Tonatiuh Guillén López
Como ha sido reconocido por el gobierno federal –Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores, el 22 de diciembre– el tráfico de personas es un negocio criminal de ganancias impresionantes y con mayor influencia que los cárteles de las drogas, lo cual alude a una estructura económica y operativa gigantesca… al tiempo que invisible para las autoridades responsables.
Efectivamente, se ha hecho prácticamente nada para desarticular a esas organizaciones que explotan cruelmente a migrantes y refugiados de todas las nacionalidades, incluyendo a mexicanos.
Asumiendo que las organizaciones de traficantes son la principal estructura operativa de la movilidad irregular de personas a través de México –utilizando todo tipo de transportes e instalaciones, como exhibió con crudeza el accidente del tráiler en Chiapas, el 9 de diciembre pasado–, no sorprende que la geografía de la movilidad esté distribuida conforme a nacionalidades y rutas específicas usadas por esas organizaciones. Como trataré de describir, se trata de una estructura operativa nada casuística, que sigue comportamientos definidos y, en las coyunturas necesarias, muestra flexibilidad y capacidad de ajuste.
La fuente utilizada para hacer el mapa de movilidades migrantes es la estadística de aprehensiones de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos (CBP), entidad que funciona distribuida en nueve sectores operativos. De oeste a este son los siguientes: San Diego y El Centro, en California; Yuma y Tucson, en Arizona; El Paso, Big Bend, Del Río, Laredo y Río Grande, en Texas. En cada sector cotidianamente se realiza un determinado número de aprehensiones de migrantes o solicitantes de refugio que, por cierto, terminan en su amplia mayoría retornadas de inmediato a México.
Con independencia de los números totales, puede hacerse una revisión proporcional de las aprehensiones por sector y ubicar su relevancia recíproca entre los flujos migratorios. De esta manera, durante el año fiscal 2019 (1 de octubre de 2018 al 31 de septiembre de 2019) el sector más importante –y tradicionalmente relevante– fue Río Grande, con 39.8% del total de aprehensiones, seguido en importancia por El Paso, con 21.4%. Desde el lado mexicano, los datos anteriores significan que ese año la ruta del Golfo de México, y especialmente el estado de Tamaulipas, fueron centrales para los flujos; y en segundo lugar, la ruta por el estado de Chihuahua y el centro de México.
Dos años después, con una escala mayor de personas en movilidad, la distribución proporcional entre los sectores se alteró notablemente. Conforme a los datos de aprehensiones correspondientes a octubre y noviembre de 2021, el sector Río Grande bajó su proporción a 28.7%, mientras que El Paso se redujo mucho más, llegando a 9.1%. En contraparte, el sector que tuvo muy destacado crecimiento fue Del Río –no solamente por el flujo de haitianos– siguiendo en importancia los sectores de Yuma y Tucson. Visto el cambio desde nuestro lado, el ajuste implica que las rutas por los estados de Coahuila y Sonora adquirieron sólida relevancia para la movilidad de tránsito por México.
La información muestra la adaptación de los flujos migratorios y, sin duda, la capacidad del tráfico de personas para ajustarse al contexto operativo de la Patrulla Fronteriza, como es probable que sea la explicación central. Del lado mexicano no pareciera existir algún factor que influya sobre los cambios de ruta, como nominalmente pudiera ser el control de las carreteras por la Guardia Nacional, por ejemplo. Por lo pronto, la conclusión es que la movilidad irregular a través de México y su arribo a la frontera sur de Estados Unidos tiene notable agilidad para redefinir sus rutas.
De otra parte, la estadística de aprehensiones por la CBP muestra un indicador que estimo más relevante: los flujos por nacionalidad siguen estructuras determinadas, tendencias nada casuísticas. Revisados por nacionalidad, los flujos tienen un comportamiento muy ordenado que no se explica sin una logística común, compartida. No se distribuyen de manera dispersa, sino que muestran una movilidad concentrada, orientada hacia determinado punto geográfico y, evidentemente, siguiendo las rutas precisas que conducen a este.
Por ejemplo, el azar no explica que 99% de las personas procedentes de Angola (215 casos en 2019) y de la República Democrática del Congo (614 casos) hayan sido aprehendidas por la patrulla fronteriza en Del Río, Texas. Llegaron todas las personas de ambas nacionalidades a ese específico punto fronterizo. Como es evidente, del lado mexicano la ruta que siguieron los condujo hacia Coahuila (Ciudad Acuña) y puntos previos.
Tampoco es circunstancial que 95% de los casi 18 mil brasileños hayan sido aprehendidos en El Paso. Igual puede plantearse para 98% de las personas de Eritrea (55 casos) y Ghana (102 casos) que fueron detenidas en San Diego. Para cada una de las nacionalidades anteriores, referidas como ejemplos de rutas y operativos de movilidad, su distribución a lo largo de la frontera sur de Estados Unidos y su andar por México lejos están de ser eventos aleatorios. Es evidente que las nacionalidades de los migrantes tienen trayectorias concentradas de ruta y puntos de arribo precisos, ajenos a factores casuales. Dicho sea en broma, comparten la misma agencia de viajes.
Un escenario similar muestran nacionalidades que tienen números mayores, como la guatemalteca, que en 2019 se concentró en Río Grande y El Paso; la hondureña y salvadoreña, que se dirige principalmente a Río Grande; la cubana, concentrada en El Paso; la haitiana, en Del Río. Por su parte, el flujo mexicano es el único –por razones obvias– que no tiene algún punto único de concentración, sino una distribución más homogénea a lo largo de la frontera.
Finalmente, cabe agregar que a la frontera sur de Estados Unidos arriban personas procedentes de más de 120 países, intentando el cruce irregular o como solicitantes de refugio; todas, transitando por México. En la mayoría de los casos, las nacionalidades pueden estar representadas por una sola persona o por un grupo muy reducido. No obstante, no deja de ser impactante la diversidad de orígenes y, en lo que toca a nuestro país, se ha acentuado nuestra función como espacio de tránsito y crecientemente como cancha abierta para el tráfico de personas.
Es un hecho que se ha ampliado enormemente el número de nacionalidades “no tradicionales” –diferentes a la mexicana o centroamericanas– que transitan por nuestro territorio y arriban a las ciudades fronterizas del norte. Si bien la vigente coyuntura mundial está generando condiciones sociales que impulsan la emigración hacia países desarrollados, a Estados Unidos particularmente, quienes han aprovechado a fondo la crisis social son organizaciones criminales, sofisticadas y con inmensidad de recursos y complicidades.
Considerando nacionalidades, esas organizaciones tanto expolian a los flujos tradicionales como ahora promueven aceleradamente el tráfico de orígenes no tradicionales, incluso desde lugares increíblemente lejanos; sin mayores restricciones, como argumenta la estadística de aprehensiones de la patrulla fronteriza de Estados Unidos.
*Profesor PUED/UNAM, excomisionado del INM