AMLO y la derrota del discurso, fin de la ilusión/ Bravuconadas  - LJA Aguascalientes
22/11/2024

Fin de la ilusión. La dinámica discursiva e ideológica con la que el presidente López ha conducido el avance de lo que él llama la “Cuarta Transformación” desde su arribo al poder público en julio de 2018, para su infortunio y realidad, ha colapsado en los últimos días, y con ello ha puesto en jaque a sus seguidores más ciegamente leales, no los abyectos que lo rodean en el gabinete, las cámaras de diputados y senadores o en los nuevos gobiernos estatales encabezados por la 4t, sino a los que componen su más dura base social y su soporte electoral, los morenistas de a pie.

La semana que cerró el pasado 11 de febrero, nos dejó un paquete acumulado de frases del discurso presidencial, evidentemente vacías: “no somos iguales”, “por el bien de todos, primero los pobres”, “se les acabaron los privilegios”, “se acabó la corrupción”, “domamos la curva de la pandemia”, “reforzamos la seguridad”, y así… Sin embargo, algo se rompió en el discurso de AMLO. Vayamos por partes. Sí partimos que México desde el primer día del gobierno de la 4t en diciembre de 2018, se gobierna (?) desde la palestra que le da foro a las mañaneras, podremos identificar la fuente del discurso o narrativa del régimen. Hasta el 31 de enero según el portal de Comunicación Política, SPINT, se han realizado 777 conferencias en las cuales el promedio diario de afirmaciones no verdaderas es de poco más de 90, acumulando a la fecha 70 mil potenciales mentiras. Esta realidad nos lleva a pensar acerca de la fortaleza del discurso presidencial, y que hoy nos señala una narrativa llena de frases huecas, vacías de contenido transformador. Todo se acaba, como afirma Macario Schettino en su columna de El Financiero, hasta la fácil palabra del presidente, duró sí, pero está en una fase de remisión ante su propósito de “transformar conciencias”.

Aquella fortaleza que presumió al principio del sexenio lopezobradorista se debilita aceleradamente, a causa de la reacción del propio presidente ante situaciones o hechos que se han salido de su personal control, y lo peor, es que han surgido del seno del círculo más cercano a él, su familia, esto no es nuevo, pero el descontrol vino de José Ramón, su hijo mayor.

El némesis de AMLO, el periodista Carlos Loret de Mola, replicó hace una par de semanas un reportaje de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI) relativo a un par de casas que habitó el hijo mayor del presidente, José Ramón López Beltrán, relacionado con una empresa proveedora de PEMEX, la texana Baker Hughes, entre 2019 y 2022. Periodistas, además de Loret de Mola, han puesto especial énfasis en aclarar el potencial conflicto de interés entre esa relación de funcionarios de la petrolera y el hijo del representante de la “honestidad valiente”. La noticia ha escalado el interés nacional y cuestionado la solidez y validez del discurso del presidente. Tan grave resultó el impacto de la nota, que opacó incluso asuntos de impacto internacional como el “poner en pausa” las relaciones con España, sin saber bien a bien qué quiso decir el presidente con eso. Pero, aparte de tensionar las relaciones con el gobierno español, no hizo mella en la noticia de la “casa gris” del junior presidencial. Ya ni mencionar el zipizape con Panamá por la designación del embajador en esa nación centroamericana, del que, por ahora, nadie se acuerda.

Avanzamos rápidamente en el camino de la segunda mitad del sexenio de López Obrador, y el tiempo se le acaba. La economía no avanza, la salud está atascada en medio de la incompetencia de los responsables de atenderla desde el gobierno morenita, la pobreza crece a pasos constantes, y las propias relaciones con los socios comerciales en torno al T-MEC son inestables derivadas sobre todo por la reforma eléctrica en ciernes.

Pero lo verdaderamente grave para la 4t, es el visible agotamiento del discurso de López Obrador, del combate a la corrupción, de la austeridad, de la honestidad, que en mucho representaron la fortaleza del proyecto político de la Cuarta Transformación. Además de los visibles conflictos de interés en torno a las casas del hijo de AMLO y los contratos y las modificaciones con PEMEX, está esa pléyade de corruptos de primer nivel que le ronronean al presidente y que, en muchos casos son delincuentes confesos, como su secretaria de Educación Pública, Delfina Gómez, célebre por el cobro de los diezmos a los trabajadores de Netzahualcóyotl en su época de alcaldesa; o el titular de la CFE, Manuel Bartlett, sus casas, su hijo, inmune e impune a las leyes relacionadas con la función pública, sobre todo por la protección irrestricta de su jefe. O el propio Bejarano y sus ligas. Los millonarios bienes inmuebles de Irma Eréndira Sandoval, exsecretaria de la función pública y su académico marido; la investigación abierta en la FGR en contra del extitular de la Consejería Jurídica de Presidencia de la República, Julio Scherer por actos de corrupción, y podemos seguir con colaboradores, hermanos, primos, el cuñado, y los hijos.

Todo esto se acumula y se vuelve visible. La revista The Economist, en su más reciente publicación relacionada con la medición de las prácticas políticas de gobierno alrededor del mundo, nos compartió una nota que a la mayoría de los mexicanos nos preocupa. Resulta que en la medición de las prácticas democráticas para el año 2021, México retrocedió en su calificación en esta evaluación de reconocimiento mundial, y pasamos de una de por sí preocupante descripción de ser considerada una democracia defectuosa a de plano ser un régimen híbrido, que, en palabras llanas, es una mezcla de características de una democracia y un régimen autoritario, según la descripción de la organización civil El Orden Mundial.

En resumen, hoy, como afirma el periodista Salvador García Soto, el presidente está desbordado, se le agotó el discurso, ¿lo alcanzó el fin de la ilusión transformadora? En tanto se define esto, debemos estar pendientes del ánimo presidencial.

 


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