Con Boric, los jóvenes asaltaron el poder en Chile - LJA Aguascalientes
15/11/2024

APRO/Juan Pablo Meneses

 

Gabriel Boric se baja del avión entre un tumulto de personas que le piden selfies y lo quieren felicitar, pero su primera actividad es saludar y abrazar a Brownie,­ el perro del nuevo presidente chileno, bautizado como “El Primer perro de la República de Chile” y que los últimos días ha salido fotografiado en medios de medio planeta.

La fama global de Brownie (el Instagram @brownie_presidencial pasó los 300 mil seguidores en un par de días de creada la cuenta) sirve como una muestra de la fiebre, euforia y fiesta/alivio interminable que ha generado el triunfo electoral de quien será el presidente más joven de Chile. 

Las camarógrafas y fotógrafas gritan para que los dejen hacer una buena imagen/toma del presidente electo abrazado a su perro. Todo ocurre en Punta Arenas, en la región más al sur de Chile, que ya es un país que está al final del sur. Después del encuentro con Brownie, Gabriel Boric saluda y abraza y se toma selfies con los pasajeros, con el personal del aeropuerto y con algunas seguidoras que han venido a recibirlo. La celebridad a la que todos quieren registrar con sus teléfonos y subir a las redes es el presidente electo más joven de la historia de Chile, con mayor votación y el primero en dar la vuelta a un ballotage. Hoy tiene 35 años, 10 meses, una semana y un día de vida, en un registro de su edad que algunos medios han tomado como un nuevo deporte. Por la mañana, en uno de los matinales de la TV chilena, el conductor calculaba que el nuevo presidente asumirá el 11 de marzo de 2022, exactamente a 36 años y un mes de su nacimiento.

Pero su juventud no es una excepción. No es un accidente, como sería en México un presidente de 35 años perteneciente al PRI o el PAN. Boric está muy lejos de ser el delfín exitoso de un partido tradicional, bendecido por una corte de padrinos. De hecho, es militante de Convergencia Social, partido fundado en 2018 por diferentes movimientos universitarios, que ahora ha impuesto un nuevo récord como el partido más joven en tener un presidente. Con la llegada de Boric se espera que asuman cargos ministeriales otros políticos de su edad, como Giorgio Jackson y Camila Vallejo, junto a quienes lideró las protestas estudiantiles chilenas de 2011 que dieron la vuelta al mundo. Otro nombre casi seguro es Izkia Siches, la expresidenta del Colegio Médico, de 35 años, que recorrió todo el país para esta segunda vuelta. Y anoche se sumó a la celebración Irací Hassler, la economista y nueva alcaldesa de Santiago que hace poco más de un mes cumplió 31 años.

Lo de Chile es un asalto de los jóvenes al poder, pocas veces visto en América Latina. Un salto que entusiasma en la misma dosis que a otros asusta y que a muchos jubila.

 

Nace una estrella


Boric ha llegado hasta Punta Arenas para pasar las fiestas de fin de año con su familia. Antes de subirse al automóvil que lo vino a buscar al aeropuerto, la escolta aleja las cámaras y a los simpatizantes. Él se resistió hasta el final a no tener guardaespaldas, pero desde que es electo es una obligación andar con protección. Los seguidores se empujan y todo se mueve como en un pogo (baile) de Tool, la banda de la que el nuevo presidente de Chile es un fan declarado. Hay vítores, gritos, y preguntas de reporteras y enviadas especiales para esta noticia que huele a hecho histórico. 

La primera actividad pública/presencial del presidente electo fue ir hasta el Palacio de La Moneda, el edificio donde murió Salvador Allende, el que derrumbaron los aviones de la Fuerza Aérea chilena para el golpe de Estado de Pinochet, para juntarse con Sebastián Piñera, el actual presidente del país. El mismo Piñera al que durante la campaña Boric le advirtió, una y otra vez, directamente, que tendría que responder por las violaciones a los derechos humanos cometidas durante el estallido social de 2019 y que lo perseguirá hasta que eso ocurra.

