Poesía y pintura, decía Octavio Paz, “son artes que se despliegan en territorios opuestos: el reino de la poesía es el tiempo y el de la pintura el espacio; la poesía se oye y la pintura se contempla: el poema transcurre y al transcurrir cambia, mientras que el cuadro siempre es idéntico a sí mismo.” En este punto, me atrevería a decir que una pintura no solo se contempla, también se piensa, se procesa. La imagen puede no cambiar sobre una superficie, pero sí se modifica su sentido al ser percibida y decodificada por nuestro cerebro, en diferentes momentos o en diferentes circunstancias. En Esta no es una historia de amor, de Mariana Torres Ruiz y Anuar Atala, sucede que la palabra y la gráfica hacen una sinergia constante que los modifica a ambos por el impacto del contraste que sutilmente los enlaza.
La historia -que no es de amor-, de Mariana Torres Ruiz, transcurre. Al transcurrir va cambiando, generando una correspondencia íntima entre tiempo y espacio; igual que las imágenes de Anuar Atala. No parecen ser las mismas si las vemos antes o después de la lectura de los poemas. Y es este transcurrir, esta correspondencia, este proceso de cambio, lo que produce un enorme placer a las y los lectores.
La trayectoria de Mariana Torres en las letras, así como su experiencia en las artes escénicas, se traducen en una gran capacidad para comunicar situaciones, con una calidad y una mirada, diría yo, cinemática. En sus textos, Mariana se dedica a iluminar poéticamente, con una cadencia casi musical, experiencias físicas, sensoriales, que cautivan de inmediato, como en un proceso de inmersión en paisajes íntimos, entornos de ilimitados matices, arquitecturas que reconstruyen y recrean una supuesta realidad envuelta en esa atmósfera creada en la forma suprema de expresión humana, con el sólo uso del lenguaje. Es un placer cuando utiliza el instrumento más potente de creación estética, la palabra adaptada para evocar las variaciones posibles de los sueños. El placer puede volverse creación. Eventualmente un placer visual, por ejemplo, como aquí ha ocurrido.
La participación de Anuar Atala como coautor de la historia, imprime a la misma una intensidad tal que, en lo personal, me provoca melancolía. Anuar dota de sentido a los objetos y extrae significados inéditos de las palabras y del mismo acontecimiento del poema. La manera en que el libro se ha diseñado, que empieza con una insinuación gráfica al inicio de cada apartado del poemario, para derramar hacia el final el caudal de contenido gráfico, es absolutamente magistral. Y esto tiene una explicación, Anuar Atala es un artista visual, pero sus creaciones tienen visos poéticos; en su obra, siempre existe una resonancia entre el ojo y la palabra. Lo que ha hecho, desde que conozco su quehacer artístico, ha sido componer en su imaginario, sus propios poemas hechos de símbolos e imágenes plásticas, con rimas y ritmos en ocasiones verbales, pero principalmente visuales, potentes, apasionados, viscerales e intensos, siempre intensos.
Crear y producir imágenes para un texto como el de Mariana Torres, exige una práctica del intelecto, un ejercicio de pensamiento en el que, ojos y lengua obedezcan con pasión a la misma potencia: la imaginación. Y como no podemos pensar sin imaginar, ni imaginar sin sentir, ni sentir sin hablar, Anuar reflexiona sobre los sentimientos, sensaciones y emociones que el poema evoca y reacciona reflejando el fragor de cada línea, con la vehemencia de las imágenes plasmadas en las páginas finales de este libro. Imágenes sistemáticas y mecánicas que son a la vez orgánicas, motivadas por algo biológico y físico, que no podrían ser vistas igual ni provocar el mismo efecto habiéndolas visto desde el principio, porque son resonancia, como el eco de los propios latidos de un corazón a medias. Así es Anuar: diseña, pinta, dibuja, agita el whisky, escribe, cocina, bebe café y a veces mezcal. Borra, arranca y desgarra, y nunca lo dice todo.
Será por eso que desde la página uno, del apartado uno, una sola imagen ha dado paso a esta historia que nunca sucede y que se ha quedado justamente ahí, en los posos de una pequeña taza de café.
*Esta no es una historia de amor, Mariana Torres Ruiz y Anuar Atala, Ed. IMAC, 2021