La justicia es un concepto que nos apasiona a la humanidad desde los tiempos en que tenemos memoria, los romanos, esos creadores del derecho, la definieron como la constante y perpetua voluntad de dar a cada quien lo suyo, concepto tan abstracto como ambiguo. ¿Qué es darle a cada quien lo suyo? Con mi editor, Edilberto Aldán, tenemos algunos meses discutiendo esto, recientemente a partir de la serie Your Honor de Bryan Cranston y de Duda Razonable de Roberto Hernández, que es algo así como la continuación de Presunto Culpable.
De un lado Your honor que trata sobre cómo un Juez va a entregar a su hijo, que acaba de cometer un delito culposo, hasta que se entera que el mafioso más violento de la ciudad es la víctima, luego decidirá no confesar, sino encubrirlo por el riesgo que enfrentaba su hijo de ser asesinado. Este drama se va complejizando hasta llegar a un desenlace como le gusta a los gringos: justicia divina, es decir, el culpable aunque exculpado, muere por el destino. No puedo estar más en desacuerdo.
Por otro lado, Duda razonable, nos muestra el fracaso del sistema penal acusatorio, ese que nos prometió Presunto Culpable hace 13 años que sería la panacea de las injusticias que arroja la cárcel mexicana y no, no funcionó, ha sido un auténtico fiasco, o al menos a funcionado y creado las mismas desigualdades e injusticias que el antiguo sistema inquisitivo penal.
Este fracaso creo que no es solo del sistema penal, sino en general del derecho y los juristas que hemos demostrado una incapacidad para comprender que el derecho no es un fin en sí mismo, sino un medio. Pese a ello los operadores del derecho (legisladores, jueces, burócratas, etc.) nos empecinamos en hacer complejos procedimientos que solo conocen los más avezados, un club de Toby; así hemos generado que cada materia sea una especialidad, un mundo exclusivo para unos cuantos sabios; esto por supuesto provoca que el humano común se enfrente ante la ley y no sepa de qué va ¡Cuánta razón tenías, Kafka!
Ahora bien, la realidad es que la gran mayoría de los ciudadanos no acuden o no se relación con el sistema de justicia; la mayoría preferimos perder algunos derechos que enfrentarnos al burócrata y complejo sistema de justicia; tal vez por eso creo que tiene cierta razón Andrés Manuel López Obrador cuando centra su política pública en el bienestar económico de los mexicanos, es decir, entre más mexicanos dejen la pobreza, menos injusticias habrá. Esa es la verdadera justicia, que todos tengan comida, habitación, diversiones, derechos económicos sociales y culturales pues.
Pensemos justo en las personas que están en la cárcel: por regla general son pobres, la pobreza está íntimamente ligada a las injusticias del sistema penal. En Duda razonable, los detenidos por un secuestro son dos personas cuya camioneta vieja falla; una persona de clase media en un auto compacto de reciente modelo, de esos que pagamos a cinco años, difícilmente hubiera sido detenido.
Tiene la razón en el problema, pero no sé si en el método de solución. Decía Vargas Llosa en aquella célebre mesa de debate en México (cuando acuña el término de la dictadura perfecta) que una característica de la dictadura latinoamericana es que sea “incapaz de traer la justicia social… haya una mejor distribución de la riqueza… las desigualdades son tan grandes y generadas por las mismas razones, de injusticias social, de corrupción”. El presidente tiene un reto, no sólo decir el problema, sino solucionarlo de otra forma, como dice Vargas Llosa, no será sino uno más de estos presidentes bananeros que han gobernado el país; y los números, los reales -no los otros- parecieran no darle la razón: no ha logrado abatir las desigualdades.