Durante 2021 voté tres veces por Gabriel Boric. Partí en la primaria del pacto Apruebo Dignidad, donde fuera de todo pronóstico el presidente electo derrotó al candidato del Partido Comunista, el favorito Daniel Jadue. Después vino la primera vuelta y, lejos de cualquier cálculo, ganó José Antonio Kast, el candidato de la extrema derecha. Y el 19 de diciembre pasado, en la elección más polarizada y con más votantes de la historia del país, donde Boric se transformó en noticia internacional.

Rápidamente, su triunfo histórico se fue haciendo mayor. Ya no era sólo el presidente más joven de la historia de Chile, sino que también el representante y cabeza de una nueva izquierda latinoamericana. O, mejor dicho, de la Nueva-novísima izquierda latinoamericana. Aunque cierta prensa internacional lo ha calificado de extrema izquierda, Boric se ha opuesto con fuerza contra el régimen de Daniel Ortega en Nicaragua y ha acusado violaciones a los derechos humanos en el gobierno de Maduro. En su primer discurso defendió al feminismo, a los animales, y remarcó que en su gobierno las disidencias sexuales estarán más seguras. Su discurso, escrito por él mismo en una computadora portátil, lo hace ver muy distinto a figuras emblemas de la izquierda latinoamericana, como Andrés Manuel López Obrador o el propio Lula.

 

El experimento Boric

El líder de esta novísima visión de la izquierda en América Latina está lejos del caudillo latinoamericano de las novelas. Ese machista que golpea la mesa muy seguido y que nunca se equivoca. A pocos días de ganar las elecciones, le reclamó a un canal de televisión que en su twitter habló de “la novia de Boric”. Irina Karamanos es su nombre. Acostumbrémonos a reconocerle agencia propia a todas las mujeres, escribió el nuevo presidente en un tweet que rápidamente superó los 45 mil me gusta. 

Parte de la euforia por el triunfo de Boric se debe a que buena parte del progresismo global ha visto en su figura un camino. Una novedad. A partir de ahora, ojos y cámaras estarán apuntando a Chile y a este liderazgo raro, nuevo, experimental, tecnológico, joven. Otra vez aparece un experimento chileno en el camino, como alguna vez lo fueron Salvador Allende (el primer presidente marxista elegido en elecciones democráticas) o Augusto Pinochet (la primera dictadura militar inyectando a la fuerza y por primera vez el modelo neoliberal en América Latina). 

Boric parece un anti-caudillo, y su desafío mayor no se ve fácil: no caer en el culto a la personalidad que siempre, como una condena, termina inflando/inflamando a los líderes políticos latinoamericanos. 

Para entender la magnitud del cambio, en relación con la tradición latinoamericana de caudillos, a Boric le hacen burlas porque pide disculpas con frecuencia, o porque cambia de opinión cuando lo convencen. Uno de los temas que más ha defendido y se encarga de poner en agenda es la salud mental de los chilenos, tema que quiere empujar fuerte en su gobierno. Él mismo declaró que estuvo internado en un hospital psiquiátrico por un TOC diagnosticado (durante la campaña le inventaron fichas falsas de su estado salud, como parte de una campaña súpersucia).

La primera semana se fotografió con muchos niños, que llegaban a la casa donde está armando su gobierno. Boric ha dicho que en su gobierno los menores se escucharán fuerte, y él mismo sale a recibir las cartas que le llevan algunos niños. La historia de uno de ellos fue portada del diario inglés The Guardian.

El líder de la nueva-novísima izquierda latinoamericana no usa automóvil, no le gusta viajar en aviones y se quiere mudar a un departamento cerca de La Moneda para ir caminando al trabajo. Estudió Leyes en la Universidad de Chile, pero no se tituló como abogado (lo que le enrostraron mucho durante la campaña; sin efecto, por lo visto). Tiene una polola (novia) que es una dirigente feminista de su partido y a quien, en un programa en vivo de alta sintonía, le recitó de memoria un poema del chileno Óscar Hann que termina diciendo El mismo viento que rompió tus naves es el que hace volar a las gaviotas.

