Telescopio/ Bajo presión - LJA Aguascalientes
15/11/2024

Escribo a mano y uso agenda, a esa generación pertenezco, aprecio el olor a papel y el sonido que hace la punta del lápiz al deslizarse sobre esa superficie, sin embargo, no me emocionan las páginas en blanco y la oportunidad por desarrollar, prefiero verlas como un continuo, desconfío de la novedad e intento ver siempre cómo tiende puentes hacia el lugar de dónde venimos antes que correr hacia el final para descubrir dónde estaremos; quizá por eso elegí que los Reyes Magos le traigan un telescopio a mi hijo.

Hace unos días, mientras intentaba escribir una sesuda reflexión sobre la sátira Don’t look up de Adam McKay, me enteré que a mi hijo el final de la película lo hizo llorar desconsoladamente; dejé a un lado mi borrador, porque comprendí que a mi punto de vista le faltaba el aprendizaje al que hemos sometido a los más jóvenes, el que nos ha impuesto la pandemia; para nosotros el fin del mundo es una idea fascinante, nos hechiza, irresponsablemente la remitimos a la ficción; mientras que las nuevas generaciones sí están sufriendo un cambio radical de su mundo, la muerte no es un simple número que repiten en los noticieros o publicamos en los periódicos, las ausencias los rodean, los acechan, se les estampan en el rostro y los recluye.

Para quienes moldeamos nuestro ánimo finisecular a través de error del milenio o Y2K, es sencillo convertir en ficción el fin del mundo y no estamos aprovechando la obligación de pensar en la nueva normalidad a la que la pandemia nos empuja, quizá el problema es que también nos fascina la novedad entendida como una oportunidad de empezar desde cero, como si la cuenta regresiva hacia el año nuevo borrara todo lo que nos afecta, para bien y para mal, en los días anteriores. Cuando a lo que está por delante no hay otra forma posible de abordarlo más que siendo todo lo que hemos acumulado.

Elon Musk ha pronosticado que en 10 años, con SpaceX podrá llevar a Marte a los humanos y comenzar a desarrollar una ciudad autosuficiente en el planeta rojo para así asegurar la supervivencia de la humanidad como especie; por supuesto que la idea es emocionante, pero en el fondo tiene un poco de derrota anticipada, como si ya no se pudiera hacer nada con y en la Tierra. Por eso mi hijo va a recibir un telescopio, no para que pueda ver la superficie del planeta en el que podrá vivir algún día, mi deseo es que pueda observar hacia arriba guiado por las cartas celestes que permiten navegar por las constelaciones y conocer los objetos astronómicos más llamativos, entre ellos los que nos orientan para regresar a casa, donde tenemos mucho que pensar para seguirla habitando.

Coda. He estado preparando a mi hijo para que usemos el telescopio, no sólo las cartas celestes, textos de acompañamiento a la tarea de observación, el primero que me vino a la mente fue uno de mis poemas favoritos de Octavio Paz, Hermandad, a ver qué comprendemos juntos, a ver cómo elaboramos una nueva normalidad:

Soy hombre: duro poco

y es enorme la noche.

Pero miro hacia arriba:

las estrellas escriben.


Sin entender comprendo:

también soy escritura

y en este mismo instante

alguien me deletrea.

 

@aldan


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Edilberto Aldán
Edilberto Aldán

Director editorial de La Jornada Aguascalientes
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