supuesto alcoholismo del expresidente Felipe Calderón que le costó no sólo su trabajo, sino una campaña de desprestigio, de la que salió avante después de todo un largo peregrinar. (https://acortar.link/kMtz6C). Cómo olvidar también que Carmen y su equipo marcaron un parteaguas en el gobierno de Enrique Peña Nieto al dar a conocer el célebre reportaje de la “Casa Blanca”, del que no pudo jamás recuperarse el expresidente y marcó su sexenio como uno de los más corruptos de que se tenga memoria en el México contemporáneo.
Paradójicamente este tipo de entregas de periodismo de investigación crearon, junto con otros elementos por supuesto, condiciones favorables para que el presidente López Obrador pudiera ganar en las urnas en 2018.
Segundo. Ahora el presidente López Obrador no escatima palabras fuertes que lastiman no sólo la trayectoria de Carmen Aristegui, sino sus derechos al honor y a la propia imagen. Es muy forzado extraer de algunos trabajos periodísticos que ha dado cabida en su medio y que han sido objeto de polémica y del enojo presidencial, con razón o sin ella, una pauta de comportamiento general sobre la trayectoria profesional de alguien.
Carmen Aristegui es una sobreviviente del denominado periodismo de denuncia, pagando por ello grandes costos personales y profesionales por hacer del conocimiento de la comunidad lo que es de interés público, aunque –como es natural en todas y cada una de las personas– puede cometer errores y evidentemente los seguirá haciendo, porque la perfección es alejada de lo humano.
Se equivoca el presidente al enfocar sus baterías contra ella, a quien no se le puede regatear, en modo alguno, su contribución al contagio de las prácticas democráticas y a un periodismo habitualmente ético. Se puede sostener y documentar que hace su trabajo de buena fe, es receptiva a las oportunidades de mejora y siempre ha estado abierta a dar cabida al derecho de réplica sobre todos y cada uno de sus reportajes o notas.
El punto central, al igual que ha pasado con Proceso, es que Carmen no ha cambiado de la noche a la mañana, sigue siendo la misma: hoy, como ayer, hace un periodismo crítico frente al poder. Su proceder así lo revela. Lo hizo con los gobiernos del PAN y del PRI, y lo hace ahora con la 4T.
Tercero. No se sostienen, a la luz de un razonamiento lógico deductivo, las palabras presidenciales de que Carmen es “deshonesta”, que “mantiene una máxima del hampa del periodismo” y que “a la hora de las definiciones, se fue, o así pensaba siempre, pero simulaba, a favor del bloque conservador”. Se tratan las anteriores expresiones de afirmaciones de hecho. No se ven datos extraídos de la realidad que sustenten los asertos presidenciales.
Que sea deshonesta (es decir ajena a la moral o a la ética, de acuerdo con los distintos diccionarios) es una imputación poco menos que imposible probar.
No menos grave es la afirmación de que el trabajo de Carmen esté orientado por la “máxima del hampa del periodismo”. Esta frase en sí misma es agraviante, pues el diccionario de la lengua española de la Real Academia define el vocablo “hampa” como “conjunto de los maleantes, especialmente de los organizados en bandas”. ¿Cómo poder probar que Carmen es parte de una banda de maleantes?
Y sobre lo que hace a “las definiciones”, conviene apuntar que Carmen no ha hecho (no lo hace) un periodismo militante a favor o en contra de grupo o persona. Es simple y sencillamente una periodista profesional, cosa de recordar que cada sexenio ha sido objeto de presiones precisamente por sus trabajos informativos, que los gobernantes no quieren que se hagan públicos. Y por si lo anterior no fuera suficiente, es deplorable la campaña de redes y de comunicadores orgánicos de la 4T que buscan estigmatizar y pegarle por consigna en su línea de flotación.
Cuarto. El presidente López Obrador cuando se ha referido a Carmen y antes a Proceso ha dicho que “ejercí mi derecho de réplica” (https://acortar.link/kMtz6C). Alguien le debería informar al presidente que el derecho de réplica está desarrollado en la Ley Reglamentaria del artículo 6º. párrafo primero, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en materia del Derecho de Réplica, la cual dispone que esta prerrogativa se ejerce frente al medio de comunicación según lo prevé el artículo 3 de la citada ley. Además, el artículo 13 del ordenamiento de referencia, a la letra dice: “El contenido de la réplica deberá limitarse a la información que la motiva y en ningún caso, podrá comprender juicios de valor u opiniones ni usarse para realizar ataques a terceras personas…”. Todo mundo puede ver que lo que hace el presidente está muy alejado del derecho de réplica conforme a la Constitución y a ley. El modo, tiempo y lugar en que se generan las palabras del presidente pueden ser muchas cosas en la mañanera, pero no es, en modo alguno, un ejercicio del derecho de réplica previsto en el artículo 6º constitucional y desarrollado por su ley reglamentaria. Esta anotación no es menor; antes bien, reviste capital importancia para que el presidente ajuste su conducta en esta materia a lo establecido por la ley.
El presidente López Obrador es digno de mejores causas que abrir un nuevo frente innecesario que nada le abona precisamente contra una de las periodistas con mayor credibilidad y reconocimiento que tiene México. l
@evillanuevamx