 

Memes, el arma de la nueva izquierda

Los memes fueron una pieza clave de su remontada electoral. Mientras de la derecha extrema se lanzaban fake news, las personas que votaban por Boric compartían en redes distintas campañas. Personalmente, participé en #EscritoresxBoric (con más de 800 firmas), #EscolaresxBoric (que consistía en subir una foto de la época escolar) y en #VotantesDeBoricEnPrimeraVueltaxBoric. 

Cada día aparecía un nuevo Boric, repetido por miles de teléfonos de votantes chilenos. El sello de la campaña fue un árbol, porque Boric se sube a la copa de un árbol de Punta Arenas desde donde se ve el estrecho de Magallanes. Compartir árboles por redes o poner el emoji de un árbol en tu nombre, fue otro impulso de identidad. Se sumaron famosas y famosos de medio mundo a las campañas por redes. Un día Pedro Pascal, el actor chileno que aparece en Game of Thrones, Narcos y que protagoniza The Mandalorian, subió una foto luciendo una camiseta de la campaña de Boric. A los pocos días, Boric subió una foto con una camiseta que tenía estampada la foto del actor con la camiseta de su campaña. Días antes de la elección, Pedro Pascal subió una foto luciendo una camiseta que tenía estampada la fotografía de Boric luciendo una camiseta con la foto de Pedro Pascal. Y así, todo puede seguir hasta un juego de espejos infinitos. Lo importante es que estos memes, estas camisetas estampadas y estas fotos subidas a redes fueron parte del sello de la campaña.

El primer presidente de la nueva izquierda latinoamericana es un fanático de la poesía, y en su primer discurso citó a Nicanor Parra, aunque a la que más cita es a Gabriela Mistral. Unos días antes de la elección se juntó con la expresidenta Michelle Bachelet y en la primera vuelta estuvo con Pepe Mujica. Usa tatuajes, le gusta el programa 31 Minutos y le dijo a un entrevistador que sus pantalones le recordaban un capítulo de Friends. A veces Boric es tan pop que el escritor chileno Alberto Fuguet declaró que vota por él por él porque es pop. Y a veces es tan poeta que el escritor chileno radicado en México Alejandro Zambra anunció que votaba por él en un texto donde mencionaba a Boric como un poeta frustrado, que es la única manera de ser verdaderamente un poeta.

El nuevo presidente electo llegó a su primer encuentro con Piñera y antes de entrar a La Moneda se acercó a las vallas que frenan al público, mientras la gente le gritaba saludos, le tomaba fotos, le aplaudía. El nuevo presidente agarró algunos teléfonos y se hacía selfies. Alguien le entregó un obsequio, él lo recibió feliz, se despidió y, camino al palacio de gobierno, tomó su teléfono y le hizo una foto al regalo. Después la subió a sus redes.

Todo indica que será un gobernante que romperá protocolos. De alguna manera, su sola presencia es la destrucción de cualquier diseño. Hace un año este escenario parecía imposible: soñado, pero imposible. Gabriel Boric, que se hizo conocido como presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile en una organización a la izquierda del Partido Comunista, hoy se presenta como un presidente más moderado, más amplio, y se espera que después de tantas peleas, tantas traiciones, tantas disputas internas, su gobierno sea uno que junte a todas las izquierdas y centros izquierdas del país.

Un sueño que no es sólo latinoamericano. El día de su elección subí una foto de los festejos en la Alameda, y a la mañana siguiente tenía dos mensajes. Mi editor francés me decía: Felicitaciones por el nuevo presidente. Es lo que necesitamos también acá: alianza de izquierda (por el cambio y la extrema derecha). Y un colega de España: Que hermosa la unidad contra el fascismo, es lo que no hicimos aquí.

En sus primeros días ha remarcado que su gobierno trabajará por un Estado más fuerte, lo que parece una novedad en el país donde el neoliberalismo ha penetrado tan fuerte que algunos hablan del “Milagro chileno”.

El perro Brownie se sube al mismo automóvil de Gabriel Boric, a quien en su primera vuelta a Punta Arenas se le ve contento y emocionado. Por momentos parece una estrella de rock, otras veces un poeta frustrado y, desde hace unos días, también parece el futuro líder de una nueva izquierda latinoamericana. 

 


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